La cosa se está poniendo fea. Muy fea. Y sé que cuesta creerlo desde tu posición: vives en un país con libertades, con tolerancia y en la que hay instituciones públicas que se preocupan del bienestar de la gente. De tu bienestar. Pero eso puede cambiar. Aunque te parezca que no, que no hay nada que pueda hacer que el mundo se convierta nuevamente en una tiranía ultraderechista, la realidad es que el siglo XX nos enseñó que sí, que los movimientos reaccionarios operan así, poquito a poco, tejiendo alianzas internacionales a través de las cuales hacerse con el poder y aplicar sus políticas racistas y elitistas. Y en esta ocasión hay un ingrediente peligrosísimo en la ecuación: su nombre es Elon Musk.
Porque estamos hablando de que la persona más rica del planeta, con una fortuna de 421.000 millones de dólares, superior al PIB de más de 160 países, está decidido a utilizar sus recursos y su poder para encumbrar a lxs líderes más conservadorxs posibles. Para empezar, está clara su alianza con Donald Trump, pues no solo le acompaña allá donde va ni se limita a promover sus ideas, sino que formará pronto parte de su gobierno en calidad de líder del nuevo Departamento de Eficiencia Gubernamental. O dicho de otra manera: Trump lo va a poner ahí para que meta la tijera a lo público con todo el placer del mundo. Y ojalá solo fuera eso, pero su cruzada no termina ahí en absoluto.
Piensa por ejemplo la que está liando con Groenlandia
Sí, la gran isla del Atlántico, perteneciente a Dinamarca, está en el ojo de los intereses de Trump debido a la cantidad de agua dulce que contiene y a su posición estratégica, y ya ha declarado en varias ocasiones su deseo tanto de comprarla como de usar la fuerza militar para hacerse con ella. Una locura más propia del siglo XV. ¿Y qué ha hecho Musk al respecto? Decirle, desde su posición de hombre megainfluyente, que hay que respetar las fronteras nacionales. Es broma: ha tuiteado que “si los habitantes de Groenlandia quieren ser parte de Estados Unidos, y espero que así sea, ¡serán más que bienvenidos!”. Está con Trump a muerte.
Y obviamente Trump tiene la firme intención de extender su radicalismo y su ultraderechismo por todo el planeta. Incluida Europa. ¿Y quién mejor que el hombre más rico del mundo y dueño de una de las plataformas sociales con mayor alcance para echarle una mano? Sí, el listo de Elon Musk, escriben desde eldiario.es, “ha empezado a aplicar con otras fuerzas de extrema derecha de países europeos la misma estrategia que ayudó a Donald Trump a ganar las elecciones y está utilizando a su favor el algoritmo de su red social X para imponer su visión en el resto del mundo”. Es lo de siempre: los medios en manos de la ultraderecha son un peligro para la democracia en todo el mundo.
Las alianzas de Musk con los líderes de la ultraderecha europea
Pero Musk no se está limitando a verter opiniones reaccionarias en X. En Alemania, por ejemplo, está presionando a favor del partido radical ultraderechista Alternativa para Alemania a través de una columna de opinión en el periódico Die Welt. Y ayer jueves tuvo una conversación en directo con la candidata del partido, Alice Weidel, para auspiciarla y ayudarla a llegar al poder. Y estamos hablando del que probablemente sea el país con el peor historial de siempre en cuestiones de gobernanza de la ultraderecha. Alemania no debería olvidar el terror que trajo consigo el fascismo. El mundo no debería olvidarlo. Por mucho que un multimillonario quiera lavarle la cara al movimiento.
No solo en Estados Unidos y Alemania. También ha estado ejerciendo presión sobre el primer ministro británico, Keir Starmer, a través de una acusación sin pruebas acerca de un escándalo de violaciones sexuales a menores. Y, al mismo tiempo, pidiendo la excarcelación del activista de extrema derecha Tommy Robinson, condenado en varias ocasiones por desacato, fraude hipotecaria y agresión. Una joyita responsable de la creación del partido islamofóbico Liga de Defensa Inglesa. Ah, y también está haciendo negocios con la primera ministra ultraderechista italiana Giorgia Meloni y alabando las políticas retrógradas del primer ministro húngaro Viktor Orbán. Musk va a por todas.
Todo eso solo en Europa. Porque Canadá o Brasil también están siendo víctimas de su acoso digital. Y no es un hater cualquiera. Es uno con un altavoz potentísimo y una capacidad de influencia inaudita. Y lo de que llega la ultraderecha no es un cuento: está ganando votos en muchos países del continente e incluso alcanzando el poder. Es ese poco a poco que tan bien les funciona. Y da miedo. Con solo leer un poquito de historia da mucho miedo. Porque no es la derecha neoliberal de siempre. Es una mucho más dura, mucho más populista, mucho más loca y mucho más agresiva. Es la que no mira por la vida de todxs. Es la que da más valor a unos seres humanos que a otros.
La solución no es sencilla. Pero, desde luego, pasa primeramente por abandonar X. Como dice la investigadora política Carme Colomina, “Elon Musk se presenta ante el mundo como un visionario alternativo, defensor de una libertad de expresión que, sin embargo, está construida con falsedades e incitaciones al odio. X ya no es únicamente una red social, es un aparato de propagando con capacidad de amplificar contenidos algorítmicamente”. Un aparato que él maneja a su antojo en pos de una cruzada, la ultraliberal, a la que no le importas una mierda, por más que quieran venderte la moto. Quieren el poder y el dinero. Y el odio. Y el enfrentamiento popular. Y un mundo despiadado.