“Empecé a ser infiel durante la pandemia y soy más feliz que nunca”

Decidió buscar un amante durante la pandemia porque se sentía infeliz y atrapada en su matrimonio y su casa: esta historia nos enseña que ni los infieles son tan malos ni los engañados solo víctimas.

Todos hemos vivido, si no en primera persona en nuestro círculo más cercano, como la pandemia y el confinamiento han puesto a prueba muchas relaciones de pareja. Algunas simplemente no han sobrevivido al estrés de vivir 24/7 encerrada con un compañero de vida que, probablemente, no era el indicado. Otras han seguido flotando pero, como en el caso de esta historia, aferrándose a un salvavidas que transgrede los votos del matrimonio: con un amante. La protagonista de esta historia, a la que llamaremos Emma, explicó su aventura de forma anónima a la periodista Olivia Petter en un texto en primera persona para el Independent.

Emma nunca había sido infiel, nunca se lo había planteado. Vive en Londres con su marido, con el que lleva casada 10 años, y con su hija. El confinamiento fue duro. Su marido estaba en casa a tiempo completo, cosa que no sucedía desde hacía años. Ella, aislada de su familia y amigos, se sentía cada vez más frustrada con su falta de implicación y esfuerzo en su matrimonio. “A medida que avanzaba el encierro, ambos nos deslizamos lentamente hacia nuestros roles tradicionales de género: yo limpiando y cocinando 24 horas al día, 7 días a la semana; él jugando videojuegos e ignorándome. También me convertí en la principal cuidadora de niños, encargándome por completo de la educación en el hogar a pesar de que todavía trabajaba a tiempo completo, lo que ha creado un muro de resentimiento entre nosotros”.

Así que después de meses de encierro, cuando se acercaba el final del confinamiento, leyó por primera vez sobre la existencia de webs que ponen en contacto a personas casadas que quieren mantener una relación extramatrimonial. “A medida que el encierro avanzaba y me sentía cada vez más sola en mi matrimonio, decidí inscribirme. Solo para ver qué había ahí fuera”. Y allí conoció a Ben, un hombre de 41 años que, igual que ella, estaba infelizmente casado. “La primera vez que tuvimos sexo fue como algo salido de una película. Llegué vestida solo con una gabardina y lencería”. Se encontraron en uno de esos hoteles que aseguran alta privacidad, precisamente porque quienes se citan allí lo hacen ocultando algo a su pareja. “Nos llevamos bien de inmediato. Ben ha estado casado durante 15 años. Había estado saliendo con su ahora esposa por un corto tiempo cuando ella quedó embarazada. Debido a presiones familiares y creencias religiosas, decidieron casarse, pero él dice que nunca se enamoraron. Todavía no lo hacen”.

Aunque Emma considera que su marido es un hombre maravilloso y un hombre amable, ya no la mira de la misma manera: sus vidas giran en torno al cuidado de sus hijos, el romance y la sensualidad han quedado fuera de la ecuación. No es capaz de recordar la última vez que tuvieron sexo, las discusiones eran demasiado frecuentes y, desde el inicio de la pandemia, incesantes. “Con Ben, es completamente diferente. Hablamos durante horas, nos apreciamos y nos decimos lo maravilloso que creemos que es el otro a diario. Es como una luna de miel, solo que sin todo el equipaje”.

“El sexo no se parece a nada que haya experimentado. Más que la clase ritualista de intimidad que puede ocurrir dentro de las relaciones matrimoniales, esto es espontáneo, enérgico, frenético. No recuerdo la última vez que me sentí deseada así. Es la cosa más sexy que he experimentado”. Pero la aventura con Ben no solo ha cambiado su vida en esa parcela emocional que mantiene en secreto, la ha cambiado a ella: “Me he dado cuenta de que incluso cuando no estoy con Ben, soy más juguetona cuando hablo con amigos, más divertida y positiva. En el trabajo, me he vuelto más confiada y ya no me estresan los detalles menores”.

Aunque desde fuera parece claro que ambos deberían dejar a sus respectivas parejas e intentar algo juntos, Emma explica que Ben nunca dejaría a su esposa y que ella, viniendo de un traumático divorcio de sus padres, no querría hacerle eso a su hija. Está segura de que su marido, al que define como “un extraño” con el que duerme “con millas entre ellos en la misma cama”, no sospecha nada, al menos de momento. Tampoco sabe si cuando la vida vuelva a la normalidad ni ella ni Ben tendrían tiempo de mantener una aventura así. “Por ahora, solo disfruto de lo que tenemos y trato de no pensar demasiado en el futuro. Ahora mismo, estoy más feliz que nunca. No quiero pensar en mucho más allá de eso”.