Mi primer orgasmo fue a los 50

Cuando nadie te habla de cómo debes sentir el placer y el sexo es un tema tan tabú, a veces es complicado conseguir soltarse y entender que nosotras también tenemos orgasmos

"Mi primera experiencia sexual, si se le puede llamar así, fue a los 10 años. Y fue con una amiga. En aquel momento había algo usual que se ponía a los niños cuando estaban malos de la barriga: unos supositorios de glicerina. Eran muy suaves, me acuerdo. Descubrí que sentía algo cada vez que me ponían uno. Una sensación placentera. Ella vino una tarde a jugar y decidimos probar eso, ver qué sentíamos. Ella me los ponía a mí y yo a ella. Y fueron varios".  Así empieza el relato de su vida sexual, Montse P. F. quien prefiere no revelar su identidad, una mujer que pronto cumplirá 63 años pero que no descubrió la maravillosa sensación del orgasmo hasta pasados los 50. Una triste realidad para muchas mujeres que no pudieron disfrutar de su sexualidad debido a los tabúes impuestos en su época. 

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Por suerte, o mejor dicho gracias a la lucha de muchas mujeres, en 2020 hablar de sexo y de cómo disfrutarlo es algo mucho más común. No solo sucede a través de la educación que hay en la familia sino que se trata de una temática que también se habla en los colegios o institutos. En definitiva, está más presente en la sociedad en general. Además, compartir las experiencias personales con el entorno cercano es más normal, se intercambian vivencias, ideas o dudas. Esto es justamente lo que no sucedía en los tiempos en los que Montse comenzaba a experimentar con su cuerpo. " Directamente no se preguntaba. Si, por casualidad, preguntabas algo, te decían que eso ya lo descubrirías o lo aprenderías cuando fueras mayor", recuerda. Todo eran dudas, todo era remordimiento, todo era miedo. 

Sentir sin sentir

"Fui virgen hasta los 18 años y medio, llevaba un año prometida con mi novio y tuvimos sexo. Tomé unas pastillas para no quedarme embarazada. Las había conseguido una amiga de una amiga, porque eso de ir al médico a pedir pastillas era impensable. Todo era pecado. Cuando salías al cine te leían la cartilla y te decían que no mancharas el nombre de la familia o que no vinieras con una barriga. Se le daba mucha importancia al qué dirán y si te quedabas embarazada sin estar casada... marcada para toda la vida", cuenta Montse. En su contexto, muy marcado por el catolicismo, no estaba contemplado el placer de forma abierta ni siquiera para el hombre. Cuando se nombraba una relación sexual era con el único propósito de hablar de hijxs o embarazo.

Es por ello que la pareja con la que Montse perdió la virginidad se convertiría también en su marido: "Creo que la única vez que tuve un orgasmo sin saber que lo era, fue un momento en el que mi pareja me dijo, muy extrañado: 'Se te han puesto los ojos en blanco'. Pero vamos, no sabía lo que era de verdad o si realmente había ocurrido algo distinto". Cuando las relaciones sexuales suceden de este modo no es complicado que una persona piense que no hay nada más allá que lo que está viviendo, sobre todo, cuando no puedes acceder a ningún tipo de información.

"Me di cuenta que mi cuerpo era una especie de recipiente y pensaba que eso era lo normal. No tuve realmente una satisfacción sexual hasta que fui muy, muy, muy mayor. Antes de aquellas experiencias con mi primer marido no sabía nada de sexo. No tenía información, no podía preguntarle a nadie. Pero sí era muy curiosa. Me miraba mucho para conocer mi vagina, para ver cuántos labios tenía, cuál era su forma, me tocaba para ver hasta dónde llegaba... pero jamás en busca del placer, básicamente porque desconocía que ese tocamiento pudiera llegar a algo". 

Después de separarse de su primer marido, apareció en la vida un chico que conocía desde hacía un tiempo. Después de varios años comenzaron a salir. Él se convertiría en su segundo marido: "Estuve 21 años con él y tuve dos hijos. Durante toda esa relación, de vez en cuando, sentía placer. Pero no era verdadero, no era un disfrute de verdad. Era muy mal amante".

Cuando el auge llegó

Entre estas dos relaciones Montse estuvo muchos años soltera, probando todo tipo de encuentros con otros hombres y tampoco tuvo el placer de descubrir cómo era sentir un orgasmo. "Era todo muy 'aquí te pillo, aquí te mato'. Los otros lo pasaban de coña pero yo no. Y no me lo cuestionaba, pensaba que eso era lo que se sentía y ya. Además, no tenía otras referencias para entender que mi situación no era normal. Porque con las amigas tampoco hablabas de eso. Sí podías compartir si el chico era más guapo, más alto, más simpático... Pero ya está", explica.

Después de aquel periodo de soltería, dos décadas de matrimonio, y una vez llegados sus 50 años, pensó que si no había encontrado a nadie cuando era joven, mucho menos conseguiría encontrarlo en este punto de la vida. Pero no había problema. Ella lo tenía claro: sus hijos ya eran adultos, ya estaban criados y sintió, que a su edad, lo que le quedaba era era trabajar, ir viviendo, pasárselo bien cuando pudiera, hacer un viajecito o salir a cenar algo pero nada más allá. Y menos esperaba encontrar una relación satisfactoria. 

"Entonces lo conocí a él y se me abrió un mundo completamente desconocido. Es una persona que en la cama se preocupa porque tenga un orgasmo o dos o tres antes de buscar su propia satisfacción. Pensaba que era de otro planeta porque su comportamiento no era como el de los anteriores, ni se me tiraba encima buscando la penetración ni buscaba su placer desde el principio", reconoce satisfecha. 

La experiencia de sentir el cuerpo retorcerse de placer, de poder ver cómo aumentaba la respiración o cómo un cosquilleo le atrapaba desde los pechos hasta las rodillas, llegó a ser casi adictiva para ella. "Lo conocí hace 10 años y no he tenido ninguna relación sexual con él en la que no haya llegado al orgasmo. Supe lo que me había estado perdiendo durante tantísimos años. Y no tenemos más sexo porque no tengo tiempo. Imagínate como era mi situación que con el padre de mis hijos que he llegado a comer pipas mientras teníamos una relación sexual", detalla.

Buscar y aprender

La sexóloga, escritora e investigadora francesa, Valèrie Tasso, explica que la duración de una relación sexual media entre los españoles es de 20 minutos aproximadamente. Esos 20 minutos son los que tarda, más o menos, el cuerpo de la mujer en excitarse. Esta especie de calentamiento corporal que se basa en besos o juegos es necesario para que las mujeres puedan alcanzar el orgasmo. Cuando desconoces esta información puedes llegar a pensar que el hecho de que no alcances un éxtasis es normal

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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"A mí me parece que, de forma general, los hombres buscan su placer. Eso es lo que he experimentado a lo largo de mi vida. Ahora, mi vida sexual es otra. Cuando tenemos relaciones sexuales él hace que, poco a poco, me vaya calentando. Hace que, poco a poco, llegue a la excitación. Gracias a esta experiencia empecé a probar cosas nuevas: juguetes sexuales, sexo anal e ido a cursos en Sex Academy. También hemos ido juntos a un local de intercambios de pareja... Un mundo nuevo", relata Montse. 

No puede evitar pensar lo maravilloso que hubiera sido descubrir lo que podía llegar a sentir a una edad más temprana. Habría vivido muchas más experiencias sexuales satisfactorias. Pero sabe perfectamente que el tiempo no vuelve y que, precisamente por eso, hay que atreverse a disfrutar, a sentir y a dejarse llevar. "Como ya sabemos cómo es la educación en este país, pienso que los jóvenes tienen que preocuparse por saber. La información es mucho más accesible en este momento y pueden averiguar muchos aspectos sobre la sexualidad", asegura.

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Las palabras de Montse están cargadas de razón y son fruto de la experiencia. Su relato deja claro que, seamos hombres o mujeres, tenemos que aprender cómo siente nuestro cuerpo, qué puede llegar a experimentar y qué necesita para, de esa manera, poder aplicarlo también en el cuerpo de la otra persona. Vivir relaciones sexuales sanas y satisfactorias donde el consentimiento, el respeto y el placer ocupen un primer plano es imprescindible y la suerte es que nosotrxs no tendremos que esperar hasta los 50 años para comenzar a entenderlo y, sobre todo, disfrutarlo. Eso sí, si todavía no has comenzado aprende de Montse y recuerda que nunca es tarde para comenzar a disfrutar.