Hacer cosquillas puede ser el camino más excitante para llegar al nirvana sexual

Los fetichistas de cosquillas 'tickling fetish' encuentran en esta práctica la excitación y el placer sexual, y está tan extendida que hasta hay porno especializado en este fetiche

“Voy a hacerte cosquillas hasta que te corras”, asegura Gabriela, una masajista erótica afincada en Valencia de 32 años. “Te daré muchísimo placer utilizando solo la yema de mis dedos y un par de plumas y verás que unas buenas cosquillas son mejores que un polvo”, insiste con voz insinuante desde el otro lado del teléfono. No es la única que lo cree: en una búsqueda rápida en Pornhub se pueden encontrar muchos vídeos donde lo único que sucede durante diez minutos son cosquillas. Es el tickling fetish, aunque también se lo conoce como fetichismo de cosquillas, cosquillas eróticas o knismolagnia.

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Hacerte cosquillas para llegar al nirvana sexual

Echando un ojo al porno de este fetiche, me doy cuenta que hay mucha variedad, pero que se divide principalmente en dos corrientes. Por una parte, están las cosquillas de tipología BDSM. Ahí no son las cosquillas lo que atrae, sino la humillación y el castigo que pueden llegar a suponer si se hacen en contra de la voluntad de alguien. La persona que las recibe está maniatada, con cuerdas, cadenas y cuero. No puede defenderse, está a merced de las cosquillas. Así, una práctica divertida se convierte en una pequeña tortura y las cosquillas ganan este carácter sexual porque están incluidas en un juego mucho más amplio, el de las prácticas amo-esclavo.

Luego están aquellos vídeos que solo enseñan cosquillas, sin sadomasoquismo, que se centran en el acto en sí. Es decir, a una persona le hacen cosquillas sin estar atada, amordazada o sometida. Ni tan siquiera es necesario que se desnuden. Lo erótico está en el juego de las cosquillas. Incluso son comunes los vídeos donde las cosquillas no se hacen a personas sino a peluches, ya que lo que da placer al fetichista es ver las cosquillas, especialmente cómo se mueven unas manos por el cuerpo e imaginarse que esos mismos gestos reproducidos en su piel. Algunos de estos vídeos son primeros planos de manos con uñas muy arregladas y cuidadas, con formas y colores extravagantes que añadan placer visual a este porno. Es como un vídeo de un bukkake, pero con cosquillas, porque lo más importante no es el polvo en sí, sino disfrutar de una práctica muy concreta en primer plano.

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Cosquillas por placer y por castigo

El psicólogo clínico y sexólogo Ignasi Puig Rodas confirma mi conclusión: principalmente hay dos grandes formas de disfrutar las cosquillas como práctica sexual. “Como en muchas prácticas, el placer no solo se consigue a través de una sola vía". A algunos les gustan las cosquillas "dentro del juego del BDSM", pero "hay personas también a quienes le gusta esta práctica completamente aislada de otras" porque, sea por el motivo que sea, la asocian a excitación y placer sexual.

Cuando se usa dentro del BDSM, el fetichismo de las cosquillas puede ser muy útil como introducción. Imagínatelo: te atan y te empiezan a hacer cosquillas. Tú no podrás parar ni controlarlo. Estás a merced del otro. Es una pequeña tortura, sí, pero bastante inocua. El sexólogo lo recomienda si te preguntas si te gusta o no el BDSM. “No empieces con latigazos, es más fácil coger una pluma y recibir cosquillas. Así, si la sensación de no poder controlar lo que te está pasando te resulta placentera, puedes empezar a experimentar con otras formas de tortura”.

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Pero por muy inocente que sean las cosquillas, también pueden llegar a producir dolor físico. “Hay que pensar que cuando a una persona le hacen cosquillas y ríe, se puede generar dolor con el escozor de la piel, la tensión muscular, la risa exagerada que tensa la garganta, el dolor de cabeza de mucho reír… Es una forma diferente de provocar dolor, una parte de BDSM”, añade Ignasi.

Cosquillas, pies y placer más allá de la penetración

Gabriela no es la única persona que incluye las cosquillas en sus masajes eróticos. En las páginas de contactos hay muchas personas que ofrecen encuentros sexuales con cosquillas de por medio. Por ejemplo, hay amos profesionales buscando esclavas: “Amo se ofrece a sumisa para practicar bondage, dominación y control físico, sadomasoquismo, masaje, negación del orgasmo, cosquillas sádicas y todo aquello a lo que estés dispuesta a llegar”, dice Sr. D, un amo de 40 años de Canarias. Pero también se pueden encontrar amateurs: “Busco chico joven, con buen cuerpo, que quiera jugar a las cosquillas”, dice Juan, de 34 años, de Valladolid.

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Obviamente, no todos estos fetichistas de cosquillas buscan exclusivamente que les hagan —o hacer— cosquillas. Hay muchas más prácticas que se entremezclan con el cosquilleo. Más allá del sadomasoquismo, también suelen estar abiertos a combinarlas con el fetichismo de pies. Por eso mismo no es difícil encontrar en las páginas web de pornografía vídeos que mezclan las dos prácticas y que se centran en adorar los pies a través de cosquillas y risas.

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Estas prácticas, a priori, pueden causar cierto desconcierto. “¿Cómo alguien puede encontrar placer en esto?”, se preguntará más de uno. Es la historia de siempre: tenemos una concepción muy falocéntrica del sexo. “En términos médicos, los genitales representan el 1% de nuestro cuerpo. ¿Por qué todo el placer debería pasar solo a través de los genitales?”, se pregunta el sexólogo. Las zonas erógenas son muchas y las formas de estimularlas también. Un masaje, un beso, unas cosquillas, un latigazo y una penetración pueden ser igual de placenteras. Creer lo contrario “es reduccionista”, advierte Ignasi.

Solo hace falta echar un ojo a una sex-shop para ver que es una práctica cada vez más normal. Entre sus muchos dildos, consoladores y lubricantes siempre se pueden encontrar plumas y otros artefactos con los que provocar cosquillas en tu pareja. Ya sea como práctica BDSM o ellas solas, las cosquillas están presentes en más dormitorios de los que cabría esperar. Así que quizás deberías darte la oportunidad de seguir los pasos de Gabriela y rendirte al placer de este fetiche hasta el orgasmo.