La mitad de la violencia digital contra las mujeres procede de los ex

Fem Bloc, entidad especializada en violencias machistas ‘online’, afirma que el 50% de los casos atendidos son mujeres acosadas por sus exparejas

El 28% de las catalanas ha sufrido violencia machista digital por parte de sus exparejas alguna vez, según la última encuesta de victimización de la Generalitat. Esto son mensajes, acoso o coacciones a través de las redes sociales, pero también control y seguimiento a través del rastreo de los datos, cuentas y perfiles en la nube. Incluso instalar aplicaciones espía, geolocalizadores, micrófonos o cámaras a escondidad. “Por lo que vemos, el 90% de la violencia de género sucede también en el ámbito digital”, añade Eva Cruells, coordinadora del proyecto Fem Bloc. Esta entidad es la única que presta atención y asesoramiento especializado ante la violencia machista digital. En los 18 meses que llevan en activo ya han atendido a 180 mujeres. “La demanda ha crecido exponencialmente”, admite. La mitad son víctimas de su ex. Por este motivo han creado la primera guía sobre cómo desconectar de la expareja. “Queríamos mostrar las vías más habituales de esta violencia y cómo te puedes desvincular”, sigue Cruells.

Mi expareja sabe dónde estoy, con quién hablo, conoce mis movimientos. No sé qué está pasando porque ya le he dejado”. Esta es una de las frases más habituales que oyen en el punto de asesoramiento de Fem Bloc, lugar donde las mujeres víctimas de violencia digital son atendidas por tecnólogas, psicólogas y abogadas. Colaboran con la red pública de atención a las violencias machistas, por los que a menudo les derivan casos. “Solemos pensar en la separación física, analógica, pero cuando dejamos a nuestra pareja (y más si hay maltrato y violencia) no caemos en desvincularnos digitalmente, cuesta mucho tomar conciencia de esto”, ha explicado Cruells.

Geolocalización y micros

Hay distintos tipos de violencia que la nueva guía identifica. Suelen ser actos sencillos: las exparejas tienen acceso al móvil de la víctima y a su contraseña, o sus cuentas están vinculadas en el ordenador o la tableta que compartían. Otras veces se utilizan dispositivos más complejos, como geolocalizadores, micrófonos e incluso cámaras de seguimiento. “Tenemos la tecnología muy presente, pero no sabemos cómo funciona ni creemos que la podemos controlar y decidir”, dice Cruells. “Hay veces que las víctimas piensan que las están ‘hackeando’, pero simplemente es que su agresor la sigue por la calle, pregunta en las tiendas donde suele comprar o en el gimnasio, para saber si sigue yendo. Es decir, es una violencia analógica”, ha explicado una de las tecnólogas del proyecto.

En otros casos sí que hay un acoso digital que se realiza a través de las facturas de la luz, el agua o el teléfono. “Hay empresas que no están formadas para entender que esta información no se puede dar”, se han quejado las técnicas. También hay agresores que reactivan las cuentas de sus exparejas en varias aplicaciones porque recuerdan las contraseñas. “Lo ideal es cambiarlas”, explican. Otros usan el Whatsapp web o reactivan la cuenta de Google o Apple para rastrear los movimientos, el correo electrónico, la música que escucha en Youtube o el historial de búsquedas en internet. “Hay que mirar en qué dispositivos sigue vinculado el teléfono y desvincularlos”, recomiendan.

Dispositivos de seguimiento

Más sofisticados son los dispositivos de geolocalización. Tienen el tamaño de una moneda de cinco céntimos y se colocan en el bolso o en los bolsillos sin que la víctima se dé cuenta. “Hemos tenido casos de agresores que son informáticos que realmente han ‘hackeado’ por completo a sus víctimas y han publicado fotos de ellas que no tenían ni idea de cómo las habían conseguido”, cuenta Cruells. Hay quien hace seguimientos de IP o usa ‘softwares’ espía.

No hay un perfil de víctima, pero Cruells si ve mujeres afectadas son de todas las clases socioeconómicas. “Desde trabajadoras sexuales hasta mujeres con perfiles públicos muy activos”, sigue. Otro patrón, cuenta, es la brecha digital. “Normalmente ellas piensan que saben menos de lo que saben sobre la tecnología, y ellos hacen creer que saben más de lo que saben: la clave ahí es empoderar las mujeres en la tecnología”, asegura la activista.

Madres con niños

La guía de recomendaciones se estructura en función del riesgo de cada mujer. No es lo mismo si se vive aún con el agresor que si ya se han separado o si hace tiempo que se ha empezado una nueva vida. Por ejemplo, cuando aún se convive, el bloqueo no es una buena idea. “En estos casos es importante que consigan un dispositivo nuevo que se quede bajo llave y que creen perfiles nuevos, para que cuando lo deje ya pueda rehacer su vida digital”, explica Cruells. La guía también está pensada para madres con hijos con el objetivo de evitar situaciones de riesgo para los menores.

Cruells lamenta que, a pesar de que las instituciones reconocen este tipo de violencia y están tratando de afrontarla (la guía está financiada por el Ministerio de Igualdad), aún falta mucha sensibilización. Especialmente entre la policía y la judicatura. “Hay jueces que no saben qué es un perfil, y la mayoría de casos se archivan porque dicen que no se puede provar la autoría”, se queja Cruells. Fem Bloc también realiza ‘mapeos’ de la violencia digital recibida y ayudan a certificar pruebas, ya que las capturas de pantalla no se consideran prueba suficiente. En este sentido, una de las grandes son las empresas tecnológicas: “Al final favorecen que estos hechos ocurran porque es su negocio”.