Por qué tener sexo al aire libre y en plena naturaleza es la mejor terapia de verano

Practicar el sexo al aire libre es una de las fantasías sexuales más recurrentes

Poca ropa. El sonido de las olas. La brisa del mar dándote en la espalda que se arquea, se retuerce. Cierras los ojos. Hace algo de frío pero tú estás caliente. Quizás alguien os descubra. El morbo crece. La fogosidad supera límites inesperados. Follar al aire libre es excitante porque el momento es imprevisible y porque se pierde, en cierta parte, el control de lo que sucederá. Esta espontaneidad potencia la diversión y, por tanto, la conexión entre las personas que lo practican.

Os estáis llevando al huerto pero literal

En cualquier relación sexual entre cualquier tipo de persona es importante que, además del mutuo respeto, exista un consenso. Estar de acuerdo en llevar a cabo una práctica sexual es uno de los puntos más importantes a la hora de realizar sexo en espacios abiertos y externos. Así lo asegura la además del mutuo respeto, exista un consenso: “Si lo que a uno le gusta es el sexo al aire libre, pues perfecto, pero no debe ser algo que se imponga ni hay que sentir que sea obligatorio hacerlo por el hecho de probar algo nuevo”.

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Prueba de ello es que cuando se habla de las fantasías sexuales en general una de las que más destaca es tener sexo en la playa, en un bosque, en el coche o en cualquier sitio que se salga de la regla, es decir, de las cuatro patas de la cama. En los talleres sobre sexo que realiza Carme Sánchez, codirectora del Instituto de Sexología de Barcelona, “la mayor parte de mujeres y hombres nombran una situación relacionada con el aire libre porque esto les genera deseo, placer y excitación sexual”. Todo ello es, en parte, gracias a la sensación de libertad y exhibicionismo: un equilibrio sexual ideal.

Para empezar a practicar sexo al aire libre, sobre todo por probar, es bueno hacerlo en un espacio que no esté muy concurrido por gente, que esté más bien recogido, algo más oculto. “Dentro del entorno externo debe existir esa intimidad y no que ese juego genere un posible malestar a otras personas.  Además aquellos que lo practiquen tienen que sentirse cómodos y seguros”, explica Núria Jorba. El Director Clínico del Instituto Madrid de Sexología, Psicólogo Clínico y Sexólogo, Héctor Galván, apoya estas declaraciones puntualizando que “nuestra libertad acaba donde empieza la de los demás. No podemos obligar al resto a ser testigos de nuestra intimidad”.

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El calentón repentino puede ser tu peor enemigo porque empieza cuando menos te lo esperas: con un beso en el agua después de un chapuzón refrescante, mientras os echáis crema en la toalla o en una pausa en mitad del recorrido para expertos senderistas. Justamente por eso hay que llevar siempre protección en el bolso o los bolsillos. Héctor Galván apunta que “será imprescindible utilizar medidas de protección. No es excusa el que sea un plan inesperado o surja sobre la marcha. Siempre debemos llevar medidas de protección para hacer que nuestras relaciones sexuales sean seguras”. Junto a los preservativos no está mal tener a mano toallitas húmedas y agua, lo típico que se dice por experiencia.

Dale a tu cuerpo alegría Macarena

Lo indispensable del sexo es que nunca debe dejar de ser divertido. La novedad y todo lo que sea transgresor hará que se potencie el disfrute en la práctica sexual. El beneficio de hacerlo al aire libre es que se trata de algo nuevo o al menos no habitual y tiene ese punto de ser visto —del riesgo—que genera morbo. Como dice Núria Jorba, “la cuestión es que si hay novedad, hay diversión y si hay diversión hay conexión de pareja y si esto último existe hay mayor bienestar y mayor sensación de unión”.

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A nivel físico, con las sensaciones de riesgo por ser descubiertos y la sensación de libertad, la libido aumenta en ambos sexos. De hecho, cuando uno está, por decirlo de alguna manera, ‘incumpliendo las normas’ o comenzando una conexión sexual en un sitio más bien prohibido, comienza a sentir ese cosquilleo púbico que dilata el cuerpo y nos hace lanzarnos a disfrutar de un sexo salvaje y pasional. Es una alegría corporal que se traduce en ganas y desemboca en el éxtasis del orgasmo.

En un ámbito que no es el hogar esto podría cambiar, por ello Carme Sánchez explica que “hay que saber diferenciar entre la fantasía que uno quiere tener y la práctica en la realidad" ya que cuando se llega al espacio para hacerlo "puede haber circunstancias incómodas: bichos, arena o distintos componentes externos que dificulten la práctica sexual”. No solo eso, tampoco debe haber distracciones que nos hagan desconectar de la práctica. Por ejemplo, preocuparnos por nuestros objetos personales o por aquellos ‘mirones’ que —en todos los casos— tienen un móvil en el bolsillo y pueden guardar para siempre el recuerdo de ese apasionante encuentro sexual entre los matojos de la naturaleza.

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Los expertos aconsejan, además de intentar cumplir unos requisitos mínimos de higiene, sobre todo este último punto, no exponerse en exceso sobre todo para no llamar la atención de las personas que pueda haber en el entorno. Carme Sánchez incluye el tema de las posturas explicando que “cualquier postura es buena. De hecho, lo que más excita es el lugar, el entorno y el contexto. Sería, incluso, interesante realizar unas masturbaciones mutuas para huir también de lo que llamamos coitocentrismo”.

Es el momento ideal para probar cosas nuevas, si no tienes aire acondicionado en casa qué mejor que la brisa del mar rociándote el cuerpo contra el calor del verano. No te olvides de usar protección y llevártela en una bolsita para tirarla donde corresponde. Si quieres dar rienda suelta a tu placer sexual en la naturaleza acuérdate de cuidarla para que los que vengan después de ti también puedan follar tranquilos. Y un magreo también es bienvenido, así te guardas las ganas para otro día o para ese lugar de tus fantasías pero al que solo te podrás acercar en vacaciones. Como ves, enrollarse en la naturaleza es de lo más poético y excitante que puedes hacer.