Rendirse no siempre es malo, a veces es muy necesario

Creemos, por ego y porque no entendemos nuestros procesos mentales, que rendirse es de cobardes y tenemos que llegar hasta el final. Pero no siempre es así

Instintivamente, siempre que tenemos un problema queremos resolverlo. No es agradable vivir con complicaciones y queremos salir airosos y victoriosos de estas situaciones más comprometidas. Aun así, una de las claves de la inteligencia emocional es entender que está bien intentarlo y fallar, que lo importante es saberse levantar después de cada fiasco o fracaso.

Sin embargo, el diario The New York Times planteaba una cuestión: ¿es igual de legítimo rendirse? Siempre nos dicen que lo importante es intentarlo, dar lo máximo de ti. Pero nunca que, quizá, lo más sensato en algunas ocasiones es rendirte, porque no siempre todo tiene solución y el simple proceso de buscar una respuesta es agotador y te exprime toda la fuerza, dejándote cansado, triste, desvalido, y sin ánimo de centrarte en otros asuntos que sí merecen la dedicación. 

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Plantéatelo con algunos ejemplos: hay alguien que te odia, y tienes que encontrar una solución para que no lo haga. Te rompes la cabeza, intentando saber por qué te desprecia, sin tener en cuenta que quizá la mejor solución es dejarlo ir y que te odie, el problema es suyo. O, por ejemplo, quieres volver con tu ex. Pero no es recíproco. Lo intentas, hablas, insistes… pero sin resultado. Déjalo ir, ríndete. Probablemente no podrás recuperarlx. Un último ejemplo. Te apuntas a la carrera que quieren tus padres, pero tú lo odias. ¿Por qué seguir estudiando? Abandona y haz lo que te haga feliz.

En estos tres ejemplos, la decisión más sensata es rendirse, una solución difícil porque es una patada al ego. Es lo que asegura la psicóloga Kristin Neff, al diario británico The Times. “Es un problema de ego y autoestima porque solo pensamos en triunfar y rendirse lo vemos como un fracaso”. La mayoría de veces que nos aferramos a algo aunque no tenga sentido y sepamos que no lo resolveremos es porque, además del ego, hemos dedicado tanto tiempo a encontrar una solución óptima que no nos vemos capaces de tirar todos los esfuerzos por la borda y rendirmos. Por eso, insistimos hasta que acabamos heridos y frustrados.

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Está claro que este pensamiento tan tóxico debemos desterrarlo de nuestra mente. Pero no es fácil, advierte el The New York Times. “Salir de estos procesos mentales es lo que los expertos llaman metacognición, es decir ser consciente de tu proceso de toma de decisiones. El problema es que los humanos somos muy malos en entender por qué tomamos nuestras propias decisiones”. Según un estudio de 2014, solo un 10% de las personas tienen esta capacidad.

La recomendación es obvia: ir cambiando de mentalidad poco a poco. Cuando estés frente a un problema, analiza si estás dedicándole esfuerzos de más o si la recompensa no va a ser suficiente. A veces, un problema se vuelve muy complejo, gastamos muchísimos recursos y luego el resultado no va a valer la pena. Ahí toca decir basta y rendirte, porque rendirse es una solución tan válida como cualquier otra, nadie tiene la solución para todo. Sé más amable contigo mismo, interiorízalo y conoce tus límites.