Llevo dos años comprándome solo ropa de segunda mano

Una forma de vida que es favorable para el medio ambiente y que no fomenta el consumismo

“¿Dónde conseguiste esa camisa?”, me pregunta mi compañera de piso. Se refiere a la que llevo puesta que es de color mostaza y tiene unos pequeños dibujos rarísimos en tonos violetas y verdes, bastante larga y fresquita. “Tía la pillé en el mercadillo del domingo, el de todo a un euro”, le digo. Así es. A veces pienso que tengo alguna especie de problema con los mercadillos o las tiendas de segunda mano: vale, me encantan. Pero no solo eso, me he hecho una experta en encontrar tesoros; ropa única, moderna y barata, ¿qué más se puede pedir? Poco a poco he conseguido que mi grupo de amigas me acompañe cada vez que se monta algún mercadillo. Los puestos que más nos llaman la atención son los que organizan las chicas de, más o menos, nuestra edad.

 “Es como si yo cogiera toda la ropa que no quiero y la pusiera en venta”, me dice mi compañera, dándose cuenta de que comprar aquí es una buenísima opción y que es muy posible encontrar prendas que encajen con nuestros gustos. Antes de descubrir estos puntos de venta tan económicos, éramos las típicas que esperábamos meses con la misma ropa hasta que llegaban las rebajas pero nosotras no íbamos el primer día, aguantábamos hasta la última semana, cuando todo está a menos de cinco euros o, como opina mi madre, “cuando no queda nada que valga la pena”. Pero todos los escépticos de la moda de segunda mano se sorprenderían de la cantidad de opciones que hay: un vestido, por ejemplo, que parece que no tiene ningún futuro puede ser el protagonista de la fiesta del finde, solo hará falta un pañuelo, un cinturón o dos tijeretazos. Es cierto, hay que tener un poco de maña o imaginación pero, de verdad, que es posible.

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A Mireia, una de mis amigas más cercanas, le pasa algo parecido. Ella llegó a la ropa de segunda mano después de su estancia de un año en Berlín: “Jamás había entrado en una, soy de esas que iba de compras con mi madre, no solo a pillar lo necesario sino también caprichos. Claro, por aquel entonces, era ella la que pagaba, así que no me preocupaba. Hasta que me fui de Erasmus, creía que no tendría que pensar en la ropa pero, de repente, no solo quería renovar el armario sino que se me acumulaban las lavadoras y se me acababan las opciones. Súmale eso a mi baja situación económica”.

Ahora es una enganchada a poner puestos en los mercadillos de Barcelona y todo gracias a ese precedente, su situación precaria durante su intercambio en Alemania. “Fue increíble, encontré ropa guapísima y también se me quitaron los prejuicios, la ropa no está sucia ni rota. Hay muchas personas que no compran ahí porque les da como asco, yo era de esas”, reconoce. Las opciones en Berlín son infinitas pero esta ola de prendas de segunda mano que se exponen en mercadillos o que directamente están en tiendas físicas es algo que está llegando a muchos países y, sin duda, España es uno de ellos.

Un sector creciente en España

España cuenta con miles de mercadillos y tiendas de segunda mano a nivel nacional. Sería sumamente complicado —e incluso hasta aburrido— nombrar el trabajo de todas y cada una de ellas. No obstante existen asociaciones que se encargan de los diferentes desperdicios que generamos y los tratan para darles un futuro distinto. En mi búsqueda por encontrar espacios que destinan sus funciones a ello di con lase encargan de los diferentes desperdicios. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro que funciona desde el año 1994. Para entenderlo mejor es como una plataforma, a nivel estatal, de entidades solidarias asociaciones, fundaciones, cooperativas y empresas de inserción que se dedican a la reducción, reutilización y reciclaje de residuos con un objetivo de transformación social.

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Es en este punto donde comienzo a entender que el hecho de comprar ropa y otros objetos de segunda mano cobra un sentido más global y pasa a ser una acción que genera un bien universal. “Tras diferentes procesos de tratamiento y acondicionamiento, nuestros grupos ponen a disposición del público objetos de segunda mano, de forma que se alarga la vida útil de los mismos y se evita que se conviertan en residuos”, me cuentan desde AERESS. Además de esta asociación, existen otras como por ejemplo, Humana Fundación Pueblo para Pueblo, que desde 1987 promueve la protección del medio ambiente a través de la reutilización de textil y lleva a cabo programas de cooperación en África, América Latina y Asia así como de apoyo local en España.

De hecho, solamente en el año 2017 en Humana se han recuperado más de 18.000 toneladas de ropa usada según los balances que me facilitan. Esta recuperación existe gracias a los más de 5.000 contenedores que esta organización tiene situados en toda España; puntos donde cualquiera de nosotros podemos depositar la ropa, el calzado, los complementos y el textil del hogar que ya no utilicemos. Después de pasar por un extenso proceso, toda esa aportación se destina a las tiendas físicas en las que los precios son muy asequibles, hasta el punto en que, varias veces al año, toda la ropa se rebaja desde cinco hasta un euro.

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Y es que tras la basura orgánica, los envases, el cartón y el vidrio, el textil es el quinto residuo que más generan los españoles que, además, presenta el porcentaje de valorización más alto por encima del 90%. Sin embargo, sólo una de cada 10 prendas que ya no queremos tiene una segunda vida; al resto no se le da un tratamiento apropiado lo que hace imposible que lo volvamos a aprovechar. De ahí la importancia de concienciar a la ciudadanía de la necesidad de la recogida selectiva y de comprar solo en lugares de segunda mano, claro.

Mercadillos como opción de consumo

Jose Puig gestiona dos mercadillos que pertenecen a la organización de Two Market y lo hace desde hace ya ocho años. Uno de ellos es muy conocido en Barcelona porque todo lo que hay en los puestos está a 1 euro. Sí, absolutamente todo. Este mercadillo se hace el primer fin de semana de cada mes, “aunque al principio era solamente los domingos”, me cuenta Jose al otro lado del teléfono. Cuando le pregunto cómo empezó todo me parece que suelta una pequeña sonrisa: “Pues mira, fue algo que nació como una iniciativa propia. Era el año 2009, estábamos en crisis, me encantaban los mercadillos y de repente surgió la idea de hacer algo con amigos que nos diera un trabajo distinto y que funcionara de forma asequible para todas las personas que estaban viviendo la misma situación que nosotros”.

L'Ovella Negra del barrio barcelonés del Poblenou es donde este mercadillo cobra vida. Puedo decir —porque he ido en varias ocasiones como compradora— que se forman largas colas en la entrada porque el sitio ya está hasta arriba de gente. Además, Jose ha comenzado a llevar el mercadillo L'Ovella Negra del barrio barcelonés del Poblenou, “es como el de todo a un euro solo que en este todo cuesta cinco o menos. Se pueden encontrar algunas cosas de mejor calidad y no solo hay ropa, hay de todo”, me cuenta. A la hora de hablar de la gestión me explica que todo corre por su propia cuenta: “Llevo el diseño, el contacto con la prensa, la organización… Soy autónomo y cuando contrato a alguien lo hago para cosas puntuales porque no llego a cubrirlo todo. Es muy de vez en cuando porque los números son bajos. Y yo tampoco es que quiera comprarme una casa o un yate, quiero un sueldo normal a final de mes”.

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El precio por montar una parada en el mercadillo de Todo a un 1€ es de 20 euros, la mitad de lo que cobra el famoso y exclusivo Lost & Found que se realiza dos o tres veces al año como máximo, tanto en Barcelona como en Madrid. En este mercadillo es muy difícil conseguir un puesto: hay que hacer una inscripción previa que luego pasará a concurso, si el número que te han dado sale en el sorteo puedes optar a una parada, después de abonar el precio mediante transferencia bancaria, claro.

Este mercadillo se realiza en torno a dos fechas claras: invierno y verano, y lo que se ofrece en los puestos se adecua a esa temporada del año en concreto. Suele realizarse —en Barcelona— en la Estación de Francia o en la zona de la Barceloneta, según la época en la que se haga. El Lost & Found es un ejemplo de variedad a todos los niveles, desde los precios hasta lo que se puede encontrar, todo depende de la parada, no hay reglas de límites u objetos, lo único que no está permitido es la artesanía.

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Por último, muchas tiendas del centro de Barcelona que tienen una gran extensión en cuanto a ropa de segunda mano, sobre todo de estilos distintos y precios un poco más altos, tienen una parada fija en el Lost & Found. En líneas generales se trata de tiendas conocidas por lo vintage de su contenido: chaquetas de cuero, vaqueros Levi’s usados, conjuntos de chándal y camisas de botones a lo Príncipe de Bel Air, estampados de rayas coloridos de los años 70, camisetas de tirantes de los Chicago Bulls o vestidos al más estilo pin up. conocidas por lo vintage de su contenido, con varios puntos por todo el centro de Barcelona, por ejemplo, vende sus prendas por peso; conocidas por lo vintage de su contenido incluye, además de ropa, muebles y cientos de objetos de decoración y conocidas por lo vintage de su contenido tiene precios muy bajos y prendas de varias épocas y estilos. Todo un abanico de opciones que recomiendo para el típico día en el que el plan es salir de compras.

A la vista queda que es posible hacer el bien al medio ambiente, apoyar las iniciativas sociales y estar guap@ y a la última dentro del estilo que mejor vaya contigo. Y no es lo más importante, lo mejor es que comprando ropa y objetos de segunda mano no fomentarás el consumismo ni la explotación de las empresas fast fashion y, además, dejará de ser difícil eso de ahorrar. Ganas tú. Gana el planeta. Ganamos todos.