El motivo por el que te cuesta tanto reconocer un error

No es convicción ni fortaleza mental: es fragilidad del ego

Llevas cinco minutos discutiendo con alguien. En ese mismo instante, cuando más confiadx estabas en tus argumentos y con más tenacidad te plantabas convencidx ante la otra persona, te das cuenta de que en realidad no tienes razón. Estás en el lado equivocado de la historia. Tienes que retractarte de todo lo que has dicho, disculparte por las formas en las que has defendido tu postura y aprender del error. Sin embargo, no lo haces en absoluto. Por el contrario, te aferras aún más a tu posición y la proteges con todos los razonamientos que puedes, incluso si no son demasiado firmes. Te vas hundiendo. Estás siendo injustx. ¿Por qué no puedes simplemente ser honestx y reconocer tu fallo?

Para el psicólogo Guy Winch, especialista en bienestar emocional, la clave de esta actitud se encuentra en el sentido que tienes de ti mismx: el ego. En sus propias palabras, “algunas personas tienen un ego tan frágil, una autoestima tan quebradiza, una constitución psicológica tan débil, que admitir que cometieron un error o que estaban equivocados es fundamentalmente demasiado amenazador para que lo toleren sus egos”. Te cuesta mucho edificar tu amor propio. Es una tarea ardua diaria. Y cada reconocimiento de un fracaso, incluso si es tan ínfimo como el de perder una discusión sin importancia con un compañerx de trabajo, un colega o una pareja, duele como una puñalada.

Pero eso no es lo peor

Un ego excesivamente vulnerable puede conducirte no solo a parapetarte en una posición que sabes que es incorrecta, sino también a autoconvencerte verdaderamente de que tienes razón cuando todas las pruebas apuntan a lo contrario. “Aceptar que estaban equivocados, absorber esa realidad, sería tan devastador psicológicamente que sus mecanismos de defensa hacen algo notable para evitarlo: literalmente distorsionan su percepción de la realidad para hacerla menos amenazante”.

Llegas a transformar los hechos en tu cabeza con tal de no aceptar una realidad que te resulta insoportable. Pese a que en realidad sea una tontería. ¿Qué más da equivocarse? Y ojo: todas las personas llevan un poquito de esto en la mochila. Es connatural al ser humano. La metedura de pata, el error de apreciación, el fallo, es un aguijón porque somos animales que viven del estatus. Sin embargo, aquí lo importante es la intensidad.

Si te pasas la vida sin una pizca de “tenías razón tú” o “debería haberlo hecho de otra forma” es que tienes un ego muy defensivo. Si estas frases están en tu vocabulario, pero tienes que lidiar con gente que no las tiene, Winch te recomienda no caer en la trampa de considerar su persistente negativa a admitir su error como un signo de convicción o fortaleza. Ahora sabes que es debilidad. Siente empatía. Esa persona sufre mucho por cagarla.