El último gran éxito de la literatura española se llama ‘La Mala Costumbre’, de Alana Portero, un retrato de la vida de una joven trans en el barrio obrero madrileño de San Blas, desde su infancia en los ochenta hasta su llegada a la adultez en los noventa.
Es un libro que retrata la represión y violencia descarnada con las que la sociedad española criminalizó al colectivo LGTBIQ+ y a las personas trans mucho después del final de la dictadura.
En sus páginas encontramos referencias al “cruising” (o cancaneo, en español), la práctica que consiste en tener sexo en lugares públicos de forma anónima y directa, y que, como narra la autora, fue un espacio de encuentro que alivió el aislamiento al que se condenaba a las personas LGTBIQ+.
Por eso, ha causado mucha indignación un artículo reciente de El País al que acusan de estigmatizar esta práctica. La crónica, titulada “En busca de sexo anónimo e instantáneo: viaje al templo del ‘cruising’ en Madrid”, explica que en la zona de la Casa de Campo de la capital se suelen dar este tipo de encuentros y da todo tipo de detalles que muchos han encontrado sensacionalistas.
Por ejemplo, en un párrafo, describe así a las personas que acuden a la zona: “Se adentran sonrientes en la floresta deseosos de aplacar su libidinosa juventud en alguna zanja con olor a semen”.
Y, además, relaciona el colectivo de hombres gays con el VIH, una asociación directamente homófoba. “Las infecciones de transmisión sexual (ITS) son el enemigo silencioso”, asegura el artículo, que de paso cita el aumento de las enfermedades de transmisión sexual (ITS) en la Comunidad de Madrid, a pesar de que no haya relación entre una cosa y la otra.
El “cruising”, espacio de libertad
Ante este artículo, las redes se incendiaron y muchxs salieron a defender lo que consideran que es una práctica que ha sido vital para la comunidad LGTBIQ+.
Por ejemplo, el usuario Gonza Gallego afirmaba en X: “En la era preinternet, en zonas rurales, o cuando ser gay era un delito, el ‘cruising’ ha sido la única herramienta que hemos tenido para hacer comunidad desde la clandestinidad. Hubiera sido maravilloso que se hubiera enfocado desde ese punto, pero ¿para qué dejar de estar anclados en el siglo pasado?”.
El escritor catalán Pol Guasch también reivindicaba en el Diari Ara el “cruising” como una práctica que, “más allá del sexo esporádico, ha generado comunidad, alianzas, resistencia y supervivencia”.
Además cita otra lectura con la que repensar este tema como es el ensayo “Cruising Utopía” de José Esteban Muñoz, en el que toma la metáfora del “cruising” para pensar lo queer “como una utopía hacia donde podemos dirigirnos, como una cultura sexual abierta y libre, como un espacio alternativo a los que crea la heteronorma”.