Un año en la última sociedad donde las mujeres son las que mandan

La tribu mosuo, que vive en la frontera tibetana de China, se rige por un matriarcado: el poder es femenino, no hay matrimonios, las hijas son las herederas y rezan a una diosa

Imagínate una sociedad totalmente diferente a la nuestra. Una sociedad donde las mujeres no son discriminadas por su género, en la que no existe el matrimonio porque se considera patriarcal, donde el cabeza de familia es la abuela, en la que cualquier mujer puede tener los amantes que quiera, en la que se ve como empoderada a la mujer soltera porque no depende de ningún hombre. Así son las sociedades matriarcales, anomalías en pleno siglo XXI que desafían el poder masculino hegemónico. Una de las últimas que quedan en el mundo es el ‘Reino de las mujeres’, un territorio en la frontera tibetana de China, donde vive la tribu mosuo, una especie de amazonas contemporáneas que no reconocen a ninguna autoridad masculina, ni tan siquiera una divina: solo rezan a su diosa, Gemu.

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En qué consiste esta utopía feminista

Choo Waihong, una abogada de Singapur, es la persona no-mosuo que más sabe sobre este pueblo. Vivió con ellas un año, impregnándose de su cultura y sociedad matriarcal, que ha descrito en su libro La tribu de las mujeres como la ‘utopía feminista’. Pero ¿cómo es este mundo más equitativo? ¿Qué diferencia un matriarcado de un patriarcado?

La principal diferencia es que quien ostenta el poder familiar son las mujeres. El ‘pater familias’ es la abuela, la que posee la máxima autoridad. Para entender bien qué supone esto, debe compararse con otras sociedades rurales patriarcales. Por ejemplo, los pueblos de India o de China: allí el cabeza de familia es el hombre más anciano. Sus hijos varones heredan sus posesiones, mientras que las mujeres son enviadas a otro hogar en condición de esposa.

Y así siempre. Dando prevalencia al hombre por encima de la mujer. En el matriarcado es al revés: la que hereda es la mujer y es su sangre la que continúa el legado familiar. Waihong lo descubrió de forma muy gráfica cuando visitó su primera casa mosuo. Todas las personas estaban reunidas y sentadas según su jerarquía social. "Como corresponde a una matriarca, la abuela Aha estaba instalada en el asiento más alto, el más importante", relato. Su hermano mayor estaba sentado en el lado opuesto, en un asiento de menor tamaño, para demostrar que ella tenía más poder ahí. 

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Sin embargo, este matriarcado no es una copia del patriarcado con roles de género invertidos. Hay diferencias. Por ejemplo, no existe el matrimonio porque se considera patriarcal. Las personas solo tienen amantes, con los que tienen hijos. Así pues, mientras que en una sociedad patriarcal una mujer cuando se casa se va a vivir con la familia de su marido, aquí como no hay matrimonio, las personas siempre viven con su familia. Waihong lo ilustra con la descendencia de Aha: además de los dos ancianos, en la casa había adultos de ambos sexos y niños pequeños. Los niños pequeños que correteaban por la casa eran, por fuerza, de las mujeres adultas —hijas de Aha— porque si los hombres adultos —también hijos de Aha— se habían reproducido lo habrían hecho con sus amantes, y entonces los hijos vivirían con sus madres en otras familias y hogares, porque solo las mujeres son las encargadas que perpetuar el linaje familiar

En esta tesitura, los hombres tienen diversas posibilidades. Cuando tienen un hijo pueden desentenderse —nadie les juzgará, el estatus familiar lo proporciona la mujer y la sociedad mouso cree que con una familia de mujeres se bastan— o puede implicarse. También está la opción, si su amante quiere, de que ambos abandonen el hogar familiar y crear una nueva unidad familiar donde ejercer como padre. Es decir, vivir con ella en las tierras que la mujer herede de su madre y cuidar a su descendencia como una familia occidental. "Todos los caminos son igual de respetables y habituales", relata Waihong.

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La economía siempre en clave femenina

La gran mayoría de tierras pertenecen a mujeres. Al fin y al cabo, son las herederas de las propiedades familiares. Por eso, a diferencia de la sociedad patriarcal, la mujer adquiere un nuevo rol como administradora de la economía comunitaria, no solo de las tareas del hogar. Son las jefas, "lo planean todo: deciden el calendario de siembra y el tipo y el número de animales que criar. Como es de esperar, también se encargan de administrar el dinero". Es un hogar feminocéntrico, en el que las mujeres mosuo tienen un poder de decisión y responsabilidad con el que muchas mujeres en ambientes rurales patriarcales no se atreverían ni a soñar.  

Esto, por supuesto, hace que sea una sociedad mucho más justa. En la sociedad patriarcal la mujer acaba siendo muchísimas veces una esclava doméstica en el hogar de su marido, sin capacidad de decisión más allá de lo que sucede en la cocina y con sus hijos —así lo denuncia Waihong—, pero en la comunidad mosuo, como ella misma ha podido apreciar, nadie es esclavo de nadie. La mujer y el hombre tienen roles muy marcados, pero ambos trabajan de forma equitativa en el hogar, repartiéndose las tareas de caza, recolección y cocina.

¿Es 100% igualitaria?

Eso sí, aunque la autora del libro considera que es una sociedad igualitaria, no lo es en muchos aspectos. Para empezar, por el simple hecho que no hay igualdad si son solo las mujeres quienes pueden heredar la tierra y ser propietarias. Waihong celebra que en estas comunidades matriarcales se invierten los roles de dominancia. Sin embargo, este poder feminocéntrico no deja de ser un rol de dominancia en el que hay un género por encima del otro.

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Aun así, es una sociedad 'menos mala' que la patriarcal porque, aunque el hombre no está emancipado económicamente, no sufre la violencia doméstica y sexual que sí sufren las mujeres en nuestras sociedades. Además, puede escoger implicarse o no en la crianza de sus hijos, no se le excluye ni impone nada. Aquí no hay riesgo de convertirse en el esclavo doméstico de tu suegro, ni tampoco sufren violaciones y palizas en los hogares de sus parejas. Son menos libres económicamente, pero sus cuerpos y decisiones son suyos, algo que no pueden decir muchísimas mujeres que viven bajo un régimen patriarcal.

Una sociedad a favor del empoderamiento

Una de las cosas más interesantes de este matriarcado es, como indica Waihong, que la gran mayoría de mujeres están y se sienten empoderadas. "Casi todas las mujeres mosuo rezuman un aplomo natural que muchas mujeres en otras partes del mundo solo pueden fingir. Llevar la batuta es lo más natural para la segura mujer mosuo". Por eso, es fácil encontrar en los bares del Reino de las mujeres a chicas jóvenes entrándole a los hombres para ligar, invitándoles a una copa y sentándose entre ellos, sin miedos o inseguridades, mostrándose seguras de sí mismas porque tienen el respaldo de una sociedad que las considera jerárquicamente superior. Los roles están invertidos hasta para ligar. 

Otra de las causas del empoderamiento es la aceptación de la soltería. En el resto de China las mujeres solteras son mal vistas, se cree que están "incompletas" solo hace falta ver iniciativas como el mercadillo de solteros o los mercadillo de solteros para encontrar marido. Pero aquí se las acepta con naturalidad, su función no es servir como un vientre fértil dispuesto a empezar familia sino que a la mujer se la considera completa por sí misma. No necesita un marido y una familia para que la sociedad crea que es útil. En la comunidad mosuo una mujer nunca será "la esposa de tal" porque solo ser mujer ya es suficientemente importante.

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Aun así, este oasis feminista está en peligro. En parte, han podido mantener su cultura en un país tan patriarcal y centralista como China porque estaba en una zona aislada. Pero con la mejora de las comunicaciones, el turismo, la urbanización y la globalizacion, poco a poco este pueblo se está impregnando del capitalismo moderno, un sistema salvaje que está amenazando el estilo de vida rural y agrario de los mosuo. Ahora todos ya consumen la televisón mainstream, lo que quiere que también consumen las ideas machistas que perpetúa, y a Waihong le preocupa que, de esta forma, el mundo patriarcal se cuele poco a poco en las fronteras del Reino de las mujeres. Solo el tiempo dirá si su cultura es lo suficientemente versátil para reinventarse, mantener su estilo de vida matriarcal y no sucumbir ante la uniformizadora modernidad.