Ser astronauta y tener la regla te convierte en un lastre que la NASA no quiere llevarse

La ciencia está diseñada para las necesidades masculinas, y cuando se encuentran con un asunto biológico que solo afecta a las mujeres es "un problema"

1963, Unión Soviética. Valentina Tereshkova, la primera astronauta mujer embarcaba con dirección al espacio. Pero antes de que se subiera a la nave, hubo un gran debate: qué hacer con su menstruación. Se resolvió con un gran equipamiento de tampones. Cuando la NASA envió 20 años después a Sally Ride, la primera mujer estadounidense en ir al espacio, tuvo el mismo debate y se hacían preguntas tan básicas como “¿saldría la sangre del cuerpo de la mujer en un entorno sin gravedad?”.

La NASA intentó facilitar su acceso al espacio. Pesaron sus tampones, los “mejoraron” para que no oliesen fuerte, incluso los ataron entre ellos “como unas salchichas unidas” para que no se alejasen flotando. En definitiva, “la menstruación metió a la NASA en un verdadero problema”, explica National Geographic.

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Todas estas dudas sobre el cuerpo femenino y el espacio se disolvieron en cuanto la nave espacial llegó a su destino. Lo que para los ingenieros aeroespaciales era un nido de preocupaciones, en realidad no era ningún problema. “El útero está perfectamente diseñado para la expulsión de fluidos, con o sin gravedad”, añade el artículo.

Viajar en el espacio no es para mujeres

El problema de la menstruación dejó en evidencia un problema que muchas mujeres ya denunciaban: la ciencia está hecha con perspectiva masculina. Y todavía no se ha corregido. Como explica The New York Times, el sistema de gestión de residuos aeroespaciales no está preparado para el sangrado menstrual. En toda la Estación Espacial Internacional solo un baño tolera la sangre. Además, hay poca agua con la que lavarse durante la menstruación y se considera que los tampones y las toallas sanitarias —productos básicos para la higiene íntima— son un peso extra evitable.

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Varsha Jain, una ginecóloga y profesora del King's College de Londres, y Virginia Wotring, farmacóloga jefe de la NASA, están investigado cómo tratar la menstruación en el espacio. Según sus conclusiones, la mayoría de mujeres deciden suspender su menstruación durante el tiempo que dura su misión utilizando pastillas anticonceptivas, porque tenerla naturalmente es muy incómodo: si una mujer se pasa tres años en el espacio, necesita muchos tampones que luego tendrá problemas para desechar. En cambio, con pastillas, aunque necesita alrededor de 1.100 pastillas, se le facilita el periodo menstrual.

"Es muy importante comprender que se trata de una elección totalmente personal. No hay ninguna norma por parte de la NASA o de la Agencia Espacial Europea", puntualiza Varsha Jain en unas declaraciones recogidas por The Huffington Post.

Para saltarse el periodo se toman las pastillas normales, obviando las de placebo que vienen en los blísters. Pero, aunque esto no está contraindicado por los médicos, según las ginecólogas, esto puede llevar a problemas de salud, como coágulos en las extremidades y pulmonares, o emocionales, porque las encuestas indican que la mayoría de mujeres sienten la necesidad de tener un período mensual "natural".

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Otro problema es que, aunque a priori no es algo especialmente peligroso, "la estabilidad del medicamento no ha sido testada para un tratamiento hormonal de una duración tan larga en el espacio ni con el impacto de las radiaciones del espacio", advierte Jain. Y no hay investigaciones largas auspiciadas por las grandes agencias espaciales porque no lo consideran algo prioritario, ya que la presencia de las mujeres en el espacio es anecdótica: desde que Tereshkova fuese al espacio, solo 50 mujeres más han seguido sus pasos.

Toca eliminar tabúes sobre la menstruación, hablar de ello, investigarla, y darse cuenta que la salud femenina no es algo “de mujeres”. Sino que es necesario para avanzar en el progreso científico.