Medí las calorías que quemé durante los tres días de ‘perreo’ en el Primavera Sound

Una aplicación me mostró cuántos kilómetros y cuántas calorías se quedaron en toda la zona del Fòrum, donde se realiza el festival Primavera Sound y donde estuve tres días seguidos

El polvo que nace de la gravilla del suelo está flotando en el aire. Se levanta porque miles de pies están abandonando el escenario del Pull & Bear, uno de los más grandes de todo el festival Primavera Sound. Rosalía acaba de dar un conciertazo. El sol se ha ido y el corazón aún me palpita fuertemente en mitad del pecho. Estoy sudando porque he estado toda la hora saltando y cantando junto a ella. Es sábado y es el último día del festival. Aún queda muchísima noche por delante.

Miro la aplicación Steps en mi móvil, que registra los kilómetros que hago y las calorías que quemo. En la última hora he quemado 250 calorías y recorrido —desde que llegué unas horas antes— más de tres kilómetros. Pero eso no es nada en comparación con lo que estoy a punto de recorrer y quemar. Y tampoco tiene nada que ver con lo que hice los anteriores días. Todo ello mezclado con encuentros, conciertos y sprints para ocupar la primera fila. Lo que parecían ser tres noches de bailoteo y canto se convierten en la odisea oficial del Primavera Sound.

Día uno

Llego tarde. Laura, mi compañera de vídeo, lleva esperándome unos 40 minutos. Le pido disculpas y vamos corriendo a coger las acreditaciones de prensa. Hoy tenemos que entrevistar al público asistente al festival, lo cual nos hará caminar de un lugar a otro para ir encontrando fondos diferentes y rostros variados. Tres horas de intentos y de grabaciones después hemos conseguido tener el material suficiente para montar unos dos minutos de presentación. Miro la aplicación y veo que he recorrido cuatro kilómetros. Al terminar de grabar nos despedimos y yo me quedo a ver algunos conciertos.

Me reúno con mis amigos que están desperdigados por varios puntos diferentes de todo el Fòrum. Es la primera vez que asisto al Primavera Sound y llevo, constantemente, el mapa del lugar para guiarme. Me olvido de la aplicación y empiezo a pasármelo bien. Vamos a Nas, que toca en el escenario que lleva por nombre Ray Ban, próximo a la entrada. Está llenísimo de gente. El rapero atrapa con su energía, sus saltos y sus frases a todo el escenario y al público que lo observa. Cuando termina, decidimos ir a ver a Princess Nokia. Miro el mapa: está en la otra punta, en un escenario que está a pocos metros de la orilla del mar. El escenario Lotus.

Cruzamos el puente y, cómo no, nos perdemos. La marea de gente me permite encontrar a uno de mis amigos y decidimos detenernos hasta encontrar a las demás. No hay manera. Llamo por teléfono, salta el buzón. Empieza el agobio. Decido escribir un WhatsApp: “Las esperamos al final del puente”. Seguimos caminando y cuando terminamos de cruzarlo por fin las veo. Parece que todo sucede rápido pero es un caos que dura más de 20 minutos.

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Princess Nokia tiene una fuerza incontrolable, las frases feministas y la garra nos hacen saltar y gritar como nunca. Es una máquina. Cuando se termina empieza el bajón. Son más de las 12 de la noche y recuerdo que al día siguiente trabajo. Decido marcharme. La vuelta es terrible. Otra vez el puente y otra vez la marea de gente que vuelve al centro del festival para ir a otros conciertos. Cuando por fin consigo salir me planteo de qué manera volveré a casa. ‘Taxi’, pienso. Y entonces lo veo: la cola para pillarlos. Es gigante, larguísima. No me queda otra opción que esperar. Una hora y 17 euros después ya estoy en mi casa. He caminado un total de ocho kilómetros y quemado 1.943 calorías.

Día dos

Según los artistas que veo en el horario me doy cuenta que es mi día favorito. Imprimo el planning y decido que iré sola. Al menos sin la intención directa de encontrarme con la gente. Si sucede de forma casual, bien. Pero quiero cumplir la estructura que me planteo y no perderme ninguno de los conciertos que he subrayado. Desde el barrio en el que vivo hasta la zona del Fòrum hay seis kilómetros. Las conexiones de metro y autobús son pésimas y tengo que hacer varios transbordos. Consigo llegar a las nueve menos diez de la noche, perfecta para empezar la noche con Mucho Muchacho.

El rap clásico, la madurez y la experiencia del artista no están compensados con el público. Hay muy poca gente. Después de Mucho Muchacho —por lo que opino que fue un erróneo cambio de horario— viene La Tiguerita. Se nota el contraste entre ambos artistas. El espectáculo de la joven parece más bien improvisado, no hay mucho control del escenario ni de una estructura limpia del show. Es una de las primeras veces que esta artista se sube a un escenario y se nota. Igualmente las ganas de animar y de defender su espectáculo no faltan. Pienso que el tiempo mejorará la forma de presentar su música.

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Mis compañeros de trabajo me escriben. Todos están concentrados en la zona de los escenarios más grandes, donde está a punto de tocar Miley Cyrus. Mirando el mapa encuentro una especie de atajo que me une con la parte de los escenarios grandes, decido ir por ahí para conocer un poco mejor la zona. Me pierdo. Vuelvo pasos para atrás y decido ir por el camino ‘oficial’ para llegar a horario. Varios mensajes e indicaciones de posición más tarde doy con mis compañeros de curro.

Nos situamos alejados del escenario, para poder bailar y disfrutarlo a la distancia. Con la ayuda de uno de ellos me subo a en un contenedor de basura. Desde ahí me siento una reina: soy bajita y este lugar me permite ver todo perfectamente. La alegría me dura poco. Llega el personal de seguridad. El gesto de sus rostros parece que dice: vamos a pegarte. Pero no me pegan. Me obligan a que me baje porque, evidentemente, no puedo estar ahí sentada.

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Después de Miley Cyrus viene Tame Imapala. La música de la banda junto a unas visuales psicodélicas hipnotiza al público que se mueve al ritmo de la música en momentos chill y en otros con más caña. Después de esta mezcla viene lo que, para mí, fue lo mejor de la noche: Jungle y, sobre todo, Mura Masa. La fusión oldschool de los primeros dio la dosis de energía exacta para el concierto del productor y compositor de música electrónica, que hizo saltar a miles de personas. A mí incluida. No solo saltar. Su actuación me emociona hasta tal punto que estoy casi flotando.

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Me despido de mis amigos en Jungle, justo antes del final, cuando empiezan a entonar su tema Casio. Empiezo a correr, a moverme rápido entre la gente. Cuando llego al escenario Ray Ban ya hay muchísima gente pero no me importa. Sigo encontrando huecos con los que llegar hasta la segunda fila. Recibo insultos y empujones pero lo consigo. Después del concierto estoy extasiada. Soy sumamente feliz y todo lo que viene después más conciertos, un autobús a reventar de gente en el que me estoy asfixiando y mucha espera para llegar a mi casa me da totalmente igual. Cuando entro en casa lo veo: he caminado 11 kilómetros y quemado 2.114 calorías.

Día 3

Es el día más esperado por todxs. Rosalía, J.Balvin, Kali Uchis, Nathy Peluso, James Blake, Stereolab o Yung Beef entre muchísimxs más artistas. Este es el día que me quedaré hasta el cierre del festival, porque es el último y luego tendré que esperar un año hasta el siguiente. Sin duda alguna hay algo que destacar en este día: Kali Uchis cantando Pobre diabla, el mítico tema de Don Omar. La noche está reinada por el reggaetón que empieza con J.Balvin y termina con DJ Playero pinchando temas clásicos de este estilo musical.

Perreo y miradas de ‘no me creo que esté sonando esto que bailábamos de adolescentes’ protagonizan la noche. Aprovechamos, cuando ya hemos visto a Rosalía y a J.Balvin a pasar por escenarios en los que no hemos estado: Heineken Stage, Ray Ban Studios y el OCB Paper Sessions. Mucha caminata, electrónica muy diferente y visuales hipnóticas, serían un resumen de esta segunda parte de la noche.

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Vamos al escenario El Punto, el que está a pocos metros de la orilla del mar. Allí están DJ Playero y Yung Beef. Bailo sin parar. Cuando terminan ambas actuaciones son las cinco de la madrugada y estoy destrozada. Quedan dos últimos conciertos que son de tecno y de electrónica pero en este punto ninguno me motiva. Quiero irme a casa. Mi compañera de piso y yo decidimos que el Primavera Sound ha terminado para nosotras. Por irnos antes del final podemos entrar bastante tranquilas al metro, en el que conseguimos, incluso, sentarnos.

Tenemos que pasar el pasillo de la muerte de la línea amarilla en Paseo de Gràcia. Cuando llegamos a casa miro la aplicación Steps. He caminado 14 kilómetros y quemado 2.458 calorías. Quiero dormir. Duermo tres horas y me voy a la playa. Han sido los mejores tres días de los últimos meses. El próximo año utilizaré los autobuses internos para ir de una punta a otra. No ha estado mal. El resultado final son 33 kilómetros y más de 6.500 calorías. ¿Quién dijo que ir de festivales no era una manera de ponerse en forma? Desde luego más divertido que la elíptica sí que es.