Así es como el síndrome post Erasmus se convierte en una nostalgia que te impide avanzar

El síndrome post Erasmus no debería ser el causante de bajón al volver a casa, sino el signo de que necesitas seguir creciendo fuera de tu zona de confort.

Quien lo ha vivido lo sabe: existen pocas cosas más agónicas que las últimas semanas del Erasmus. Cada noche se transforma en una despedida y la euforia de las borracheras da paso a una tristeza colectiva que ningún chupito de Jägermeister logra disipar. Los lugares que han sido tu hogar durante el último año se van vaciando de rostros conocidos y da igual si estás en Praga o en Bolonia. Sea cual sea tu ciudad de acogida, tu destino será siempre el mismo: el baño donde acabarás llorando, en medio de una cogorza lamentable, junto a unos amigos que se han convertido en una familia postiza a la que temes perder tras regresar a casa.

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Y, cuando llega el momento de despegar las fotos de la pared y pelearte con la maleta para comprimir el mejor año que recuerdas, te sientes extrañ@. No consigues desenmarañar esa mezcla de vértigo, vacío, y sensaciones encontradas que se instala en tu pecho. No tienes ganas de irte, pero tienes ganas de llegar. Sin embargo, el verdadero problema comienza cuando se pasa el subidón de los reencuentros y te golpea esa angustiosa certeza: aunque tú has cambiado, todo sigue exactamente igual que cuando te fuiste. O incluso peor, porque tus amigos han seguido sus vidas sin ti. Y, más allá de las preguntas de rigor acerca de cuántas bocas extranjeras han recorrido tu cuerpo, a nadie parece interesarle en exceso el enésimo relato de tu aventura subido a un carrito de la compra de madrugada ni tus lamentos por esa persona que te rompió el corazón a miles de kilómetros de distancia.

Hogar, triste hogar

Si los días pasan pero la apatía permanece quizás estés incubando lo que algunos expertos han denominado 'depresión post-Erasmus'. Se trata de un desajuste psicológico reconocido desde hace tiempo en países como Francia o Alemania y que se agrava más si cabe entre los jóvenes españoles, que sienten cómo se pincha la burbuja de su vida idílica en el extranjero para volver a casa, donde impera un horizonte marcado por la incertidumbre laboral y vital.

"El Erasmus es una de las experiencias más transformadoras que puede tener un estudiante. Es la primera gran salida de tu entorno, conoces a personas que tienen otra manera de vivir y que pueden cambiar tu visión del mundo. Volver no solo significa dejar atrás a esos amigos, sino que además supone regresar a casa de tus padres", explica Celia Arroyo, una psicóloga especializada en duelo migratorio que ha tratado a varios jóvenes que se han sentido mal al regresar de su primera experiencia internacional.

Tras haberte sentido dueño/a de tu vida, te toca dar un paso atrás y volver a aceptar normas que tú no has elegido. Y acabas pagando tu frustración con quien más confianza tienes: esas dos personas que asisten atónitas desde el sofá al regreso intensificado de tus arrebatos de rabia adolescente. Todo un flashback a los dramas que montabas cuando volvías de los campamentos a los 12 años. Solo que este campamento ha durado diez meses y te ha cambiado para siempre.

Desconexión emocional

Pero no es el único gran obstáculo que vencer al regresar. "Una de las cosas que producen más dolor es que mucha gente que desconecta emocionalmente de su entorno. Al volver sienten que ya no encajan igual con su grupo de amigos de siempre, porque las experiencias que han tenido fuera les han transformado", sostiene Celia Arroyo, quien insiste en que es un error insistir en comparar ambos mundos. "Está claro que las amistades del extranjero son muy estimulantes, pero hay una parte de ti que comparte muchas cosas de identidad con tu pandilla de toda la vida. Es un amor más viejo, mientras que el Erasmus es un enamoramiento.

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Y, como en todo enamoramiento que finaliza bruscamente, acabas idealizando un pasado al que resulta imposible volver. Evocas en bucle cada instante de tu vida anterior: las reuniones nocturnas en la cocina, el contrabando de jamón serrano cada vez que llegaba alguien de visita y hasta las horas perdidas haciendo trámites burocráticos en la oficina de relaciones internacionales. Cualquier cosa te parece más excitante que tu rutina actual y corres el riesgo de quedarte atrapado en la nostalgia. "Al final volver es un duelo. Tienes que darte tiempo para aceptar que lo vivido ha estado circunscrito a un momento muy concreto y, a veces, eso implica entrar en la frustración", reflexiona el psicólogo clínico y co-director de GabinetedePsicologia.com, Fernando Azor.

Crecimiento personal

Celia Arroyo coincide con Azor en que esta tristeza no tiene por qué ser mala en sí misma: "El Erasmus es una experiencia que tiene muchas aristas y que impacta mucho en la vida de las personas, pero a diferencia de la migración no es una amenaza para la salud mental en sí misma. Al final, para que haya crecimiento personal tiene que haber sensaciones encontradas. Y sentirse triste a la vuelta no es malo ni implica ninguna patología". Sin embargo, para evitar que la apatía se cronifique es necesario dejar de ver tu día a día actual como una contraposición a la que tuviste hace unos meses. "Se trata de pensar en qué te gustaba de aquello: la vida creaste, los conciertos a los que fuiste, las responsabilidades que asumiste. Todo eso se puede volver a construir, solo que hay que hacerlo desde otro punto de vista, en una rutina distinta", argumenta el psicólogo clínico.

Está claro que no todo será igual de excitante. Habrá menos viajes improvisados y ya no serás ese extranjero exótico que llevaba a sus conquistas a un cuarto que parecía un mausoleo de cervezas vacías. Pero tampoco puedes convertirte en un esclavo de tus recuerdos que se encierre en casa para regodearse en su nostalgia. Piensa que casi 4.5 millones de personas han pasado por lo mismo que tú y lo han superado. Si algo te han enseñado estos meses fuera es que puedes convertirte en una mejor versión de ti mismo. Ahorra para visitar a tus amigos, busca más becas fuera, mantente en movimiento. Y, sobre todo, asume que la vida son etapas. La que has cerrado ha sido brutal, pero aún te queda mucho bueno por vivir si te atreves a ser valiente. Y en eso, desde que te lanzaste a empezar de cero en otro país, eres expert@.Resultado de imagen de frases erasmus