Cómo deshacerte del sentimiento de culpa después de haber sido infiel

Hay quienes pueden enfrentarse a la situación y confesar a su pareja lo que ha sucedido y hay quienes guardan silencio y luchan, cada día, con el peso que les genera la culpa. Salir airosx de ello se hace, a veces, cuesta arriba

Lo veo mirándome. Tiene una pequeña sonrisa, de esas que tienen como límite la comisura de los labios. Nos hemos reencontrado, el tiempo siempre nos acerca. Me pregunta qué tal, le digo que bien, le pregunto qué tal, me dice que muy bien. Me dice ahora que tú estás aquí, muy bien. Quiero darle un beso ya. De verdad. Quiero darle un beso interminable, quiero agarrarlo de la cara, tocarle el pelo. No quiero esperar más tiempo ni que agregue una sola palabra. No quiero esconderme, no quiero ninguna conversación ni fingir nada. Quiero darle un beso. Y quiero hacerlo ya. Pero no lo hago. ¿El motivo? Tengo novio y estoy segura de que odiaría que le diera un beso a otro. Me siento mal solo por el hecho de desearlo. Y ahora, mientras escribo, me siento peor por el hecho de haberlo cometido. Y por el hecho de haber ido más allá de un beso.

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Dicen que es en este instante, cuando comienza la justificación. La propia. Así que esta es la mía. Mi relación está estancada. Empezamos a crecer juntos, llegamos a un punto concreto y yo seguí adelante, pero él comenzó a perderse. No obstante, después de tanto tiempo, sigo a su lado. Sigo esperando que encuentre su camino y que podamos avanzar juntos porque es cierto: lo quiero. El tiempo ha hecho que me dé cuenta de que puedes querer a una persona, puedes estar enamoradx de ella y puedes sentir deseo por otras. Pienso que es humano. Pero, ¿ahora qué? Ahora que se ha hecho realidad, ahora que lo he palpado y que lo he vivido, ¿qué? Nunca he sido infiel y detesto la palabra. Nunca he sentido este nudo en el estómago y este miedo. Nunca me había sentido culpable ni había experimentado el peso de la palabra traición. Hay que ver cómo nos clasifica el lenguaje: eres mala persona porque no has sido fiel a un compromiso implícito, a una relación que era —sin hablarlo— claramente monógama.

Lo que está claro deja de estarlo

He conocido a personas de dos tipos: aquellxs que creen en el compromiso, en una relación de fidelidad cerrada en la que una mirada o el deseo hacia otra persona es casi un pecado y he conocido a quienes viven la relación de una forma más abierta, donde pueden diferenciar el sexo del amor y esta conjunción no les genera ningún tipo de inestabilidad emocional. Siempre he formado parte del primer grupo, tanto para tener en cuenta a una pareja como para mí misma. Ese tablero sólido y reglado se ha tambaleado en varias ocasiones, instantes en los que no quise mirar fijamente a alguien porque no quería ver que ese deseo me nacía de adentro. Y entonces me encontré con él y abrí los ojos y me dejé ir y no pensé en nada y todo lo que creía que tenía claro, se emborronó.

Esto sucedió por toda esa montaña de creencias que tenemos insertadas desde que comenzamos a formular nuestro razonamiento, que está compuesto por lo que nos enseñan: nuestro entorno, pero también de libros, películas o música. La pareja, un lazo de dos personas unidas por el destino, el famoso 'amor de tu vida', tu 'media naranja'. Atado a ello, cómo no, la monogamia. Se piensa que la monogamia es sinónimo de fidelidad, sinónimo de amor incondicional, de pareja y se cree, además, que moralidad y monogamia van de la mano y que esta fórmula de unión es universal.

Estas creencias conforman un marco cerrado que, como ha explicado Brigitte Vasallo, está compuesto por unos ejes vertebradores: “la romantización del vínculo, el compromiso sexual, la exclusividad de ambos y el futuro reproductivo, que pulula como un fantasma sobre los amores y las parejas". Me encuentro, entonces, con unos sentimientos muy contrarios: me siento mal, me siento culpable por haber dejado de ser "leal" a una serie de pautas que yo misma formulé y en las que creí. A la vez, me siento bien. Me alegra haberme dejado ir. Me alegra haber disfrutado de ese encuentro. Lo recuerdo, me pongo feliz, lo anhelo.

La culpa: una daga

"Hay personas que se sienten culpables después de una infidelidad y otras personas que no. Quizás el tema de la culpabilidad podría ir relacionado con si justifican o no el hecho de ser infiel", explica Carme Sánchez Martin, psicóloga y sexóloga clínica del Instituto de Urología Serrate & Ribal. "Hay quienes pueden justificarlo diciendo o pensando: 'ya no tengo relaciones sexuales con mi pareja' o 'ya no nos sentimos igual'. Esto puede hacer que no se sientan del todo culpables. En cambio, hay otras personas que, a pesar de que puedan justificar los motivos, acaban sintiéndose culpables porque sienten que han traicionado o bien a la persona o a ellxs mismxs", argumenta la experta.

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El sentimiento de culpa es tan grande que puede causar respuestas fisiológicas: puedes sentir angustia que es como un malestar en la boca del estómago. Puedes sentir vértigo, ese miedo a que descubran el engaño. La culpabilidad, que en ocasiones pesa tanto, hace que muchas personas acaben confesando a su pareja que han sido infieles. Es la misma culpa la que les corroe tanto por dentro que son incapaces de vivir con esa mala sensación y por ello lo confiesan. Es en este punto cuando Sánchez Martin habla de 'sincericidio': "Es una palabra que nace de sinceridad y suicidio porque, muchas veces, el que confiesa porque se siente tan culpable, descarga esa culpa puede pasar a sentirse mejor pero puede crear una importante crisis de pareja".

La culpa puede hacernos reaccionar de formas muy distintas y es necesario plantearse qué hacer con ese sentimiento: ¿vale la pena confesar a la pareja el engaño?, ¿es algo pasajero y no volverá a ocurrir?, ¿se trata de un síntoma de que algo en la relación no va bien? Hay que darse un tiempo de reflexión para poder decidir dónde colocar la culpa.

Eliminar la culpa y continuar

Si se toma la decisión de no decir nada, de guardar el secreto porque crees que se trata de algo pasajero o porque consideras que tal verdad puede herir a la pareja, hay que hacer algo al respecto. La experta explica que "a veces puede ocurrir que, tras haber cometido una infidelidad —y debido a que nos ataca una sensación enorme de culpa—, la persona que la ha cometido busque enmendar tal error con respecto a la pareja. Esto facilita la desculpabilización". Es decir, empiezas a comportarte de una forma extremadamente amable sin motivos aparentes: haces planes, te vuelves más detallista y cariñosx. Y detalla: "A algunos pacientes que me cuentan que les ha ocurrido esto, suelo aconsejarles de esta manera, diciendo que quizás es el momento para ser mejor pareja o para intentar que la relación vaya a mejor". 

La idea del compromiso y la monogamia ha creado, en segundo plano, que exista la culpa. Pero no podemos detenernos en ella. Una infidelidad suele ser síntoma de algo, así que más que dejarte comer por tus fantasmas, deberías analizar hacia dónde quieres llevar tu relación. Si quieres continuar con tu pareja, analiza qué te hizo ser infiel y busca mejorar los aspectos de vuestra relación que te parecen insuficientes. Si es posible, intenta hablar con tu pareja y plantearle el problema para que, en definitiva, os podáis plantear cambiar la estructura de la relación. Si no quieres seguir, debes tomar la decisión de dejar esa relación. Contarlo o no interferirá de maneras diferentes en cada una de las posibilidades. Ahora bien, hay algo que debe ser un mantra a seguir y funcionar como único objetivo: busca —intentando no herir a los demás— entender absolutamente todo lo que te haga sentir bien. Lo que no lo hace, te quita tiempo y energía.