Cuando Adam Mastroianni actualmente postulado doctoral en psicología en Harvard era estudiante en Oxford y estaba atándose a desgana una vez más su pajarita a sabiendas de que no tenía ni puñeteras ganas de ir a aquella fiesta de la universidad mientras imaginaba esas tediosas charlas interminables que nadie quiere dar por zanjadas por mera educación, se dio cuenta: “¿Y si las dos personas están pensando exactamente la misma cosa pero los dos estamos estancados porque no sabemos cómo cerrarlo o cuándo hacerlo?”.
Ahora un estudio publicado en la revista oficial de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos parece darle la razón al pálpito de Mastroianni: analizando los sentimientos de los participantes tras una conversación se dieron cuenta de que la charla acababa o bien demasiado temprano o bien se alargaba de más. Vamos, que las personas tenemos un criterio pésimo para saber cuando cerrar el pico o cuando deberíamos seguir hablando. Si os paráis un momento a analizar cualquier encuentro con ese conocido-que-no-llega-a-ser-amigo por la calle podéis saber perfectamente a lo que se refieren. Chapas eternas o la sensación de quedarte con la palabra en la boca, siempre con ese aura de “no sé si despedirme ya o no” haciendo tremendamente incómodo todo.
Hasta ahora este tipo de estudios han sido llevados a cabo fundamentalmente por sociólogos y lingüistas, mientras que los psicólogos se han centrado en analizar otros asuntos, como qué tipo de lenguaje usan los seres humanos a la hora de persuadir. Sí que ha habido algún que otro estudio que ha buscado qué palabras escogen las personas para zanjar conversaciones, pero hasta el momento no se habían enfocado en cuándo las personas deciden usarlas. “La psicología acaba de ser consciente del hecho de que es un hecho interesante y fundamental a nivel social”, explicó Mastroianni a Scientific American. Para su estudio él y su equipo condujeron dos experimentos que les permitieron analizar las dinámicas de conversación.
En el primero encuestaron a 806 sujetos sobre su última charla con otra persona. En la mayoría de casos había sido con un amigo, familiar o pareja, y se buscaba saber en el momento aproximado que las personas hubieran querido terminar la conversación con respecto a lo que duró en realidad. En el segundo, esta vez en un laboratorio, 252 individuos fueron juntados en parejas con la única instrucción de hablar hasta que les viniera en gana, entre 1 y 45 minutos. Como te podrás imaginar el resultado fue total y absolutamente desastroso. Mastroianni y cia descubrieron que solo el 2% de las conversaciones acabó cuando las dos partes lo deseaban.
Y solo el 30% cuando al menos uno de los dos quería. La mayoría hubiese preferido que la charla durase la mitad de lo que duró. El 64% tampoco fue capaz de acertar cuándo hubiese deseado su compañero acabar la conversación. Efectivamente, la ciencia confirma que, a pesar de ser “animales sociales”, somos muy torpes socialmente. Alison Wood Brooks, profesora de negocio en Harvard que no estuvo implicada en este estudio, comentó a Scientific American "La floreciente ciencia de la conversación necesita artículos descriptivos rigurosos como este, pero también necesitamos experimentos causales para probar estrategias que puedan ayudarnos a navegar los importantes y omnipresentes desafíos de la conversación. Creo que es bastante loco que podamos poner rovers en Marte y, sin embargo, apenas estemos empezando a comprender con rigor cómo habla la gente entre sí”.