La receta zen de las cárceles noruegas para erradicar la delincuencia

El sistema penitenciario noruego, que rechaza la prisión como una medida de venganza y castigo, se ha proclamado como "el más humano del mundo"

Las imágenes que tenemos de las cárceles nos llegan sobre todo de Hollywood. Si pensamos en una penitenciaría a todos se nos dibuja la típica celda lúgubre, sucia y masificada, con violencia entre presos y abusos policiales. Y, desgraciadamente, es así en muchos países: cárceles inhumanas y peligrosas. Sin embargo, hay un país donde las prisiones son distintas, más centradas en la reinserción y menos en el castigo: Noruega.

¿Cárcel para castigar o para reinsertar?

Todo tiene que ver con el trasfondo filosófico de la cárcel. Es una pregunta histórica: ¿debería servir para castigar o es un lugar en el que personas que han cometido crímenes entiendan que sus actos son nocivos para el conjunto social y que deben cambiar? Hay muchos países con una visión de la cárcel como institución para la llamada resocialización, pero ninguno llega a aplicarlo como Noruega, que ha logrado reducir la reincidencia al 25% “gracias a las buenas políticas penitenciarias que desempeñan con los reclusos”, según informa el diario digital El Confidencial.

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“Si no tienes buenas oportunidades y estás encerrado en una jaula, es imposible que te conviertas en un buen ciudadano. Aquí hay buenas oportunidades, puedes sacar diplomas y cuando salgas, un trabajo estable”, explica un recluso a la periodista Emma Jane Kirby, de la BBC, en un reportaje sobre “el mejor sistema carcelario del mundo”. Es decir, las personas consiguen salir de la marginalidad, uno de los principales factores que abocan a las personas al crimen y, además, descubren nuevas metas, intereses y motivación para mejorar y vivir en sociedad de forma próspera. 

Asegurar la paz interior

Fredrik está condenado a 15 años de prisión por asesinato. “En un estudio anexo a su celda, está dando los últimos retoques a la portada ilustrada del libro de cocina de la prisión noruega de Halden. No solo se dedica a pintar, también está estudiando matemáticas y física. El resto del tiempo lo pasa reflexionando sobre su pasado para aceptar y poder vivir con los remordimientos de todo el dolor causado”, añade el artículo. Es uno de los muchos presos que viven en la cárcel en “un retiro silencioso” para “hallar el perdón propio” y “la paz espiritual”.

Algunas de las actividades que promueven en la cárcel son clases de yoga, meditación, deporte… lo necesario para poder interactuar con ellos, motivarlos y entender su psicología para que sean mejores personas. Estas actividades “los tranquilizan”, “no queremos ira ni violencia este lugar”, dice un gerente de la prisión. El personal carcelario actúa, por lo tanto, como si fueran unas colonias escolares: les dan referentes, modelos a seguir y personas en quien confiar para ir progresando.

Por supuesto este sistema no es barato. Cada preso cuesta 110.000 euros al año que salen de impuestos de todos los ciudadanos. Un dinero que el Gobierno paga felizmente porque desde que en los 90 se pasase de “venganza” a “rehabilitación” en las cárceles la reincidencia no hace más que disminuir. “¡El sistema funciona!”, le explican desde la prisión noruega de Halden al periodista.

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“En Noruega, el castigo simplemente es privar de la libertad a una persona. El resto de derechos permanecen. Han obrado mal, deben recibir castigo, pero siguen siendo seres humanos”, comenta Halden. Por eso pueden acceder a estudios de alta cualificación, votar, tener aficiones o ver a sus familias con relativa frecuencia.

Pero no todo es idílico: Noruega está empezando a ver como la producción de petróleo en el Ártico, una de sus grandes bazas económicas, está disminuyendo por lo que ya ha empezado con los recortes. Eso preocupa a las cárceles, pero esperemos que el país con las mejores cárceles del mundo siga encontrando los recursos para mantener este nivel de reclusión y disminuir la violencia.