Tus recuerdos cambian con el tiempo y muchos de ellos ni siquiera son reales

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Sara Danyao fue adoptada en 2001 por una familia española en Wuhan, en China. Antes de eso, había pasado un tiempo en un orfanato en otra ciudad, Hubei, donde una niña algo mayor cuidaba de ella. Ahora ha decidido buscarla. Solo sabe que la adoptó un matrimonio mayor que vivía en Madrid y que ahora debe tener entre 21 y 23 años. 

A Sara le han contado que la otra niña la cuidaba en el orfanato porque era del grupo de las mayores. Tenía más o menos cinco años y durante todo el proceso de adopción no se separó de Sara ni un momento hasta que fueron separadas del todo, según les contó la traductora a sus padres. "Esta niña incluso le pidió a mis padres que la adoptaran también para que ella pudiese venir conmigo", cuenta en el hilo de Twitter, que ya tiene casi 90K retuits y 60K likes.

Sara ha movilizado las redes, pero un factor neuronal juega en su contra: la mayoría de las personas no recuerdan qué les pasó antes de los dos o tres años y muy pocos accedemos a nuestras memorias anteriores a los cuatro o cinco y menos. Y mucho menos si se trata de sentimientos, porque necesitan un lenguaje más sofisticado y palabras abstractas para quedar fijados en la memoria. Nuestros primeros recuerdos suelen ser imágenes. Se llama amnesia infantil y Catherine Loveday, de la Universidad de Westminster, se la explicó a la BBC: "varía mucho la edad de los primeros recuerdos, pero usualmente tiene que ver con algo significativo. La gente recuerda cosas como caerse de la bicicleta... momentos que fueron importantes para ellos".

Una adopción, un cambio de país, de familia y de vida puede parecer un momento a recordar, pero tampoco es seguro el nivel de precisión con el que la otra niña podría acordarse de Sara porque a esa edad, el cerebro se desarrolla muy rápidamente y tiene que ir dejando paso a los nuevos conocimientos. "En el primer par de años de vida estamos creando tantas conexiones nuevas que el cerebro de un bebé de un año tiene más conexiones que en cualquier otro momento en su vida", explica Catherine Loveday.

La memoria falsa

A veces, al ver una foto o hablar de recuerdos de infancia con nuestros familiares construimos esa imagen en ese cerebro. Con el tiempo, podemos acabar confundiéndola con un recuerdo de verdad. Por eso, un 40% de la gente asegura tener memorias de cuando era bebé e incluso hay gente que asegura recordar el momento de su nacimiento, lo que es imposible. 

"La gente cree que los recuerdos son estructuras físicas que viven en el cerebro como un archivo en un ordenador, pero en realidad son redes distribuidas a lo largo del cerebro", cerebro como un archivo en un ordenador. Es decir, para revivir un recuerdo, lo que necesitas es acceder a distintos puntos de cada una de esas redes para reconstruir lo que pasó. Los mismos que se activaron durante la vivencia real, pero ninguno de esos vínculos es permanente. De hecho, cada vez que recordamos, lo vamos modificando.

De hecho, Shaw tiene un experimento mediante el cual introdujo recuerdos a los participantes hasta que ellos creyeran que lo habían vivido de verdad. A lo largo de tres entrevistas, les contó cosas que podrían haber pasado después de un recuerdo real... y acabaron creyendo que había sido así. "Entender los falsos recuerdos nos permite intervenir de forma terapéutica cuando alguien ha experimentado algo que ha influenciado su vida de forma negativa", apunta Shaw. Esto también tiene una ventaja: los terapeutas pueden llegar a ayudarte a modificar las percepciones de los hechos que te siguen perturbando. 

No puedes fiarte de todos tus recuerdos, pero la memoria también puede sorprenderte y según cómo la agites, puede traer al presente una vivencia que creías que habías perdido. Ojalá la chica de la foto acabe encontrándose con la imagen de Sara y pueda reconocerse en esa niña.