Los seres humanos necesitamos luz solar. La cantinela aquella de que tu cuerpo no puede producir vitamina D por sí mismo y necesita que su piel se exponga a la radiación solar para fabricarla es una verdad como un templo. Y cuidado: sin vitamina D se resiente mucho la absorción del calcio, un mineral fundamental en tu salud. Además, la luz solar también influye muy positivamente en el estado anímico. Esa es la razón por la que la adoramos tantísimo. España, por suerte, es la envidia de medio mundo debido a una cantidad anual de luz brutal, pero sobre todo de un pueblito noruego muy especial: Rjukan, un rincón habitado al que nunca llegan los rayos emitidos por el sol.
No, no fue construido en las profundidades de una cueva ni debajo del mar. El motivo por el que este pequeño pueblito de poco más de 3.000 habitantes, y ubicado en la región sureste de Austlandet, carece de luz solar es que “se ubica en un valle muy profundo, así que las montañas que lo rodean no dejan que llegue la luz solar”, cuentan en un artículo de Meristation. El sueño heidiano de vivir entre altísimas cumbres convertido en una especie de pesadilla de la oscuridad. Al fin y al cabo, debe ser bastante descorazonador pasear por calles que están siempre y sin excepción a la sombra. Sin sentir nunca ese calorcito agradable del sol del mediodía en la cara. Sin brillo.
Un sistema que atrapa los rayos del sol
Sus habitantes, no obstante, diseñaron y planificaron un ingenioso sistema para lograr que los rayos de sol alcanzaran Rjukan: “usar espejos permitiría reflejar los rayos del sol y hacer que fuese redirigidos hacia el punto deseado, que no es otro que el corazón de la localidad”. No es lo mismo que una incidencia directa, pero era mucho mejor idea que llevar una existencia sumida en la semioscuridad. Así que tiraron para adelante y la pusieron en práctica. Martin Andersen, impulsor del proyecto, cuenta que se inspiró en un caso similar ocurrido en el pueblo italiano de Viganella, donde tampoco recibían demasiada luz solar.
Era la mejor solución que tenían a mano. Y funcionó. Por supuesto, no instalaron espejos como el que tienes tú en tu cuarto de baño. La obra era más faraónica. En concreto, colocaron estratégicamente una serie de espejos “de gran tamaño y controlados por ordenador para que puedan seguir al sol de manera remota”. A fin de cuentas, nuestro queridísimo astro no se mantiene fijo en el cielo a lo largo del día. Era necesario que los espejos bailaran con él. Hoy, y gracias a este sistema, los habitantes de Rjukan disfrutan de un sol que se les había negado durante mucho tiempo. Y les viene muy bien: en este preciso instante, mientras lees esto, la temperatura allí es de entre -6 y -12 grados. Un poquito de sol marca la diferencia.