Se habla mucho del bullying, pero atacar a una persona directamente con burlas o vejaciones no es la única forma de herir a alguien. Imagina, si no te ha pasado, que estás en un grupo de gente que cuando hablas hace ver que no has dicho nada, que preguntas algo y no responde. O un jefe de tu trabajo que te ignora cuando le consultas por Whatsapp. O que perteneces a un colectivo que la mayoría de la sociedad parece ignorar. El ninguneo existe, te hace sentir excluido y te puede herir.
La práctica social del ninguneo consiste en descalificar a otra persona o grupo social por la vía de la indiferencia, invisibilizándola, y se considera un acto de violencia moral o psicológica. Hacer como si alguien no existiera, hacerle creer que no es nadie, puede llegar a ser la más hiriente de las descalificaciones. Es habitual que la víctima sea una persona en una posición de fragilidad.
El ninguneo equivale a la eliminación simbólica de alguien, una forma de darle muerte social, según lo definen en el digital La Mente es Maravillosa. Y muchas veces, ese asesinato social es el que precede al asesinato real. De ahí que colectivos históricamente despreciados o maltratados por el racismo, como por ejemplo los rohingya de Birmania, sean constantemente despreciados, ninguneados y asesinados.
Pero claro, el ninguneo no siempre llega a esos extremos y tiene muchos grados e intensidades. Se trata de un acto llevado a cabo con premeditación, no pasar por alto a alguien sin ninguna intención. Mientras que el ninguneo individual puede partir de menospreciar los sentimientos de otra persona, el social deriva en diferentes grados de discriminación.
El ninguneo genera un germen de violencia en las víctimas que se puede tornar contra el agresor o bien afectar a la vida y la salud de la propia víctima. Para quien lo sufre, es importante ser consciente de que hay ninguneadores en serie y no permitirles que tengan poder sobre nuestras inseguridades.
A nivel social, políticas de inclusión que reconozcan los derechos de las minorías y la diversidad de identidades y colectivos pueden ayudar a combatir el ninguneo social, tantas veces de la mano de la discriminación y las agresiones de odio. Así ha sucedido con luchas como la feminista o la LGTBIQ, así como las minorías étnicas que luchando por sus derechos han conseguido empoderarse, dignificarse y conquistar derechos.