Por qué las mujeres lloran cuando están enfadadas y los hombres se enfadan cuando necesitan llorar

Los roles de género han reprimido determinadas emociones en cada género y provocado que adopten la forma de otras emociones más legitimadas

Los hombres no deben maquillarse. Las mujeres deben mostrarse delicadas. Los vestidos no son prendras para hombres. El fútbol no es cosa de mujeres. Ningún hetero se preocuparía por tener una habitación bonita. Ninguna mujer quiere polvos de una noche. Ellos son más aventureros. Ellas son más sensibles. La lista de imperativos generados por los primitivos roles de género es interminable. Y no solo condicionan la manera en que vestimos o actuamos, sino incluso nuestra manera de sentirnos. Están tan arraigados que han conseguido pervertir nuestra manera biológicamente natural de reaccionar ante algunas emociones.

Prohibido enfadarse

Desde que los primeros machos australopithecus salieron de la cueva para darse unas buenas ostias con la tribu más cercana, la agresividad ha quedado adjudicada principalmente a los hombres. ¿Qué bien no? Menos violencia. Pero no: la violencia es un acto reactivo lamentable, pero las emociones de rabia que suelen esconderse detrás son emociones legítimas que debemos permitirnos sentir. Y mientras nuestra sociedad ha legitimado estas emociones en los hombres, ha establecido ridículamente que cabrearse siendo mujer está mal. Desafía el estereotipo de elegancia y fineza que el patriarcado espera de ellas.

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Como consecuencia de esta represión, cuenta el psicólogo humanista Gerardo Castaño, las mujeres se han visto obligadas a reaccionar de una manera más aceptada. "Socialmente no es bien recibido que una mujer se enfade o grite. Es mucho más comprensible y mejor visto que llore. Es parte de las reminiscencias de la época victoriana, cuando se asociaba el enfado femenino con la histeria. Según nuestras sociedades, una mujer que expresa ira o frustración debe tener algún trastorno", explica. El mundo las prefiere tristes, vulnerables, decaídas. Un papel más sumiso. Cualquier cosa antes que verlas rabiosas.

Prohibido llorar

Pero es que aún saliendo muy beneficiados del sistema patriarcal, los hombres también son producto de este. Y sí, también ellos han tenido que pervertir sus reacciones emocionales para cumplir las expectativas sociales de género. En concreto, los hombres sufren el proceso opuesto que las mujeres: han sido educados para dar rienda suelta a su ira ante la tristeza. Y no solo han aprendido a ser agresivos cuando necesitan llorar, sino que la propia sociedad patriarcal ha legitimado durante mucho tiempo que respondan a esa mezcla triste-agresiva con comportamientos violentos.

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"Los hombres tienen que mostrarse fuertes, estoicos y nunca vulnerables. A pesar de las nuevas oleadas de neomasculinidad, sigue muy arraigada la idea de que llorar no es algo que se aprecie en un hombre y tenemos una tendencia natural a convertir, en la mayoría de casos, la tristeza en rabia", explica Gerardo. En otras palabras: la masculinidad clásica tóxica detesta a los hombres que muestran debilidad anímica. Hasta tal punto que los ha bombardeado con mensajes falsos sobre cómo desnudarse emocionalmente los hace menos atractivos a ojos de las mujeres. La lágrima masculina es tabú.

Consecuencias

Estas distorsiones emocionales provocadas por los estereotipos de género pueden observarse en muchos ámbitos sociales. Lo explica mejor el psicoterapeuta: “Está totalmente aceptado, por ejemplo, que un jefe monte en cólera y reprenda a sus empleados cuando las cosas no van bien. En ningún caso está bien pagar las consecuencias de tu situación con otras personas, pero es una conducta que nos extraña menos ver en hombres que en mujeres. De igual forma, cuando una mujer llora suele recibir apoyo, mientras que el llanto masculino tiende a ahuyentar a la gente, no a conmoverla”.

Sin embargo, en ningún otro ámbito son tan visibles los efectos de estas distorsiones como en las relaciones sentimentales. “En una pareja heterosexual, el hombre en lugar de reconocer que se siente dolido, triste o decepcionado por algún comentario de ella, tiende a reaccionar de manera iracunda. Lo mismo ocurre con la mujer pero en sentido contrario: tiende a entristecerse e incluso llorar cuando la emoción real es la ira. Estas incongruencias dificultan el entendimiento mutuo y, por tanto, enrevesan la situación hasta que deriva en una muy probable discusión de pareja”, explica Gerardo.

Combatirlo

Según el psicólogo, la solución pasa por “implementar mejores cánones socioculturales desde los medios de comunicación, las aulas y, por supuesto, el hogar familiar”. Romper de una vez con esos roles de género que pervierten nuestras emociones. Y a nivel individual, añade Gerardo, debemos desarrollar más “consciencia emocional”, ya que “cuanto más conocimiento sobre nuestras emociones tengamos más fácil resultará conectar con la emoción verdadera y actuar acorde a ella”. Para que si necesitas llorar, llores. Para que si necesitas estar enfadada, te permitas estarlo. Ya basta de represiones absurdas.