Así descubrí que llevaba meses poniéndome los cuernos por el móvil

El fenómeno de engañar a alguien por el móvil o el ordenador se denomina infidelidad virtual o ciberinfidelidad

Era un jueves soleado. Principios de octubre. El calor del verano todavía perseguía los rincones de Sevilla y era uno de los meses más felices de mi vida. Al menos eso sentía esa mañana cuando me desperté. Óscar y yo llevábamos unos siete meses juntos. Me había invitado a almorzar a la casa de campo de su familia. Al llegar preparamos unas tapas y después de comer nos tumbamos a descansar. Se quedó dormido y su móvil, a mi lado, empezó a recibir mensajes sin cesar.

El espacio privado que podría respetarse con sangre fría

Ahí estaba yo, mirando fijamente la pantalla, en la terrible frontera de desbloquear o no su mundo secreto. Ahí estaba mi inseguridad y, por consiguiente, mis sospechas. Un cóctel que explotó: me lancé y entonces lo vi. Las conversaciones que no debí haber leído. Con más de una chica. Algunos de los chats no estaban subidos de tono, presentaban el clásico coqueteo de cualquier chico soltero. O sea, justamente lo que él no era. Una de ellas, sin embargo, mostraba un intenso intercambio de imágenes y frases sexuales. Shock.

Júlia Pascual, Psicóloga y Directora del Centro de Terapia Breve Estratégica de Barcelona, explica que “la infidelidad es romper un acuerdo afectivo o sexual preestablecido”, por lo tanto, apunta que “no podemos negar ni afirmar que sea infidelidad intercambiar una relación de cualquier tipo mediante el móvil o el ordenador", ya que "eso está en cada pareja, ellos deben ser quienes tienen que comunicarse qué es ser fiel y qué acciones romperían con dicho acuerdo”.

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Es así. Los psicólogos o terapeutas no pueden ser quienes califiquen los actos de la pareja como sanos o tóxicos ya que, en cualquiera de los casos, esos juicios dependen de los puntos en común que se hayan acordado por las personas que forman parte de dicha relación. Nosotros no habíamos acordado nada pero el dolor que sentí —y el que él hubiera sentido si la situación hubiera sido al revés—reflejaba indirectamente cuáles hubieran sido nuestras reglas, si algún día las hubiéramos fijado.

Lo desperté a golpes. Gritándole y escupiéndole. Estaba poseída. Su reacción instantánea fue ir hacia el móvil y apagarlo. Se puso histérico, confuso, no sabía si recriminarme haber invadido su espacio o pedirme disculpas. Yo lloraba. Luego él también. Un dramón en toda regla.

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Nunca me había pasado algo así o quizás sí y jamás me enteré, claro. Sin embargo, en el primer piso que compartí vi de cerca el desenlace de una relación por una infidelidad virtual. Gabriel y Daniel eran la clásica pareja ideal. Dos chicos guapos, inteligentes, divertidos y súper sociables. Se amaban. Pero entonces Gabriel abrió inocentemente el ordenador de Daniel y nacieron los monstruos. Ellos sí habían acordado ser fieles pero las nuevas tecnologías no entraron en sus acuerdos. No cayeron que podrían ser un problema.

Las sombras de la era de la tecnología

Daniel se defendió como pudo. Para él, tener cibersexo con otros chicos o conversaciones picantes por el móvil, no era infidelidad. Estaba seguro de ello y nada iba a hacer que se bajara del burro. Es, sobre esta línea, donde Pascual explica las ocasiones donde pacientes suyos le han relatado una situación de infidelidad: “Me cuentan ‘es que me ha sido infiel’ y yo les contesto ‘entiendo que entonces habíais hablado de lo que era la infidelidad en vuestra pareja’ y me responden ‘no, lo hemos dado por hecho’”.

Según la experta esto es un error. No hay infidelidad. Sobre todo porque en gran parte de las situaciones “el concepto de infiel es muy diferente en cada miembro de la pareja” y justamente no puede darse por hecho que ambos coincidan. Tal y como pasó con Gabriel y Daniel. Quienes, por cierto, finalmente lo dejaron por esta diferencia de pensamiento.

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“La infidelidad siempre ha existido, es parte del ser humano romper las reglas. En la era de la tecnología, con el mundo de Internet, es más fácil ser infiel pero también es más fácil ser pillado por cometer infidelidad. Facilita, por un parte pero dificulta por otra. Lo que se vive en esa realidad virtual es un paralelismo a lo que ya existe en la vida real”, relata la psicóloga.

La gracia de mi situación personal residía en que mi novio había conocido por Internet a la joven con la que mantenía relaciones ciber sexuales. Y, mira tú por dónde, a mí también. Nos conocimos en la típica web de conocer gente y finalmente nos vimos en directo, nada de sexo virtual. El real es el bueno.

Después de la tormenta, en ese momento donde llega la calma, aparece la gran pregunta: ¿por qué? ¿Qué es lo que llevó a mi pareja a cometer esa infidelidad, ya no real sino virtual? Pascual explica que “el porqué es amplio, muchísimo. Cada persona funciona de un modo distinto”, sin embargo, reconoce que “esto puede suceder porque las personas buscan nuevas experiencias, en otras porque no están bien con su pareja y también está el placer de gustar a los demás”.

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Cualquier refuerzo positivo mantenido en el tiempo acaba llenándonos y saciándonos es por ello que, cuando aparece un nuevo halago externo, nos llama la atención. Llegamos, incluso, a valorarlo más. “El coqueteo promueve esas situaciones en las que nos sentimos deseados y, por tanto, se aumenta la confianza en nosotros mismos, sube nuestra autoestima”, señala.

Jorge Drexler dice en su canción La infidelidad en la era de la informática que “no hay contraseña, prudencia ni pin que aguante el embate de un cracker celoso”. Y eso es una verdad como un templo. No es que los celosos tengamos la capacidad de desencriptar claves personales, sino que en su canción, casi siempre dirigidos hacia la catástrofe. Cuando tengáis la duda de entrar o no a ver el espacio personal y virtual de vuestra pareja, parad un momento. Lo mejor es hablar de forma transparente y aprender a confiar.