Nos comimos la boca y ahora pasas de mí, eres emocionalmente analfabeto

Algunas personas no saben entablar una conversación normal o seguir actuando como antes después de un encuentro amoroso o sexual pasajero

Semanas de conversaciones y coqueteos que te encendían la entrepierna bien fuerte. Te pasabas todas las tardes con los ojos pegados a la pantalla del móvil averiguando si el finde sí o el finde no. Al final esa persona que tiene tu atención atrapada decide que también saldrá de fiesta el sábado y justamente por la misma zona que tú. Tres buenas raciones de risas y cuatro cervezas más tarde os estáis comiendo toda la boca delante de todos que os miran con ojos de alivio porque es que, ya estabais tardando y se nota —por esos largos minutos sin despegar las lenguas— que os apetecía desde hacía tiempo. Parece que la noche promete, o eso era lo que tú creías.

Viento en popa y a dos velas

Cuando parecía que todo iba bien, que ya por fin se habían calmado las ganas acumuladas y que el siguiente paso era el de compartir una cama durante mucho rato, esa persona comienza a ignorarte. Sí, tal cual, ya no existes. Vaya, que ni te mira. Pero bueno, ¿qué ha pasado? Tu cara se queda a cuadros y no sabes cómo reaccionar. Las ganas de fiesta desaparecen y comentas con tu entorno si alguien ha entendido algo de lo que acaba de suceder. Todos están igual y lo peor es que, Sí, tal cual, ya no existes, decides actuar de la misma manera: con indiferencia.

El problema reside en todo lo que os estáis perdiendo por no saber encaminar esos sentimientos y sensaciones que hacen tambalear vuestra zona de confort. Pero que no cunda el pánico, todo tiene arreglo.

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Aunque estés indiferente fingiendo que te lo pasas genial con una sonrisa de oreja a oreja y hasta bailando, un abanico de posibles respuestas se abre en tu cerebro: tiene pareja, besas fatal, le dio corte que todos os vieran, se ha arrepentido, le recuerdas a su ex, acaba de descubrir que estaba equivocado en cuanto a sus preferencias sexuales o simplemente quería llegar hasta ahí. Perfecto, todas pueden valer pero casi ninguna justifica su comportamiento.

En este aspecto, Arantxa Moliner, psicóloga, sexóloga y terapeuta de parejas, explica que “saber gestionar las emociones es una habilidad esencial para alcanzar metas y vivir sin estrés o ansiedad” y puntualiza, para aquellos que se encuentran en este tipo de situaciones que “cuando aparece una emoción no hay que rehuir de ella, hay que acogerla y conectarse con lo que se siente de forma interna”. Así podrás entenderte y, además, no dejar “colgada” a la persona con la que te acabas de liar.

El pasotismo post beso también sucede en situaciones donde entra en juego el sexo. Esta situación segunda es más común y promueve momentos incómodos si las personas que lo han practicado se encuentran de manera fortuita: los silencios junto con las miradas huidizas son los protagonistas y, ¡ojo!, que no se te pase por la cabeza volver a intentar quedar. Está claro que estas vivencias tienen dos claras justificaciones.

Por un lado se culpa a aquellos que huyen de lo que acaba de suceder y por otro el hecho de no dialogar acaba por completo con las posibilidades de tratar con madurez un beso o una relación sexual. Por cierto, dos de las cosas más normales, primitivas y fantásticas que las personas pueden compartir.

No, no me quiero casar contigo

Las relaciones son complicadas si no hay comunicación de por medio. Esta falta de diálogo promueve, también, la aparición de clichés o prejuicios que se tienen instalados de forma inconsciente en la cabeza. Para muestra, un botón: dos personas se conocen, llevan algunos días quedando y a la tercera o cuarta cita comparten una noche de sexo espectacular. Al día siguiente uno de los dos desaparece del mapa. El vacío. Al otro día, más vacío. Se acabaron los mensajes y, por supuesto, los posibles encuentros futuros. Pasa el tiempo, ambos se olvidan y, de repente, se encuentran.

Como adultos se saludan y aparece el tema de aquella noche maravillosa, en la que la persona que desapareció justifica su ausencia con un “es que no quería nada serio”. ¿Cómo?, ¿y quién ha dicho que yo sí? Otra vez la clásica argumentación de la era de la posmodernidad en la que hay que explicar que sí es posible disfrutar de una libertad sexual sin que eso nos lleve a desear tener pareja. Qué pereza.

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Elia Quiñones, psicóloga, terapeuta sexual y de pareja, explica que “para muchas personas solo existen dos puntos en las relaciones: estar soltero o estar en pareja. Las relaciones ambiguas en las que nada está claro permiten beneficiarse de las ventajas de cada postura sin asumir las responsabilidades de ninguna. Es necesario saber lo que uno quiere y dejarlo claro porque debemos valorar nuestro tiempo y no permitir que nos hagan que lo perdamos”.

Justamente por ello es necesaria la comunicación: dejar las cosas claras desde el principio para que no haya espacio para los malentendidos y mucho menos para los prejuicios que tenemos grabados a fuego en la mente y que nos hacen dar por sentado situaciones en las que podemos estar equivocados.

Es muy fácil disfrutar del contacto con otras personas. Hay que identificar lo que sientes, dejar claro lo que quieres y hablar para que sea posible dar rienda suelta al placer de conocerse superficialmente o en profundidad. Lo que ambos quieran, cuando ambos quieran y como más os guste. Si te da la sensación de estar a punto de vivir una situación incómoda, detente un momento y habla. Si después de eso la persona se comporta mal sin ningún tipo de justificación, puedes tener la conciencia tranquila porque has hecho lo que correspondía.