Es una realidad que viene dándose sin falta desde que los seres humanos andamos pululando por el planeta: los inventos son desarrollados con una intención positiva pero esconden siempre consecuencias negativas imprevistas. El fuego, por ejemplo, no solo proporcionó calorcito a los sapiens prehistóricos, también una manera muy sencilla de hacer arder bosques. El capitalismo no trajo únicamente prosperidad, sino también avaricia y desigualdad. Y las redes sociales no solo conectan a las personas, también están sirviendo para que políticxs e ideólogxs jueguen a polarizar la sociedad. Y lo mismo puede ocurrir con las inteligencias artificiales que comienzan a gatear últimamente.
Y no es una hipótesis de ir aburridx en el metro. Es, como explican desde la BBC, una teoría bien consolidada iniciada en el año 1936 por el sociólogo estadounidense Robert K. Merton en su artículo científico Las consecuencias imprevistas de la acción social intencionada. Según él, estas consecuencias inesperadas surgen por cinco causas principales: el desconocimiento, el error en el análisis, la creencia ciega en ciertos valores básicos que terminan no siendo tan verdaderos o adecuados, la imperiosa inmediatez del interés “que lleva a descuidar la consideración de consecuencias a largo plazo” y el fenómeno de profecía autocumplida.
Consecuencias que no nos vimos venir
Estas consecuencias imprevistas, sin embargo, no tienen por qué ser siempre desagradables y destructivas. De hecho, el propio Merton hizo una clasificación de estos efectos no anticipados en la que diferenciaba entre beneficios imprevistos, inconvenientes inesperados y efectos perversos. Y quizás las nuevas tecnologías en ciernes, como la realidad virtual, la realidad aumentada o la inteligencia artificial, traigan una mezcla de estas consecuencias. Algunas bondades que no esperábamos. Algunos pequeños inconvenientes que iremos solventando. Algunos efectos perversos que transformen la sociedad a mal. De ahí la necesidad de andar con pies de plomo.
Como dicen desde el citado medio, “estamos en el umbral de una nueva fase para la humanidad, probablemente una de las más significativas de todas: la inteligencia artificial es un enorme salto a lo desconocido en diferentes áreas de nuestras vidas, desde la salud hasta la educación, desde el ejército hasta el derecho, desde las artes hasta el transporte”. Un salto al vacío que ha llevado a los padrinos de la IA, Geoffrey Hinton y Yoshua Bengio, a declarar públicamente su preocupación por el futuro. Al fin y al cabo, y puesto que la humanidad es en cierto sentido incontrolable, los inventos en sus manos también lo son. Debemos medir bien los pasos para no liarla catastróficamente.