Disforia postcoital. Es el nombre científico de lo que te pasa a veces después de follar: esa invasión de tristeza, ansiedad, vergüenza, vacío, irritabilidad y demás sentimientos indeseables que surge de la nada inmediatamente después de correrte. Como explican desde la revista digital Trendencias, “si bien el sexo debería ser una experiencia placentera y enriquecedora, para aquellas que experimentan esta condición puede convertirse en una fuente de angustia y confusión, tanto para ellas como para sus parejas”. No es sentimentalismo. No es debilidad. Es un fenómeno mucho más complejo en el que intervienen factores tanto fisiológicos como psicológicos.
Entre los primeros destaca la hipersensibilidad del complejo amigdalino, esa región del cerebro responsable de tus sensaciones de ansiedad y de miedo ante determinadas situaciones tensas. Al parecer, y como escriben desde el citado medio, “diversas investigaciones han encontrado estrechos vínculos entre la amígdala y la disforia postcoital, ya que, después de un encuentro sexual, la primera podría estar hiperactiva, lo que lleva a una respuesta emocional exagerada después del sexo incluso cuando no hay una amenaza o detonante que justifique esta emoción”. La biología haciendo de las suyas. Simplemente estarías mucho más susceptible a todo.
Más factores aparte de lo biológico
Pero luego están los factores psicológicos. “Como en muchos otros trastornos que impiden una práctica sana, responsable y placentera de las relaciones sexuales, las experiencias pasadas y traumas influyen mucho en el desarrollo de la disforia postcoital”. Ahora, une ambos factores y tendrás un cóctel dramático: la hipersensibilidad de tu amígdala hace que tengas menos control sobre tus emociones negativas, lo que hace que los recuerdos traumáticos despertados por algún elemento del encuentro sexual resulten devastadores. En este sentido, quienes han sufrido agresiones físicas, abusos sexuales o violaciones presentan mayor riesgo de disforia postcoital.
También aquellas personas que padecen ansiedad generalizada, estrés crónico o déficit de autoestima. Y entre las parejas con una malísima comunicación, una escasa satisfacción sexual o un historial de infidelidad también es más probable que una o ambas partes experimenten en algún momento este cuadro depresivo temporal. Uno tan intenso en ocasiones que lleva a la gente a arrepentirse de sus encuentros sexuales y comenzar a limitarlos cada vez más. Por suerte, terapias como la cognitivo-conductual o la psicodinámica pueden ayudarte a sanar tus heridas psicológicas y alejar así poco a poco la disforia postcoital de tu vida. Nada está perdido.