El enamoramiento es muy placentero. La dopamina y otros neurotransmisores fluyen en cascada alrededor de tu organismo y te hacen sentir magníficamente bien. En una nube de motivación. De entusiasmo. De ganas. Y tienes dos alternativas. La primera de ellas consiste en frenar tu propia ansia y obligarte a tomártelo con calma. Ir despacio. Ganar tiempo para analizar la situación con el máximo nivel de objetividad que te permitan las hormonas. La segunda de ellas consiste en soltar el volante, entregarse a la dopamina y dejar que las cosas vayan rapidísimas, de manera menos consciente. Y sí, esta última suena muy satisfactoria, toda una aventura, pero también es sumamente peligrosa para ti.
Es la conclusión de una investigación llevada a cabo por dos científicxs estadounidenses y publicada en la revista especializada Personality and Individual Differences. Como cuenta la experta Wendy L. Patrick en Psychology Today, desde donde se hace eco del estudio, “reconocen que la emofilia crea una tendencia a ignorar las señales de alerta y a apresurarse a entablar relaciones, lo que puede significar elegir a las parejas equivocadas”. O dicho de otra manera: si eres una persona con tendencia a enamorarse fácilmente, a perder rápidamente el juicio objetivo y caer presa de la pasión más desbordada, corres mucho más riesgo de ser víctima de personalidades muy destructivas y dañinas.
Si vas rápido no verás las red flags
De hecho, escribe la propia Patrick, “en su investigación, Lechuga y Jones descubrieron que la emofilia guarda una fuerte relación con sentir atracción por personas con rasgos de personalidad de la tríada oscura” como la psicopatía, el narcisismo y el maquiavelismo. Y la razón está, o parece estar, en algo tan aparentemente simple como el tiempo. Al fin y al cabo, si vas a toda mecha, si no tienes cierta cautela, es bastante más difícil que percibas las red flags. No será hasta el fin del enamoramiento primario, cuando tu cuerpo comience a producir una menor cantidad de dopamina ante esa persona, cuando empieces a observar más racionalmente y descubras todas sus mierdas ocultas.
En este sentido, el enamoramiento despacio ofrece muchas más ventajas. No, no sientes el mismo grado de locura, no parece que te vaya toda la vida en esa persona, no te dan ganas de cantarle tu amor a la luna, pero puedes ver las señales inquietantes si las hay y, si no, construir una conexión paulatinamente. Piénsalo como un guiso. Hacerlo poquito a poco, con tiempo, con paciencia, con cuidado, hará que quede bastante más sabroso. En palabras de esta especialista, “enamorarse es maravilloso y para algunas personas puede suceder rápidamente, pero hacerlo lenta y seguramente conduce más probablemente al éxito en las relaciones”. Aléjate del estilo de enamoramiento adolescente. Protégete.