En la antigua Atenas solo los ricos pagaban impuestos

Y presumían de ello porque les proporcionaba un valiosísimo capital social

Hay algo grotesco en la manera en la que muchas personas millonarias y multimillonarias patalean descontentas por tener que contribuir a la redistribución de la riqueza a través de los impuestos. Y mucho más en las estrategias que utilizan para auspiciar a gobiernos de derecha que les liberen de esa contribución. Porque tienen demasiado y aun así se quejan. Y aun así se muestran egoístas. Como si todo lo que tuvieran no fuera suficiente. Como si sus éxitos no dependiesen del resto de la sociedad. Como si no les importara una mierda el sufrimiento de lxs demás. Algo que no ocurría en la antigua Atenas: ahí solo las personas ricas pagan impuestos y estaban más que orgullosas de ello.

Así lo explica el profesor de estudios clásicos Thomas Martín en una publicación para The Conversation. Al parecer, en aquella época la gran mayoría de los ingresos públicos procedían “de tierras de cultivo y minas de plata de propiedad pública que se arrendaban a los mejores postores”, así como tasas sobre las importaciones y exportaciones de productos y poco más. No existía algo similar al IVA o al IRPF. Pero con esos ingresos no bastaba para mantener una ciudad moderna con agua potable para todxs y una defensa militar avanzada. Es ahí donde la élite de la ciudad-estado entraba en escena para donar cantidades increíbles de dinero al erario público. Así sin más.

Y no era altruismo

Es que en aquel momento, y fíjate cómo han cambiado las cosas, la gente rica se ganaba la admiración y el cariño del resto con esas contribuciones económicas. En palabras de Martín, “los antiguos atenienses no solo abrían sus billeteras para promover el bien común: contaban con obtener un alto retorno en la estima pública por las inversiones en su comunidad que representaban sus impuestos”. Y por eso en muchas ocasiones pagaban incluso más de lo que podría corresponderles. ¿Te imaginas eso hoy en día? Hoy la cosa es más bien al revés: el discurso antiimpuestos ha hecho que la gente se enorgullezca de quienes consiguen librarse de pagar.

Por eso es tan importante el relato que nos contamos a nosotrxs mismxs. Si nos fijáramos un poquito más en aquella Atenas, si valoráramos mejor nuestro sistema de bienestar y la importancia de que todo el mundo contribuya según sus posibilidades, quienes evaden impuestos o presionan políticamente para no tener que pagarlos perderían mucho capital social. Quizá incluso dejáramos de comprar sus productos. Tal vez no les quedara otra que, siguiendo el ejemplo ateniense, presumir de pagar religiosamente sus impuestos porque haría que su posición social fuese más potente. Porque les vendría bien. El mundo sería un lugar mucho más agradable en el que vivir.