Cómo cambiar tu mente pesimista para amar la vida

Cuando se goza de amplia felicidad o de buenos momentos es complicado acostumbrarse y pensar que ese estado se mantendrá

Has conocido al amor de tu vida, tienes el trabajo de tus sueños y tiempo libre, tu círculo de amigos es de oro, gozas de amplia salud y tu relación con tus familiares es de cuento. Vamos, que tienes una vida plena y completa con la que es imposible parar de sonreír. ¡Ay!, quién fuera tú. Aunque bueno, excepto por la sombra que te persigue, esa aura oscura que te rodea la cabeza y te hace mirar de reojo a cada rincón o situación por la que pasas: estás esperando que el choque de realidad venga por cualquier lado, que pase algo terrible, que se caiga el planeta. Te cuesta creer que esta temporada de felicidad sea permanente. Es más, tienes miedo de que el balde de agua fría te despierte de golpe.

La mala racha tiene fecha de caducidad

Las épocas malas no duran eternamente pero estamos acostumbrados a ellas. Los días, por lo general, se vuelven automáticos: nos levantamos, vamos al trabajo, volvemos a casa y nos vamos a dormir. Y este recorrido mecánico puede ser así durante toda la semana. Lo peor viene cuando esta constancia anodina puede fácilmente derivar en un día a día vacío en el que una sensación de tristeza absoluta puede llegar a gobernar todo nuestro ser. Esta manera de vivir —o más bien de existir— reina en millones de personas que, exhaustos de una rutina apagada, no están conformes con su vida.

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Cuando vamos, por ejemplo, a dormir y hacemos un recorrido de nuestro día con la mente y llegamos a la conclusión de que poco o casi nada de lo que hemos hecho ha valido la pena, la mala energía y el pesimismo de ese pensamiento hará que nos quedemos con esa sensación. Poco a poco esa repetición de ‘mal rollo’ que nace de la inconformidad y el vacío nos seguirá cerca y, además, contagiará a las personas que nos rodean. Lo que hay que hacer es destacar los buenos momentos, recordar qué cosas han valido la pena en el día y dejar de lado lo negativo. Esto es un sencillo ejercicio de concentración que puede practicarse de forma más extendida y compleja aprendiendo a meditar.

“La mente recurre frecuentemente a una de las distorsiones del pensamiento más comunes. Es la distorsión de Pensamientos de tipo Todo o Nada. Este tipo de pensamiento puede llegar a producir ansiedad, angustia, depresión, sensación de culpa, sentimientos de inferioridad, perfeccionismo, rabia, etcétera; anulando u opacando la sensación de bienestar o felicidad”, así es como explica  Héctor Galván, Director Clínico del Instituto Madrid de Psicología que en gran parte de las ocasiones nosotros somos, a través de nuestros pensamientos, los mayores enemigos de nuestra propia felicidad.

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Hay que desacostumbrarse al sentimiento de vacío, hay que alejarlo de la rutina. Es sumamente sencillo hundirse en el pozo de la negatividad porque no hay que hacer más que aferrarse a la autocompasión y a la contemplación: cero esfuerzos por estar mejor. Si percibimos algún instante agradable o feliz hay que aferrarse a él y mantenerse porque sino, como explica el experto “cuando nos sucedan cosas buenas, nos invadirá la duda de que posiblemente nos va a ocurrir algo malo” y puntualiza: “Aparece una especie de miedo o temor a ser felices y nos empieza a preocupar que algo pueda cambiar. Esto ocurre porque es costumbre que nos surja la tendencia a focalizar nuestra atención en las cosas malas de la vida. Esto sucede cuando nos dejamos llevar por los pensamientos negativos o extremistas”.

La importancia del aquí y el ahora

La felicidad nos parece inalcanzable porque nuestro cerebro y nuestro sentido de la deducción concluyen —justificados por las malas experiencias— que cuando todo va sobre ruedas algún obstáculo hará que nos caigamos y volvamos a empezar. Aunque ese obstáculo exista realmente, debemos saber colocarlo en una lista de prioridades, jerarquizarlo y entender que es posible que no nos afecte si lo colocamos exactamente donde debe ir. Esto es más sencillo si conseguimos darle una forma física al inconveniente o al problema y lo situamos, visualizándolo. Y sobre todo hay que reconocer los mecanismos saboteadores de nuestra mente consciente.

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“El mayor problema cuando nos preocupa que algo malo nos pueda ocurrir, es que nos olvidamos de vivir el presente. Por consiguiente, no es de extrañar que nos dominen pensamientos y emociones negativas como pánico, decepción o frustración. De esta forma, además, sufrimos mucho más por anticiparnos a que algo nos vaya a ocurrir casi que por el hecho mismo de que ocurra. La vida es una incertidumbre; es algo que deberíamos aceptar para poder vivirla plenamente”, explica Galván. Como estamos excesivamente situados en el hecho de que ‘quizás suceda esto o aquello se fastidiará de tal o cual manera’ nos alejamos del aquí y el ahora, nos asentamos en el imaginario de condicionales y posibilidades. Y, cuando bajamos a la realidad, ya estamos contaminados de sensaciones negativas.

No todo está perdido en este mar de dudas y miedos. Y tampoco es extraño que esto nos suceda. Ni somos raros ni no tenemos solución. Ahora bien, hay que entrenarse para permitirnos estar bien: “Para poder aprender y aceptar que nos pueden suceder cosas buenas deberíamos saber vivir en el ‘aquí y ahora’. Conseguir disfrutar del día a día. Cuando las cosas nos van bien debemos vivirlas y no preocuparnos ni ser dominados por el miedo hacia el futuro. Hay que aceptar la vida tal y como viene porque no podemos controlarlo todo. Saber vivir el presente queriéndonos a nosotros mismos, a los demás y aceptando lo que nos está ocurriendo, es como realmente seremos felices”, recalca el experto.

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Es cuestión de detectarlo y de abrazar a ese amor de tu vida, a ese trabajo de tus sueños, a esos amigos de oro y a todo lo que te rodea que te permite sonreír y estar bien. Cuando estemos en soledad tenemos que aprender a detectar las invasiones malignas de nuestro inconsciente y luego a aceptarlas. Eso sí, no podemos dejar que se entrometan en nuestra rutina que, con sus altibajos y sus días repetidos, será la que nos ayudará a quitarnos de encima la sensación de vacío. Y a empezar, de una vez por todas, a vivir al 100% nuestros momentos felices.