La historia te la conoces muy bien: un poquito de charleta digital superficial, una quedada en un sitio cool para tomar algo, unas cuantas risas, una noche de sexo y luego, de una u otra manera, una decepción. Y estás hartísimx. Pero mucho. Durante bastante tiempo no has querido ser muy estrictx con este tipo de citas y dejarlas fluir, pero ha llegado el momento de poner barreras. Es lo que se viene conociendo en las redes como la técnica guardarraíl: consiste en establecer límites saludables desde el inicio de las citas. Sí, mucha gente te dirá que te tomas las cosas muy en serio y vives estas citas con mucha intensidad, pero te estás ahorrando una barbaridad de frustración.
Como cuentan desde la revista digital YourTango, “practicar el guardarraíl es simplemente una forma de ver si realmente eres compatible con esa persona” sin necesidad de que tengan que pasar meses de encuentros. Porque no tiene demasiado sentido invertir esfuerzos en una relación cuando los objetivos fundamentales son diferentes. Tú quieres algo que potencialmente pueda derivar un día en una familia. Esa otra persona tiene clarísimo que bajo ningún concepto desea una relación convencional. Quedáis. Os divertís. Te ilusionas. Y todo porque no sabes que existe esa disparidad tan radical. Porque no la habéis hecho patente. No habéis hablado de lo esencial.
¿Qué valoras más en una persona?
En este sentido, la técnica del guardarraíl comienza contigo mismx: debes evaluar tus necesidades y preguntarte qué buscas en el fondo, qué valoras más en una persona y qué cosas no estás dispuestx a tolerar. Si no lo tienes claro, si vas a las citas a verlas venir, es probable que vivas muchas emociones pero también que te lleves más palos que una piñata. Te enterarás de las incompatibilidades cuando ya hayas desarrollado afecto y será doloroso. Totalmente innecesario. Así, el guardarraíl no es más que un autoescudo contra ese prejuicio social que te susurra que plantear cosas importantes en las primeras citas es de flipadx.
Que arruina la gracia de estas quedadas. En cualquier caso, y tras haber estudiado tus propios límites y tenerlos claros, viene lo más complicado: ser fiel a ellos. Y aquí no hay medias tintas porque cuanto más los abrazas y respetas más fuertes se vuelven. Y lo mismo ocurre en sentido contrario: si te los saltas de vez en cuando los vas debilitando y cayendo nuevamente en esa espiral de caos y sufrimiento. Sabes que esa otra persona no quiere exclusividad y tú sí. Y te gusta mucho. Demasiado. ¿Para qué rendirte a sus encantos e irte a su casa? Solo lo pasarás peor a largo plazo. Ese guardarraíl no es solo para el resto del mundo. También te contiene a ti. Te protege de tentaciones que no van a ningún lado.