Por qué te enfadas y cómo puedes liberarte de toda esa rabia

Desde los berrinches hasta la ira agresiva, hay muchas formas de enfadarse y, spoiler, ninguna es sana

Te crece el fuego en el estómago, notas que la rabia sube por tu cuello, se te pone roja la cara y las manos. Estás cargado de ira, rabia, enfadado. Todos hemos estado ahí, en ese momento, el del volcán que solo escupe emociones negativas. Una sensación que muchas veces intentamos controlar, porque nunca tomamos buenas decisiones cuando nos sentimos así. Según el portal Psychology Today, hay cuatro tipos de enfado, y así se puede controlar.

1. Enfado por frustración diaria

Es el enfado más común. ¿Que el bus te ve correr y aun así arranca? Enfado. ¿Que te responden mal? Enfado. ¿Que tu pareja pasa de ti? Enfado. ¿Que tu jefe es un borde y no se toma en serio tus ideas? Enfado. El artículo recomienda que intentemos que no nos afecten personalmente estas cosas. “Estás personalizando e interiorizando las acciones y palabras de otros. Enfadándote por sus acciones, estás permitiendo que los problemas de otras personas se conviertan en los tuyos”. Toca tomarse el día a día con actitud más zen, intentando que las acciones reprochables de los que te rodean no te amarguen. ¿Realmente valen tanto la pena esas personas como para otorgarles el poder de arruinarte un rato? Simplemente, dale importancia solo a los hechos y palabras de los que se preocupan por ti.

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2. Enfado justificable

La ira justificable es esa sensación de enfado que sentimos respecto a las injusticias del mundo. Es la que surge por las desigualdades sociales y económicas, el cambio climático, la discriminación por género, etcétera. Según el artículo, este tipo de enfado puede ser beneficioso a corto plazo, porque puede provocarte un fuego interno que te impulse a luchar para revertirlos.

Sin embargo, “el enfado no es sano, y siempre te roba la paz y te causa sufrimiento”. Aunque es comprensible estar indignado y enfadado con las injusticias del mundo, estarlo constantemente puede herirte a largo plazo, te convierte en una persona agria y nerviosa. Intenta relativizar los problemas: la vida constante de activismo puede acabar convirtiéndose en tóxica si ocupa todos los aspectos de tu vida. No puedes vivir encrespado.

3. Ira agresiva

Es la forma más visceral del enfado. Esa ira que se esconde detrás del maltrato, el bullying, la opresión, la violencia más irracional. Aunque es la que se externaliza de forma más violenta –puede llegar a haber sangre, puños y agresiones que requieran intervención policial u hospitalaria-, suele esconder una debilidad muy interiorizada.

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Por ejemplo, el bullying muchas veces responde a inseguridades del agresor, que las paga a través de la violencia hacia otra persona. “En la ira agresiva se esconde un intento de esconder sus debilidades y errores para controlar a los otros”, añade el autor del artículo.

Es el peor tipo de agresividad, porque no solo daña a los demás sino que también arruina la vida a los perpetuadores. Por ejemplo, si la víctima sufre violencia física, puede recurrir a la persecución penal. O al desprecio social. También puede acabar destruyendo por dentro al agresor, porque tiene un odio fruto de unas inseguridades que erosionan su salud mental. Lo aconsejable, siempre, es recibir ayuda psicológica, ya que hay muchas violencias, inseguridades y miedos muy enquistados y difíciles de tratar antes de que se rompa a sí mismo y a los demás.

4. Berrinches

El artículo los describe como “arrebatos desproporcionados de ira cuando las necesidades y deseos egoístas de un individuo no se cumplen, no importa lo irracional e inapropiado que sea. Los berrinches, además, van dirigidos hacia personas que no merecen esta ira emocional”. Por ejemplo, porque no te han hecho el regalo que tú querías y que tanto deseabas aunque era caro e innecesario. O porque tus amigos no ceden y no quieren ir de vacaciones a ese sitio al que tú sí querías. O porque tu pareja no le apetece ir a tu restaurante favorito y tú sí o sí querías comer ese plato de pasta que tanto te gusta.  

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Este enfado denota la falta de madurez en la persona. Si un adulto sigue soltando berrinches es que no ha superado la fase de narcisismo infantil en la que cree que le deben todo y que el mundo gira a su alrededor, una actitud muy típica de los niños, que creen que sus padres les deben todo. Estos berrinches, a la larga, comportan que no se puedan construir relaciones largas  y sanas, porque pocas personas pueden tolerarlo.

De nuevo, la solución es el psicólogo, alguien que de alguna forma te ayude a  madurar y a darte cuenta que tus necesidades son tan válidas como las de los demás. Es cuestión de darse cuenta que no todo gira en torno a ti, algo que de pequeños creemos por instinto de pura supervivencia pero que tenemos que superar –y no todo el mundo hace-. La respuesta es mirar a los demás y tratar sus deseos como semejantes. Porque nadie es más importante que nadie.