¿El enamoramiento solo dura 15 meses?

Las distintas fases por las que pasa nuestro cerebro cuando nos enamoramos

No hay nada más adictivo que estar enamoradx. Tanto, que hay personas que saltan de una relación a otra solo porque se decepcionan cuando el enamoramiento se pasa. Mariposas en el estómago, la sensación de querer estar con la otra persona todo el tiempo, un sexo maravilloso e intenso, emocionante... ¿Quién no querría sentirse así constantemente? Muchas personas han hablado de cuánto es lo que dura una relación, o incluso se ha estudiado qué le pasa al cerebro cuando nos enamoramos.

La respuesta es que liberamos una gran cantidad de hormonas y generamos conexiones neuronales que nos sorprenderían. Pero seamos sincerxs, a nadie en realidad le gustaría sentir esos síntomas del amor durante toda su vida. Al final, nos hacen incluso desconcentrarnos y se vuelve casi un estado de obsesión incompatible con el día a día.

La antropóloga y bióloga Helen Fisher asegura que en realidad el enamoramiento se va después de los 12 o 15 meses. Es decir, a partir de ahí la carga de hormonas se cae y podemos recuperar nuestra “actividad cerebral normal”. Quizá ahí empiezan a aflorar los primeros roces, y podemos notar ya esas cosas que no nos gustan y los defectos de la otra persona. Lo que tradicionalmente se ha llamado que se te caiga la venda de los ojos.

Pero, atentxs, que no tiene por qué ser algo negativo. Como explican en El País, después de esa primera oleada de emociones intensas, viene otra etapa. Si hemos decidido continuar con esa persona a pesar de empezar a ver sus defectos, y nos gusta la dinámica de la relación, ahí nuestro cerebro vuelve a cambiar.

A medida que “la dopamina y la noradrenalina disminuyen, la corteza prefrontal -la del juicio- recupera su actividad y el hipotálamo se calma, bajando la producción de las hormonas que desatan la pasión”, nos cuentan también. La clave es que si superamos ese bache o esa disminución de la pasión, vamos a empezar a liberar oxitocina.

¿Qué es la oxitocina?

La oxitocina, también llamada como la hormona de la confianza o del apego, se genera al estar cerca de nuestros seres queridos. Es esa calma que sentimos cuando llegamos a casa y encontramos a nuestra pareja esperándonos con la cena hecha, o cuando nos sentimos tranquilos y en paz al dormir juntxs. Es una sensación que hace perdurar nuestras relaciones y que se vuelvan parte de nuestros pilares vitales.

El problema quizá es que eso casi que se puede convertir en una relación de hermanxs. Para ello, El País nos da varios consejos para que la pasión no decaiga y podamos seguir aumentando nuestro placer y nuestra motivación. Por ejemplo, podemos cambiar las rutinas por actividades nuevas, promover conversaciones que vayan más allá de la cotidianiedad, con temas íntimos y profundos, buscar proyectos comunes que nos ilusionen, y reír al menos una vez al día.