Tardé 20 años en reunir la fuerza para enfrentarme al hombre que me violó

Retenida a punta de cuchillo y violada por un extraño dentro de un teatro al que asistió para escribir una crítica, la periodista Joanna Connors se enfrenta a la dura búsqueda de poder conocer y encontrar a su violador

“Miré hacia abajo, al escenario en el que aparecía arrodillada frente a un hombre que blandía un cuchillo grande y oxidado a la altura de mi cuello y me obligaba a chupársela. ‘Chúpamela’, decía, empujándome la cabeza, ‘tengo que correrme’”. Así es como la periodista Joanna Connors relata un fragmento del duro instante en que fue retenida y asaltada por un desconocido en el interior de un teatro y posteriormente violada en 1984. La violación duró dos horas. La neoyorkina, que en aquel momento tenía 30 años, estaba paralizada y en shock pero recuerda perfectamente que cuando él terminó la amenazó para que no avisara a la policía y le dijo: “Si tengo que ir a la cárcel, te echaré de menos. Y, cuando salga, te encontraré”.

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Al día siguiente, David Francis como se llamaba el violador, sintiéndose impune, regresó al lugar de los hechos donde la detención lo pilló por sorpresa. Fue arrestado y sentenciado a pasar más de 30 años en la cárcel. Joanna Connors enterró la historia y no volvió a hablar de lo sucedido hasta que, un día, todo el dolor y el miedo que había ido juntando en un rincón escondido de su interior, explotó y decidió ir en su busca. Todo el relato lo cuenta Joanna Connors en su libro titulado Te encontraré. En busca del hombre que me violó, publicado por Errata Naturae.

El pánico de que vuelva a ocurrir

Joanna jamás volvió a pronunciar palabra sobre la terrible situación de la que fue víctima pero, aunque convenció a todo su entorno y a sí misma de que estaba bien, el trauma comenzó a crecer en su interior donde estaba oculto y a hacerse cada vez mayor. “Acabó con el valor y la alegría que me quedaban. Acabó con la confianza que tenía en el mundo. Peor aún, la cepa iba trepando hasta alcanzar a mis hijos. Cuando me violaron estaba casada pero aún no tenía hijos e incluso aunque no viviesen cuando ocurrió, ellos heredaron mi violación. Siempre esperaba que algo terrible les ocurriese. Todo ese horror se proyectaba ante mí con la precisión de un documental. Accidentes de coche. Secuestradores. Pedófilos. Asesinos”.

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Cada situación que Connors vivía era insufrible. Se obligaba a cerrar todas las puertas, estudiaba perfectamente los antecedentes de las niñeras, escoltaba a sus hijos, comenzó a recolectar una enorme lista de miedos: miedo a volar, a conducir, miedo a ir en coche con otra persona, miedo a atravesar un puente, miedo a los ascensores, a los espacios cerrados, a la oscuridad, miedo a las multitudes y, sobre todo, miedo a no tener a sus hijos a la vista. Su paranoia fue tal que empezó a sospechar que su marido abusaba de su hijo, sin ningún tipo de prueba. La situación tóxica que la mujer vivía era insostenible. No fue hasta 21 años después de su violación —es decir, en el año 2005 cuando ella ya tenía 51 años y sus hijos iban a la universidad— cuando decidió ser ella la que encontrase a su violador. La paradoja está en que esa fue la amenaza que el agresor le dijo cuando la dejó violada y sangrando.

Revivir el trauma

“Soy consciente de que es demasiado tarde en cuanto me agarra por detrás, sujetándome los brazos por los lados. Intento gritar. Quiero gritar. Sin embargo, mi cuerpo piensa otra cosa. El pánico se apodera de mí y me cierra la garganta hasta volverla un nudo apretado y ardiente que me enmudece. Todo lo que puedo conseguir es un pequeño y sofocado ‘no’, casi como un susurro”. Esta parte del relato, por desgracia, podría atribuirse a muchos otros casos de violación que se conocen. De hecho, la autora repite en varias ocasiones un pensamiento que, aunque es terrible, es cierto: “Ya está. Mi violación. Sabía que iba a llegar. Toda mujer lo sabe, la anticipa, la teme, aunque no crea que le ocurrirá a ella. Y ahora aquí está. Me ha tocado”.

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El día de la violación, David Francis engañó a la periodista para que lo siguiera a las profundidades de un teatro al que ella había acudido para hacer una crítica. Allí la violó. Para reconstruir la historia, Joanna Connors explica con sumo detalle la cruel violación. Qué hace él, cómo lo hace, qué le pide, cómo le pega, cómo la amenaza y cómo ella se enfrenta a esa situación entre miedos, dudas y completa parálisis. Recopila los documentos que contienen todos los interrogatorios, no solo en los que habla ella sino también los de Francis. Así va reuniendo información sobre él para llegar a conocer quién era y los motivos que lo llevaron a eso. Realmente lo que ella intenta, en el fondo algo de lo que se da cuenta al final, es encontrarle un ‘sentido’ a aquel trauma que había vivido. Su objetivo, al final, era conseguir cerrar su herida para poder tener una vida sana y decente. Algo que, además, consiguió gracias a escribir el libro.

El cara a cara

Después de la violación, Joanna Connors y David Francis vuelven a verse en dos ocasiones. La primera junto al agente de la condicional. "Solo recuerdo que David Francis se sienta en la silla justo enfrente de mí, me lanza una mirada fija y cruda que mantendrá durante toda la audiencia. El agente de la condicional me pide que cuente lo ocurrido. Estoy temblando. Al otro lado de la mesa, Francis hace muecas burlonas y chasquidos mientras hablo. Hace sonidos para que lo mire, cuando se asegura que estoy mirándolo, contrae los labios como si fuese a darme un beso". 

La segunda vez que lo ve es durante el juicio. Esa será la última. "Mi corazón late a ritmo vertiginoso cuando me adentro en el tribunal. Busco a mi marido y a mi madre y los encuentro en primera fila. Fijo la vista en ellos, intentando borrar el resto de la sala pero percibo cómo David Francis me observa avanzar por el pasillo". Así relata la periodista el comienzo del juicio. Una vez terminado el juicio el cual gana Joanna Connors enviando durante más de 30 años a Francis a prisión el agresor se gira hacia la víctima y murmura: "Sí, vete a celebrarlo. Ve repartiendo los puros. Te voy a joder entera".

El encuentro buscado

Junto a una fotógrafa, Joanna Connors empieza a hacer lo que más la hace feliz: escribir. Se adentra en una investigación para dar vida al reportaje que contará su historia. Sin duda alguna, David Francis ocupará gran parte de su relato. Ahora bien, cuando ella empieza a recopilar información decide conocer cómo va la pena del acusado y descubre, para su sorpresa, que estaba muerto. David Francis murió de cáncer entre rejas. Este es el motivo que lleva a la autora hasta su familia. Los padres de Francis ya estaban muertos: él era un maltratador, alcohólico y proxeneta, ella era ama de casa, murió quemada. Sus hermanxs, algunxs muertxs, otrxs en la cárcel… Joanna, entonces, consigue dar con Charlene, la hermana de Francis. La hermana con la que mejor relación tenía y que no sabía que él había muerto ni mucho menos lo que había hecho.

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Cuando por fin Connors pudo contarle a Charlene que su hermano la había violado, ella consiguió entenderlo. Charlene había sufrido tres violaciones que jamás había denunciado. “Me lo busqué. Si no hubiera sido tan tonta”, justificó la hermana de Francis. “Tonta, tonta, tonta, tonta, tonta, tonta. Acabamos en el mismo lugar, flagelándolos a nosotras mismas con la misma palabra. ‘Charlene’, le dije, ‘No tenían ningún derecho a hacerle lo que le hicieron”, sentencia Connors en el libro, al final de un larguísimo encuentro.

La autora, para finalizar su relato, vuelve por primera vez al interior del teatro donde fue violada. Lo hace en soledad, para volver en sí. Para recoger los trozos que quedaron de sí misma aquella tarde de 1984. “La primera de las cuatro nobles verdades del Buda dice: la vida es sufrimiento. Dice que vivimos completamente solo cuando dejamos de apartar el dolor y aceptamos que el sufrimiento es parte de la vida”, decreta la autora al final del libro. No solo es un libro de superación, es un libro que habla abiertamente de la cultura de la violación y de la violencia, dos caras de una misma moneda.