Involucrarte de vez en cuando en los intereses de tus amigxs, aunque no casen para nada contigo, es un comportamiento prosocial que Toru Sato, psicólogo de la Universidad de Shippensburg, Estados Unidos, ha bautizado como sociotropía. Y es recomendable. Al fin y al cabo, hace que lxs demás se sientan queridxs y refuerza tu vínculo con ellxs. No obstante, y como casi todo buen comportamiento, se transforma en un veneno cuando lo aplicas indiscriminadamente. Como escriben en El Confidencial, “al complacer todo el rato a los demás corres el riesgo de perder de vista tus propios deseos y necesidades”. En ocasiones tienes que decir que no. En ocasiones debes negarte a sus dictados.
Pero no es sencillo. Sobre todo si llevas toda la vida amoldándote a los planes de tu grupo de colegas, siendo la persona que siempre dice que sí a todo y reprimiéndote las ganas de que el resto participe de tus hobbies alguna que otra vez. En este sentido, Shayla Love, especialista en gestión emocional, recomienda primeramente ser consciente de tu sociotropía extrema: “Durante una semana cuenta todas las veces que aceptas algo, cómo te hace sentir y cuánto interrumpen tu vida todos esos síes. Al final de la semana reflexiona y ten en cuenta todas las formas en las que pretendes agradar al resto de personas”. Como cuando sales de fiesta queriendo en realidad quedarte en casita.
¿Tienes la lista?
Ahora debes analizar tranquilamente qué emociones te llevaron a aceptar esos planes que en el fondo no querías aceptar. Es posible que fuera el FOMO. O el miedo a la soledad. O una preocupación muy profunda por ser desaprobadx. También puede ser el deseo de “aceptación, gratitud, amabilidad, promoción, dinero, poder o respeto”. Hay muchas razones detrás de la sociotropía descontrolada. En el momento en que tengas localizadas las tuyas, y comprendas la raíz del asunto, toca la parte más complicada de todas: comenzar a decir que no a las propuestas del resto cuando no te interesan una mierda. No te agobies. Puedes empezar por cosas muy pequeñitas.
Quizás discrepando en la hora de quedada. O en el lugar. O en el tiempo que va a durar ese plan que no te mola. “Hazlo tantas veces como sea posible con el objetivo de adaptarte a las emociones difíciles que puedan surgir cuando no haces lo que crees que hará felices a los demás”. El tiempo y la repetición irán haciéndolo más llevadero. Abraza esa ansiedad. Ese temor. Esa inseguridad. Hazla tuya. No actúes poseídx por estos sentimientos. Y muy importante: usa un lenguaje asertivo. No pidas disculpas. No inventes excusas. Dilo bien claro: “no me apetece”. Si te hace falta un empujón final, recuerda todas las veces en las que ellxs rechazaron una de tus propuestas. Puedes con ello.