Mascarillas, condones y guantes de látex: así fue mi primera orgía postcovid

Los jadeos por el ejercicio físico con mascarilla ocultaban los gemidos. Un espacio antierótico y tristísimo sin besos ni caricias

En una mano, un paquete de condones. En la otra, la mascarilla. Frente a mí, unas decenas de hombres bien apretados, follando entre ellos. Ni rastro de la distancia de seguridad. Un hombre, alejado en una esquina, los mira atentamente. ¿Precavido o voyeur? Sea como sea, está claro que es el único que no se está exponiendo al covid-19. Estoy en una orgía gay organizada por un grupo privado en una sauna del centro de Barcelona. Me había apuntado hacía tiempo a su newsletter ya había ido a alguna de sus fiestas nudistas y el día de San Juan recibí un mensaje a mi correo: “Se acabó la alerta sanitaria, ¡abrimos!”. Tenía que ver cómo era una de mis habituales orgías en el mundo post-pandemia.

El evento era por la noche, así que, después de cenar ligerita, me fui hacia el centro de Barcelona, con ganas de redescubrir el fetiche del sexo grupal en los tiempos del covid ¿llevaríamos mascarilla y nos limpiaríamos las manos, como en Pornhub?. Preparé mi kit habitual: preservativos, lubricante y ropa interior sexy porque, aunque nos desnudamos antes de entrar a la sauna, nunca está de más calentar un poco al personal antes de empezar a jugar. Pero claro, tuve que añadir dos productos más, gel hidroalcohólico y la mascarilla.

Mascarillas, condones y sin distancia de seguridad

Entré y había un poco de cola, unos cinco hombres esperando. ¿Quién querría perderse la inauguración de la fiesta? Eso sí, estábamos todos apelotonados en el recibidor, sin respetar la distancia de seguridad. Pero claro, la alternativa era esperar en la puerta de la sauna, viendo a los transeúntes pasar por las calles del centro de la ciudad, juzgándote porque saben lo que vas a hacer. Muchos de los hombres que visitan estos establecimientos son casados o están en el armario: supongo que creen que mejor coger el covid a que los vean en la puerta. Además, en unos minutos estaremos todos dentro de todos. ¿Qué más da?

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La entrada incluía consumición, condones y mascarilla. Cojo el paquete de bienvenida y voy al vestidor. Me empiezo a desnudar y hago miraditas con algún que otro hombre. Hay de todos los cuerpos y edades, lo que es habitual en estos espacios. Tras haber notado una mirada recíproca, me meto dentro de la sauna, alejándome de la luz del vestuario y sumergiéndome en la oscuridad del local, esperando encontrármelo dentro.

Pero lo primero con lo que me topo es una sala con sofás y un hombre a cuatro patas cuya figura distingo más o menos. A su lado, un dispensador gigante. Por la inercia del covid y la nula visibilidad, me lo echo sobre las manos pensando que es gel hidroalcohólico, pero es lubricante “por supuesto, idiota, ¿qué iba a ser sino?”. Con las manos pringosas, le lubrico el ano al hombre, que hace un gemido. Me acabo de limpiar en sus nalgas y me voy a una sala contigua, buscando un poco más de acción. Me topo con otra habitación con un par de hombres, otro bote y unos guantes de plástico. Ahí no cometo el mismo error: los guantes son para el fisting, no para evitar contagios.

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Miro en la sauna seca, donde hay cuatro hombres descansando con una distancia prudencial. Me paso por la de vapor, lo mismo. No tardo mucho hasta que me encuentro el jackpot. En un cuarto oscuro contiguo, la orgía. Decenas de hombres follando entre ellos, pasándose las distancias de seguridad por el culo, literalmente. Miro los participantes, a ver si alguno me gusta. Pero entre la oscuridad y que hay bastantes con mascarilla, no distingo ninguna cara.

Más jadeos que gemidos

Al igual que el voyeur, me quedo en una esquina, contemplando la escena, especialmente curiosa: aunque hay muchos sin mascarilla, hay algunos teniendo relaciones que todavía la conservan sobre su boca. Por supuesto, ni se besan ni se tocan demasiado. Simplemente penetración. Es gracioso el ruido que hacen, porque el jadeo constante de hacer ejercicio físico con la boca cubierta por la máscara ensordece los gemidos. Parece una sala de un gimnasio más que una sauna.

Un hombre me toca con miedo, y con su mirada hay un intento de buscar mi aprobación. Curioso que necesitemos una pandemia para empezar a pensar en el consentimiento, porque antes del covid ya estaría tocándome los genitales de forma lasciva, independientemente de si quería o no y muchas veces, intentándolo aunque yo dijera que no. Me empieza a sobar y, como de forma instintiva, acerca su boca cubierta por la mascarilla hasta mi cuello, pero la aparta rápidamente. Se agacha frente a mí y entonces es cuando se quita lo que le cubre la boca. Lo levanto y le digo que no, con un gracias.

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Sin besos

Veo que varios hacen lo mismo, y me siento incómodo. Me parece extraño y antinatural toparme con mascarillas en una orgía. En sí, este tipo de fiestas son muy impersonales, y muchas veces tenemos sexo sin interesarnos por el otro. Pero normalmente, después de acostarte con alguien, aunque sea en la oscuridad, te sueles dar un beso, dices “gracias” o “ha estado bien”, con una sonrisa. Un mínimo de contacto. Al fin y al cabo, el sexo en grupo es una forma más de tener relaciones, y es normal pedir un poco de cariño, aunque sean desconocidos. Es como un polvo con un desconocido de Tinder, pero con mucha más gente. Sin embargo, las necesarias protecciones para el covid deshumanizan, todavía más, estos espacios.

Si seguimos las medidas de seguridad, no hay sonrisas, no hay besos, simplemente la parte más sexual de los encuentros y, aunque parezca extraño, la orgía parece vacía. Me estoy un poco rato más, explorando las diez habitaciones que componen el local. Calculo la asistencia en unos cuarenta tíos, en total, aunque con las máscaras son difícilmente distinguibles. Al final, me voy sin hacer gran cosa: no me he acostado con nadie más allá de algunas caricias y frotes y me siento extraño. Ahora, quince días de autocuarentena por el covid, y con la seguridad de que hay prácticas sexuales que, hasta que llegue una vacuna, ya no tienen sentido en la nueva normalidad.

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