El mundo se divide entre los que adoran y los que odian el amigo invisible

Antes de la navidad cada año cae otra ronda de regalos: el amigo invisible. Odiado y amado a partes iguales, pedimos a una fan y a un hater que nos den su opinión

Los regalos durante la navidad no solo caen el 25, con el Papá Noel, y el 6, con la llegada de los Reyes. Siempre, antes de las vacaciones, toca pasar por el amigo invisible. Para algunos, un evento muy divertido y lleno de ilusión. Para otros, una tortura a la que se ven forzados anualmente. El amigo invisible despierta reacciones contrarias, o lo amas o lo odias, así que hemos preguntado a una admiradora y un detractor que justifiquen su amor/odio, y así entender sus polarizados argumentos. Casi con seguridad, al final del artículo te habrás posicionado en uno de esos dos bandos antagónicos e irreconciliables. 

Abel, 24 años, hater

Aunque el amigo invisible pueda parecer divertido, es una tradición que debería erradicarse de la Tierra. ¿Por qué seguimos haciéndolo? Cada vez que participamos es decepcionante y aun así cada año repetimos. Sin duda el humano tropieza dos veces con la misma piedra.

Por eso, yo este año he decidido no participar en el amigo invisible: nunca más. Primero, porque siempre son regalos que no aportan nada a tu vida. Con un presupuesto de entre cinco a diez euros no compras prácticamente nada decente, solo cosas cutres de tiendas horribles que en tu vida habrías pisado y que acabarán cogiendo polvo. Es simplemente comprar por comprar.

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Luego, porque rara vez se juega con un grupo de amigos. Suele ser en el trabajo, y mira, dudo que haya nadie que conozca a todos sus compañeros como para darles un buen regalo que les haga verdadera ilusión. Al final, entre que el presupuesto es bajo y que probablemente te tocará alguien que te deja frío, comprar un regalo acaba siendo un compromiso que te ocupa un par de tardes y que te da más pereza que ilusión.

Y como sabes que el regalo será fatal, el día antes del amigo invisible consiste en practicar la “cara de ilusión” delante del espejo para que cuando te regalen cualquier basura insulsa que no aporta nada a tu vida no se note que, dentro de ti, estás deseando que como mínimo sea un incienso o algo útil, y así darle uso a ese regalo insultantemente impersonal.

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Pero es que, además, la gracia es que te toque alguien al azar, te caiga bien o mal. Y aun así, hay un tráfico e intercambio de nombres increíble hasta que te toca tu amigo o tu crush laboral. ¿Qué gracia tiene entonces? Si lo que quieres es regalarle a una persona específica, regálale sin tener que usar el amigo invisible como excusa. Porque esa es la otra, si te toca alguien que te cae bien te sales del presupuesto y le das un regalazo, mientras que el resto tiene que aguantarse con una colección de posavasos o unos bombones del súper. Esa descompensación es horrible, sucede demasiadas veces y hace que muchísimos se sientan mal.

En fin, que la mayoría de gente se pasa por el forro las normas del amigo invisible, pero es que si las sigues es un bodrio de juego. Y lo peor es que si no participas porque no te da la gana gastarte dinero en gente que aborreces o apenas conoces, te conviertes en el soso de la oficina. Pues no. Me planto. Si los cuñados pueden luchar contra la dictadura de lo “políticamente correcto”, yo puedo luchar contra el imperio del amigo invisible.

Guillermina, 27 años, fan

Los regalos, esos grandes o pequeños paquetes envueltos de papel de muchos colores o estampados diferentes. A todos nos gustan los regalos y es una verdad irrefutable. Si no fuese así, ¿por qué nos fascina cuando hay cosas gratis que podemos llevarnos a casa sin más? La Navidad y toda la época festiva que rodea los meses de diciembre y enero tienen como protagonista estos obsequios y nos vamos asegurando, a medida que pasan los meses, que nuestro entorno cercano se entere de lo que queremos para que, así, nos toque abrir lo que hemos pedido. En tu familia, puedes sospechar que ocurra pero con los amigos y los compañeros de trabajo hay más dudas y es por ello que se ha inventado el fantástico amigo invisible.

A medida que nos hacemos adultos esa ilusión por los regalos y por el espíritu navideño puede irse apagando y lo cierto es que es muy triste que ocurra. El amigo invisible es la opción de retomar esa alegría de compartir un momento, unas risas y, en definitiva, de recuperar la fantasía que, desde muy pequeños, nos había acompañado. Pero ahora bien, ¿por qué es tan genial el amigo invisible? Pongamos un contexto, por ejemplo, el trabajo. Depende el lugar en el que curres todo puede tornarse un poco serio. La formalidad os acompaña día tras días y estáis nerviosos porque llegue la cena de Navidad y que, con unas copas de más, se vea vuestro verdadero ser. Pues bien, ese momento puede ablandarse organizando un amigo invisible.

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El momento de tener que pensar qué puedo regalarle a la persona que me haya tocado aunque la ames o la odies demuestra un interés por formar parte de un grupo y empezar el año con mejor pie. El amigo invisible mejora las relaciones, aumenta el entendimiento, da motivación y hace que el clima y la actitud se tornen más positivos. Y claro, estarán aquellos que digan ‘vaya palo’ tener que pensar en algo que regalarle a una persona con la que tengo tan poca relación o que me cae tan mal.

No pasa nada, siempre se puede aprender algunos tips que pueden hacer que el amigo invisible mole o, al menos, maneras de que aquellos que no ven cómo disfrutar y apreciar esta celebración, tengan la oportunidad de probarlo y vivirlo como lo hacemos los fans. Se pueden poner temáticas grupales, aprender a observar qué cosas le atraen a nuestro entorno del trabajo, intentar ser original e incluso decir abiertamente qué nos gustaría que nos regalaran, así no solo tendrás la posibilidad de acertar sino que también podrás tener la esperanza de que esta vez no te toque un objeto horrible que no aporte nada a tu vida.

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Sea el que sea el lado del que estéis, tanto si lo odiáis o lo amáis, aprovechad estas fechas para celebrar. No hacen falta regalos, lo mejor es rodearse de la gente que uno aprecia pero, en definitiva, de vivir las épocas festivas como queráis, incluso si es en soledad, haciendo un viaje, cumpliendo un sueño. Y es más, si no queréis celebrarlo, estáis en vuestro derecho.