Cleopatra, otra mujer rebelde a la que llevamos llamando guarra más de 2000 años

La última reina de Egipto era una mujer rebelde, carismática y que quería usar la política para resistir los ataques extranjeros de Roma. Pero la historia te ha hecho creer que no era así. Y no es la única víctima de esta lectura historiográfica

Cleopatra, la seductora faraona que conquistó a Julio César y Marco Antonio y que usó su belleza y deseo sexual para provocar guerras civiles y conflictos internacionales entre Roma y la que iba a ser su colonia, Egipto. O eso dicen las historias que nos llegan, que la pintan como una atractiva mujer, femme fatale, seductora, coqueta, presumida, casquivana, ambiciosa, orgullosa y manipuladora.

Nos ha llegado esta idea a través de textos de la época, que tildaban a Cleopatra como una “ramera”, “lasciva”, “puta” o “indecente yegua”. Insultos literales que recoge El Español, citando a la doctora en Historia del Arte por la Universidad de Málaga Belén Ruiz, que acaba de sacar un libro revisando la historia de la polémica faraona, última reina de Egipto antes de convertirse en una provincia romana.

La historiadora asegura que Cleopatra, en realidad, fue una mujer inteligente y pensadora no en vano, dedicaba muchas horas en las bibliotecas de Alejandría y hablaba nueve idiomas. Estos eran sus principales atractivos, pero también motivos de crítica, ya que, no le bastaba con “ocupar” posiciones de poder cultural masculinas sino que, además, usaba estas dotes culturales para reforzar su posición de poder y establecerse como líder en Egipto, resistiendo el envite del colonialismo romano, por lo que las élites de la metrópolis no la tenían en muy alta estima.

Y no solo era mal vista por las élites masculinas romanas, también por las egipcias. Su hermano, Ptlomeo XIII, no quería que se reuniera con Julio César cuando visitó Alejandría. Por eso, ella fue a verlo escondida en una alfombra, uno de los episodios más famosos de su famosa y condenada rebeldía. Después de Julio César, junto a Marco Antonio desafió a la etiqueta palaciega y fundó un “club de borrachos”, que según la historiadora, era un evento de orgías, borrachera y banquetes.

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La leyenda negra de Cleopatra no es más que fruto de historia, que es parcial. Muchos de los textos historiográficos que nos llegan de esa época eran académicos e historiadores romanos y hombres poderosos en Roma que lo veían todo con el punto de vista de la metrópoli y, además, masculino. No es de extrañar que una mujer empecinadamente rebelde, abiertamente sexual y ambiciosa, cualidades que podían verse en muchos hombres de la época, fuera leída como una “ramera”.

Esta relectura es gracias al auge de la historiografía feminista. Las grandes academias históricas, durante centenares, eran terreno exclusivo de los hombres. Pero ahora, con la inclusión de mujeres en sus rangos, se está revisando la historia con una perspectiva de género. Por ejemplo, Maria Antonieta, otro personaje visto desde una perspectiva muy masculina, la pintaba como una mujer frívola y, en ocasiones, tonta, abducida por su vida de lujos. Pero como explica la doctora en Historia especializada en Revolución Francesa y profesora en la Pompeu Fabra, Maria Betlem Castellà Pujols, “pensar que Maria Antonieta, una líder astuta y preparada, dijo ante la escasez de recursos que 'si no tienen pan que coman pastel' no es realista”.

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Otro episodio de historiografía machista es el caso de Jack el Destripador, en el que se pintan siempre las muerta como prostitutas anónimas por lo que no merecían una mayor atención que ser víctimas de uno de los psicópatas más famosos de la historia. Sin embargo, la mayoría ni eran prostitutas ni eran personas anónimas que solo servían para engrosar una lista. Tenían nombres y apellidos, y no ha sido hasta hace poco que alguien obviamente, una mujer quiso dignificarlas recordando sus historias, olvidadas durante años.