¿Vivir con o sin pareja? Estas son las ventajas y las desventajas

La moda, y el privilegio, de estar en pareja sin vivir juntxs tiene sus pros y sus inconvenientes

Cada vez es más popular que las parejas, por mucho tiempo que lleven saliendo, no se planteen ir a vivir juntas. O que una de las partes quiera hacerlo pero la otra prefiera mantener su espacio. En muchas ocasiones, no nos engañemos, irse a vivir juntxs es la forma de que la vivienda sea viable económicamente, o bien el punto de partida para empezar a ampliar la familia. Como nada es blanco ni negro, traemos una lista de ventajas e inconvenientes de vivir en pareja.

Empezamos por las ventajas y, sin duda, la primera y principal es económica. Puede parecer triste asumirlo, pero dividir entre dos no solo un piso, sino también los gastos de la compra y recibos, es un alivio que vas a notar si vivías solx.

Otra ventaja bastante práctica es no vivir con personajes desconocidxs, estrambóticxs o que vienen y van. Si tu antecedente era compartir, ya sabes de lo que te hablo: nunca te gustó encontrarte las bragas sucias de tu compañera de piso tiradas en el baño o que la única compañera que te caía bien decidiera irse y en su lugar entrara un tipo que parecía majo y acabó siendo un fascista. Vivir en pareja te ahorra, en principio, este rosario de anécdotas e incertidumbre.

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Para la tercera ventaja sí que entramos en el plano emocional: la sensación de equipo se fortalece. Cuando vives en pareja, la sensación de estar en una fortaleza de amor es algo único, así como el hecho de estar construyendo un hogar a medida de ambxs. Llegar a casa y tener cada día a una persona que quieres para comentar la jugada, ver una peli juntxs o revolcaros cariñosamente es algo especial y que no tiene precio.

La cuarta ventaja vuelve al plano de lo práctico, ya que limpiar el piso también es más asequible partido entre dos.

Gestión de tareas y sexo: a la baja

Entramos en las desventajas. La primera, ojo alerta, es que el sexo disminuye. La sensación de que la persona siempre está a tu lado y él “lo dejamos para mañana” puede apoderarse de la rutina de pareja.

La segunda tiene que ver con la gestión de las tareas. Cada uno tiene su percepción de lo que es un piso limpio ordenado, de cuándo hay que hacer las tareas, de lo que implica una compra. Y poner esas dos percepciones en común para llegar a un acuerdo intermedio es uno de los pasos más complicados de la convivencia. Al principio, genera roces y, a la larga, te obliga a convivir con cosas que no te gustan.

El tercer inconveniente que tiene vivir en pareja tiene que ver con la sensación de libertad. Esa sensación de hacer siempre lo que quieras y cuando quieras se va diluyendo por una realidad compartida. Eso no es peor que la sensación de absoluta libertad de cuando vives solo, pero en ocasiones uno puede echar de menos tener una habitación para sí mismo, estar toda la tarde sin hablar con nadie o tener el piso hecho unos zorros y que te dé igual. Son cosas que, inevitablemente, suceden.