Las cosas más odiosas que hacemos en el hospital contado por enfermeras

Recogidos en el libro Anécdotas de enfermeras, estos testimonios te cuentan historias de hospital que te harán perder la fe en la raza humana

"Parecen leyendas urbanas, pero no lo son", explican las profesionales de la salud que Elisabeth G. Iborra ha entrevistado en su libro Anécdotas de enfermeras. "Lo afrontamos con humor, al final". Desde padres que te hacen pensar que deberían expedir un carnet para tener hijos hasta pacientes insoportables que ni una sonrisa de cortesía les sale al tratarlos. Estas son siete de las historias más memorables que vivieron en sus hospitales.

1. Machistas en ginecología

Los hombres acompañando a las mujeres al ginecólogo son horribles. Una vez, un hombre, tras revisar a su novia, dijo: "¿todo bien?". "Sí, todo perfecto", le respondió el doctor. "Ah, es que si no está bien, la dejo, que yo necesito como mínimo hacerlo dos veces a la semana. Y quiero que rinda". La chica puso una cara de disgusto... el doctor no le dijo nada.

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2. Padres primerizos

Una noche atendí a un crío cuya madre, primeriza, se lamentaba de que a la hora de cenar le había subido la fiebre. Necesitaba saber qué medicación se había tomado para bajar la fiebre, así que le pregunté: "¿Y qué le ha dado?". "Pues un frankfurt". "No, mujer, para cenar no, para la fiebre...". Así cientos de casos más. 

3. Las cosas que te introduces dentro y te niegas a admitir

Una vez vino una pareja. La chica se había metido un dildo de cristal y se quedó dentro por efecto vacío. Tuvimos que perforárselo para que entrase aire y saliera. Otra vez tuvimos un caso digno de Almodóvar: vino una señora de 82 años con problemas vaginales. Le palpábamos la zona y no notábamos nada porque estaba muy introducido. Le hicimos una ecografía, se veían unas pequeñas bolas. Un médico dijo "a ver si va a ser el rosario que la abuela se ha metido después de rezar". Efectivamente, era un rosario, con crucifijo incluido. Hemos encontrado de todo, peras pequeñitas, plátanos, limones, bolas de ping-pong, bolis... Siempre son adultos que se inventan que se han sentado sobre el objeto y, qué casualidad, han absorbido con sus partes íntimas. 

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4. Micropene y chulito

Una vez vino un hombre con un micropene a que le hiciéramos una sonda. Tenía un pene diminuto, invisible. De verdad, tuve que pedir ayuda a otras enfermeras para encontrar su uretra. Al final, después de estrujarlo como una oliva, logramos meterle el tubo. Nos dijo "ay, chicas, a saber cómo aprobasteis la carrera, eh...". Pues probando en penes estándar, tendría que haberle respondido

5. Los adultos que no entienden las instrucciones básicas

Vino un señor con dolor de oído. "Póngase el termómetro que ahora venimos" ...cuando volvimos lo tenía dentro de la oreja. O en una intervención, que tenían que operar a un señor, le decimos a su esposa: "tenga, se ducha, se desnuda y se pone la bata". ¡Y sale ella duchada, desnuda y con la bata, y no al que íbamos a operar!

6. Los hijos que solo quieren el dinero

Soy enfermera de guardia y voy pasando de casa en casa. Creo que a la mitad de casos que llevo de ancianos no les sucede nada. De hecho, están perfectamente, pero me piden que me quede con ellos durante los 10 minutos de visita, dándoles conversación, porque a sus hijos no les ven nunca y están muy, muy solos. Eso sí, cuando ingresan en las últimas a los ancianos, todos los hijos vienen a ver qué pueden rapiñar del testamento.

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7. Jóvenes cachondos

Me he encontrado a muchísimos jóvenes tirándose a su pareja en la habitación, sin ningún problema. ¡Encima te piden que pongas un cartel de no molestar! Hay otros, solteros, que se hacen pajas y te piden constantemente que les cambies las sábanas de la cama, llenas de lefa, y dicen que perdón, que fue una polución nocturna. No cuela, los enfermeros sabemos cuándo te masturbas.