La primera fase del acuerdo de alto el fuego entre Israel y Hamás concluyó este pasado domingo. Lo deseable, estarás pensando, es que se iniciase ahora la segunda parte para seguir adelante con el adiós a las bombas y las muertes de civiles inocentes. Pero el mundo está lejos de ser deseable e ideal. Por desgracia, y como informa la agencia EFE, Israel y Hamás no han llegado a un acuerdo para implementar la segunda parte del cese de la violencia y el gobierno de Netanyahu ha decidido presionar a Hamás castigando una vez más al pueblo gazatí: ha cortado la entrada de ayuda humanitaria a Gaza para intentar salirse con la suya. El sufrimiento de lxs civiles les resulta simplemente colateral.
Tal como explica el comunicado oficial del gobierno israelí, “con el final de la fase 1, el primer ministro Netanyahu ha decidido que, a partir de mañana, toda entrada de bienes y suministros a la Franja de Gaza cesará”. Nada de alimentos para las familias. Nada de ropa ni mantas para la población infantil. Nada de humanidad. Lxs gazatíes volverán a estar solxs antes la tragedia que les ha caído encima. La buena noticia es que, aunque las conversaciones parecen estar en pausa, se espera que el alto el fuego sí sea respetado. Así lo establece el acuerdo. Ojalá. Ojalá haya al menos una pizca de consideración hacia un pueblo que no ha hecho nada para merecer lo que está padeciendo.
Y aquí hay dos cuestiones a tratar. Por un lado, el por qué del bloqueo de las negociaciones. Según Israel, la culpa la tiene Hamás por “no aceptar el borrador de Wiktoff”, documento del enviado especial estadounidense Steve Witkoff que plantea la liberación de la mitad de los rehenes israelís en manos de Hamás a cambio de extender la primera fase durante el mes de Ramadán. Según Hamás, ese documento es una estratagema israelí para alargar la primera fase y no entrar en la segunda, en la cual tendrían que retirar sus tropas de Gaza y reconstruir las zonas bombardeadas. Es decir, que Hamás se siente engañada. Cree que Israel está torpedeando el avance hacia la paz.
La otra cuestión son los mecanismos de presión. Con independencia de los dimes y diretes políticos, al margen de quién tiene menos razón y quién más en esta disputa dialéctica, los métodos del gobierno israelí para arrinconar a Hamás son lamentables. ¿Privarles de comida y de agua? Es una locura. Un acto de crueldad. Y amenazan con ir a más: “Israel no aceptará un alto el fuego sin la liberación de nuestros rehenes. Si Hamás mantiene su negativa habrá más consecuencias”. No sabemos cuáles. No queremos ni imaginarlas. Pero un gobierno que martiriza de esa manera a gente inocente es un gobierno brutal que no merece respeto. Así no se hacen las cosas.