Pérez-Reverte dejaría la RAE si se modificase la Constitución con un lenguaje más inclusivo

El nuevo gobierno quiere reformar la Carta Magna para que represente también a las mujeres

Nadie puede negar, aunque vayamos tristemente centímetro a centímetro, que nos dirigimos hacia una sociedad verdaderamente igualitaria. También en el lenguaje. El gobierno de Pedro Sánchez ha hecho pública su intención de modificar la Constitución española para dotarla de un lenguaje "inclusivo, correcto y verdadero a la realidad de una democracia que transita entre hombres y mujeres". Así lo explicó el pasado martes Carmen Calvo, vicepresidenta del Gobierno, durante la última Comisión de Igualdad en el Congreso. Pero no todos están de acuerdo con la decisión.

El famoso escritor Arturo Pérez-Reverte, miembro de la RAE, ha manifestado a través de Twitter su intención de abandonar la academia si termina produciéndose dicha modificación. "Tiene usted mi palabra", contestaba hace dos días el académico a la publicación de un tuitero que aseguraba que solo él, Pérez-Reverte, tendría la valentía de marcharse de la RAE "dando un sonoro portazo" ante lo que estiman un intento de domesticación del lenguaje por parte de la clase política. Pero no es la primera gran polémica en torno al lenguaje inclusivo.

Aquel 'portavozas' de Irene Montero, la portavoz de Podemos en el Congreso, también generó muchísima discusión en torno a la necesidad o no del lenguaje inclusivo. Pero Calvo, la actual vicepresidenta del Gobierno, lo tiene claro. Según explicó durante la Comisión de Igualdad, la redacción de la Constitución en masculino "se correponde" con una sociedad de "hace 40 años" y "hablar en masculino" traslada al cerebro solamente imágenes masculinas". De ahí que haya encargado a la RAE un estudio para adecuar el lenguaje del texto.

Pero no será sencillo. Además de la oposición de teóricos como Pérez-Reverte, la propuesta del Gobierno de reescribir la Constitución debe enfrentarse al complejo mecanismo de reforma que contempla el propio texto: dos tercios del Congreso y del Senado a favor, disolución de las Cortes, nuevas elecciones, aprobación de ambas cámaras de nuevo y referéndum popular obligatorio. Un procedimiento harto complicado que sería mucho más factible si además del lenguaje, la reforma contemplara modificaciones de contenido. Sea como sea, es mera cuestión de tiempo.