El acoso escolar no solo deja cicatrices emocionales, sino que, según un estudio reciente, podría afectar el desarrollo cerebral en áreas cruciales para la memoria, el aprendizaje y los movimientos motores.
Una investigación paneuropea publicada en bioRxiv y compartida por El País revela que el bullying podría influir en el desarrollo de hasta 49 regiones del cerebro en jóvenes que han sufrido agresiones escolares.
El estudio, el mayor de este tipo hasta la fecha, analizó escaneos cerebrales de 2.049 adolescentes de Alemania, Irlanda, Reino Unido y Francia, y documenta la diferencia en el impacto del acoso en el cerebro según sean hombres o mujeres. Los investigadores revelaron que las agresiones asociadas con el acoso escolar pueden tener consecuencias duraderas en el cerebro.
En el caso de las mujeres, se observó además una mayor activación en regiones vinculadas con la recompensa y la motivación, como el núcleo accumbens izquierdo, y con el sistema nervioso, como la amígdala derecha.
Darren Brody, del Colegio Real de Cirujanos de Irlanda y coautor del estudio, sugirió que esta activación diferente podría relacionarse con el tipo de acoso, que en mujeres está más relacionado con la manipulación emocional y el ostracismo. En contraste, en los hombres, el acoso incluye en mayor medida las agresiones físicas, que parecen afectar áreas relacionadas con la coordinación motora, como el giro precentral derecho.
Según el doctor en Psicología Clínica y de la Salud Alessandro Massaro, durante la adolescencia el cerebro atraviesa una fase de gran vulnerabilidad, en la cual el estrés crónico, como el que provoca el acoso escolar, puede afectar profundamente su desarrollo.
“En esta etapa se da un proceso de poda sináptica, un reajuste de las conexiones neuronales. Este ajuste es especialmente sensible al estrés y podría estar afectado en las víctimas de bullying”, señaló a El País Massaro.
Un descenso de la materia gris
El hecho de haber sufrido acoso escolar se ha asociado con un descenso en el volumen total de materia gris en ambos géneros. Esto sugiere un impacto generalizado en el desarrollo cerebral ante el estrés crónico.
A pesar de la asociación entre el acoso y los cambios cerebrales, los investigadores no pueden establecer una causalidad directa. Ignacio Morgado, catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona, comentó al periódico que estos resultados deben interpretarse con cautela, ya que el estudio es correlacional.
Sin embargo, estudios previos, como uno de 2018 realizado en el King’s College de Londres, ya habían apuntado a diferencias físicas en los cerebros de adolescentes que sufrían acoso regularmente.
En España, se calcula que un 35 % de los estudiantes españoles de ESO y Bachillerato ha sufrido comportamientos agresivos por parte de sus compañeros. Es un problema social que necesita abordarse desde múltiples frentes. Cuanto antes se actúe, antes podrán evitarse los efectos duraderos en el cerebro y en el desarrollo de la persona acosada.