‘Tinder sorpresa’: cuando después de 100 citas aparece alguien que te fascina

Desde su estreno en 2012, nos ha sorprendido con diferentes experiencias y, sin embargo, solemos fijar más la atención en aquellas que son desagradables

Los enemigos de Tinder pueden claudicar su odio a la app, al menos durante el tiempo que necesiten para leer todas las historias curiosas y con un auténtico final feliz que vamos a compartir. Desde su estreno en 2012, nos ha sorprendido con diferentes experiencias y, sin embargo, solemos fijar más la atención en aquellas que son desagradables. Hoy nos proponemos lo contrario porque pese al escepticismo, a veces, después de cien citas llega alguien que vale la pena y te fascina.

¿De verdad solo se busca sexo?

A sus treinta años Pedro es de los que cree que cualquier medio es válido para conocer gente. Hace unos años este sevillano decidió hacer un viaje por España junto a un amigo. Emprendieron su aventura desde Andalucía hasta León. Justo allí abrió Tinder e hizo match con dos chicas, Alexandra, alemana y Anna, austriaca. Ambas se encontraban de vacaciones por nuestro país. Para decepción de algunos malpensados no hubo orgía. Cenaron, charlaron y acabaron compartiendo el viaje. “Lo más curioso de todo es que un par de años después estuve visitando Viena con unos amigos y recordé que Anna estaba allí. La avisé, quedamos para tomar algo y nos sumergió en la ciudad. Fue estupendo”, recuerda Pedro.  

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El match que acabó en boda

Lo que parecía una tontería ha resultado ser una experiencia absolutamente profunda y trascendental para Marina y Simón. Esta pareja de uruguayos son a día de hoy marido y mujer por obra y gracia de Tinder Sorpresa. Ella se encontraba haciendo su tesis y esta aplicación le servía como terapia para distraer su mente. No tenía más objetivo que hablar con desconocidos, fluir, sentirse bien… Después de dos años entre libros y más libros, la aplicación la devolvía por unos minutos al mundo del coqueteo y la seducción.

“Empecé a hablar con él sin expectativas, él tampoco las tenía. Cada uno estaba en su particular viaje personal, él a punto de emigrar a Francia, con un billete comprado y yo estudiando. Cuando le conté la temática de mi tesis le pareció interesante y ahí se incrementó el interés. Al poco, nos vimos: cerveza, porros… Todo súper divertido. En la siguiente cita me dijo que se iba a vivir a Francia. Intenté no venirme abajo y convencerme de que había que disfrutar mientras durara. Luego se fue y le dije que no iba a ser su novia de Whatsapp y le desee mucha suerte”.

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Sin embargo, la cosa no quedó ahí. Continuaron hablando y, al cabo de unos meses, Simón volvió a Uruguay. Desde ese momento no dudaron en empezar a vivir juntos. Hoy están casados y son felices. “La gente piensa que somos ese porcentaje de éxito”, dice feliz Marina.

Del odio a las segundas oportunidades  

Eva y Miguel no se conocieron en Tinder, pero cuando menos lo esperaban la app les dio una nueva oportunidad. Miguel, además de todo un millenial, es lo que se conoce popularmente como un mujeriego. Acostumbrado a meter ficha, no dudó en poner su atención en Eva a través de una red social. La cosa empezó a fluir: un café, dos cafés… La atracción y el feeling era algo que según Eva ninguno podía negar. Había llegado el momento de dar un paso más. Cuando llegó el día de verse, Eva recibió como respuesta un plantón. Se enfadó y su cólera aumento cuando Miguel ni siquiera le escribió un mensaje para justificarse y disculparse: “Un imbécil más”, pensó.

Tres meses más tarde, ella encontró el perfil de Miguel en Tinder. Hizo una captura de pantalla y bajo el mensaje de “jajajajaja”, se la envió a él. Sin cortarse, Miguel la retó a que deslizara su dedo hasta el like. ¡MATCH! Fue entonces cuando retomaron aquella conversación que quedó pendiente. La rabia dio paso al entendimiento y el entendimiento a la serenidad. Actualmente aún no han echado un polvo, pero continúan paseando su feeling y atracción por los bares y verbenas de la capital.

Amistad a primera vista

No es ningún secreto que la mayoría de personas que se registran en Tinder o en su homólogo, Grinder, para chicos homosexuales, lo hace con el claro objetivo de follar. Según Jorge, las conversaciones entre gays suelen ser muy directas, en plan, "qué buscas", "eres activo o pasivo", "qué te gusta hacer", "tienes sitio", "quedamos en otro lado". Sin embargo, cuando menos lo esperaba, este joven de 27 años, residente en Londres, fue testigo de un cambio muy positivo en su vida. “A mí siempre me han gustado maduritos, así que, después de hablar, decidí quedar con un chico de 42 años… Quedamos en el centro comercial de mi barrio y tomamos un café. La conversación estaba siendo fluida, cómoda. Y sin decirnos nada creo que los dos fuimos descartando la idea de tener sexo. No sé. Dejó de ser una conversación lasciva y realmente empezamos a interesarnos por las vivencias del otro y por saber más sobre nuestras vidas”, cuenta.

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Conectaron en un nivel que ninguno de los dos esperaban, pero no había nada en su interacción que sugiriera sexo o romance. “Cuando nos cerraron el café, no queríamos irnos y casi a la vez nos sugerimos la idea de cenar juntos y seguir hablando. Luego nos emborrachamos en un sitio donde que ponen unas pintas cojonudas. Al final de la noche se nos había olvidado que queríamos follar, la verdad, y parecía que nos conocíamos de toda la vida. Desde entonces nos hemos convertido en mejores amigos”, sonríe Jorge.

Quizá ha llegado el momento de mirar Tinder con otros ojos, ¡hay esperanza!