Se supone que las vacaciones son para recargar batería. Que la playa es un espacio para recuperar paz mental y vitalidad. Que la piscina es un rincón para destensar los músculos y salir de ahí con ganazas de mundo. Pero no siempre es así. De hecho, la gran mayoría de veces que vas a la playa o a la piscina terminas reventadísimx. Incluso si permaneces tumbadx en tu toalla con toda la pachorra. Y no es una cuestión mental. No son tus amigxs. Ni el trozo de playa que te ha tocado. Ni los gritos de los niños en la piscina. Es algo mucho más natural: el mismo sol. Sí, el astro rey te ayuda a producir vitamina D y a estar más morenitx, pero también te conduce al agotamiento.
¿Por qué? Según cuenta en la revista digital Poosh la especialista Sarah Lynn, hay múltiples factores que explican este fenómeno, el primero de los cuales es la deshidratación. En sus propias palabras, “la exposición al sol aumenta la temperatura corporal, lo que puede provocar sudoración y pérdida de líquidos y electrolitos como sodio, potasio y magnesio”, lo que suele provocar fatiga. ¿Conoces el truquito de beber agua entre copa y copa cuando sales de fiesta para prevenir la resaca? Pues aplícalo a tus tardes de playa. Beber suficiente agua es la forma más eficaz de contrarrestar la deshidratación y prevenir ese cansancio tan extremo que te anula.
Cuidado con el bronceado
El segundo factor son las quemaduras solares. Si no te proteges lo suficientemente bien, y mucha más gente de la que cree comete este error, tu piel comienza a resentirse. ¿Y sabes qué hace tu organismo para curarla tan rápido como pueda? Recurrir a la inflamación, un proceso que gasta bastante energía. Además, si estás mucho tiempo bajo el sol te recalientas también por dentro, y tu cuerpo tendrá que hacer esfuerzos adicionales para mantener la temperatura interna en niveles saludables. El bronceado queda muy guay, pero cuidado porque no merece la pena ni el riesgo que implica para tu salud ni el bajón de energía que te da cuando te pasas de la raya.
Y la cosa no termina ahí. “El calor hace que los vasos sanguíneos se dilaten, lo que puede reducir la presión arterial y provocar sensación de cansancio”, explica Lynn. A ello hay que sumarle el aceleramiento del metabolismo que hace que tus nutrientes escaseen antes. Por todo ello, y para que no tengas que elegir entre playa o reventón, esta experta te recomienda, además de hidratarte bien, tomar bebidas con electrolitos, tomar descansos del sol metiéndote bajo la sombrilla, utilizar protectores solares de calidad, nutrirte bien durante tus días de playa y, por encima de todo, escuchar a tu cuerpo. Si se siente pesado y desganado, es hora de tirarle para casa.