No existen dos traumas iguales. Al fin y al cabo, tú eres una persona única, con infinidad de particularidades, y lo que tuviste que atravesar ha dejado una huella igualmente única en ti. Nadie puede entenderlo del todo. Nadie puede sentirlo como tú lo sientes. Ni siquiera quienes llevan consigo un trauma aparentemente similar. No obstante, y pese a todo esto, lo cierto es que estos eventos tan dramáticos suelen encender en el cerebro humano unas respuestas inconscientes bastante parecidas. En concreto, y según cuenta la doctora en psicología Annie Tanasugarn, especializada en traumas clínicos, hay tres que aparecen muy frecuentemente en lxs supervivientes de traumas.
Como cavilar en exceso. En sus propias palabras, “dos patrones comunes de cavilación son la obsesión por el pasado y la obsesión por el futuro: lo primero puede provocar síntomas depresivos o empeorar la depresión existente, mientras que lo segundo puede provocar ansiedad o empeorar un diagnóstico existente de ansiedad”. No, no eres una persona que piensa demasiado. No tienes problemas para concentrarte en el presente porque sí. Hubo un momento crack en tu vida en el que tu mente se rompió un poquito y comenzó a vivir muy lejos del ahora. La buena noticia es que puedes sanar. Puedes recuperar esa armonía con lo que tienes delante. Esa alegría de estar.
Deja de pedir disculpas por todo
Y puedes también romper con otra de esas respuestas muy poco saludables: la de disculparte demasiado. Como apunta Tanasugarn, “es posible que aquellos con antecedentes de trauma infantil hayan aprendido a disculparse por cosas que no fueron su culpa como una forma de mantener la paz y evitar más conflictos”. Una respuesta adaptativa que, sin embargo, y cuando la aplicas sin criterio, merma tu disfrute, la defensa de tus intereses y finalmente tu autoestima. Porque no es bueno para ti pasarte la vida agachando la cabeza, pidiendo perdón sin sentir que eres culpable de nada y permitiendo que el resto se salga siempre con la suya. Y en el fondo lo sabes bien.
Por último, y siempre según los estudios de la doctora, la mente humana parece sufrir una especie de deterioro de la capacidad de aguante de las emociones fuertes después de los traumas. Como si fueras un ser mucho más delicado. Como si un poco más de ira, de tensión o de estrés en el ambiente fuesen suficiente para abrumarte por completo. A la mínima colapsas. Quizá en un intento de alejarte de esas situaciones para protegerte. Sea como sea, dice Tanasugarn, “los sentimientos crónicos de abrumación pueden provocar desregulación emocional, arrebatos emocionales repentinos o cierre emocional”. ¿Te ocurre? Tal vez sea el momento de sanar en terapia.