Cada persona lleva consigo un sello biológico único que no es su ADN ni sus huellas dactilares, sino su microbioma genital, también llamado “sexoma”. Un estudio reciente de la Universidad Murdoch de Australia ha revelado que, durante el coito, se produce un intercambio de especies bacterianas entre individuos, lo que deja un rastro que podría ser clave en la identificación de agresores sexuales.
Hasta ahora, las pruebas forenses tradicionales dependen en gran medida del ADN humano, pero hay muchas circunstancias en las que este no se encuentra o no es concluyente. Es aquí donde el “sexoma” podría marcar la diferencia. Los investigadores encontraron que incluso con el uso de preservativo, las bacterias se transfieren ya que tanto hombres como mujeres tienen poblaciones únicas de bacterias en sus zonas genitales.
Este hallazgo sugiere que podría haber “marcadores microbianos” que evidencien un contacto sexual. La nueva línea de investigación abre una vía en la ciencia forense que podría complementar o incluso reemplazar otras técnicas cuando el ADN no esté disponible, dicen los autores, que no obstante reconocen que la aplicación definitiva para casos de agresión sexual aún está lejos, hay que seguir investigando.
Así se podría identificar la huella bacteriana
Según Brendan Chapman, uno de los autores del estudio, la investigación se basa en un principio básico de la ciencia forense: ”Todo contacto deja un rastro”. Así como los detectives pueden encontrar restos de piel, cabello o fibras de ropa en una escena del crimen, también podría ser posible identificar la huella bacteriana de una persona en el cuerpo de otra.
Pero antes de que este método se convierta en una herramienta legal, queda un largo camino por recorrer. Aún es necesario determinar la “estabilidad y persistencia” de las bacterias transferidas, así como la posibilidad de contaminaciones externas. La comunidad científica también deberá definir los estándares necesarios para que esta prueba pueda ser utilizada en juicios.
Este hallazgo nos hace pensar en la íntima relación que tenemos con nuestros microorganismos. Si bien el ADN ha sido el rey de la identificación biológica, el microbioma humano podría convertirse en un nuevo protagonista.
El hecho de que nuestro cuerpo esté constantemente dejando rastros invisibles nos hace replantearnos cuánto tanto de nosotros queda en los demás después de un encuentro tan íntimo como el sexo. Pero para que esta técnica se utilice en juicios, todavía falta mucho. Su viabilidad requerirá la validación en estudios más completos y en escenarios reales.