Así es el 'figging', la práctica sexual de introducirse jengibre en el trasero

Forma parte del bondage y disciplina; dominación y sumisión; y sadismo y masoquismo BDSM

El sexo mola. Siempre y cuando no seas una persona asexual, el sexo te permitirá disfrutar, relajarte, vibrar, etc. De hecho, para tener una fusión ideal en la cama o al menos placentera no hacen falta excesivas florituras, basta con escuchar al otro —con todos los sentidos— e ir fluyendo. Bueno, más o menos. La cuestión es que el sexo es de esos placeres que no tienen límite. Y en esa ilimitada franja de opciones aparece el figging, una palabra anglosajona que da nombre a la práctica sexual de introducir jengibre en el ano o la vagina.

Dolor y placer: dos caras de la misma moneda

Se trata de una fantasía que forma parte del BDSM, término que fue creado para abarcar las prácticas eróticas del bondage y la disciplina; dominación y sumisión, así como sadismo y masoquismo. El tema es que existe un factor común entre algunas de ellas: la humillación erótica y el placer generado a través del dolor. "El figging estimula la circulación sanguínea. Así el jengibre favorecerá que la zona esté más sensible y reciba más intensamente toda serie de estímulos"", explica Héctor Galván, Director Clínico del forma parte del BDSM, Psicólogo Clínico y Sexólogo.

Por su parte, Carme Sánchez, co-directora del Carme Sánchez explica que no conoce a "nadie que haya practicado el figging" pero sí se ha informado sobre algunas mujeres que extraen el jugo de la planta y lo utilizan para frotarse zonas como el clítoris: “El jengibre genera una estimulación más grande pero a la vez un fuerte escozor y picor. Cuando este picor entra en contacto con las mucosas se produce una sensación de calor muy intensa que conlleva a la dilatación femenina”, señala.

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Cuando en nuestra cabeza se unen las palabras ‘jengibre’, ‘ano’ e ‘introducir’ se forma una especie de cacao extraño, sobre todo si nos viene al recuerdo la peculiar forma que tiene esta planta. Pero que no cunda el pánico, al menos no del todo: para realizar esta práctica se utiliza un trozo de raíz pelado y con una forma alargada similar a la de un dedo o un pequeño consolador.

En todo lo que engloba el BDSM el objetivo es que el dolor se interpreta como algo placentero. Prueba de ello es que “la relación entre placer y dolor es compleja”, apunta Sánchez ya que, según la experta, “ambas sensaciones se conectan en algunos puntos, por ejemplo, en la generación de endorfinas”. Galván, por su parte, explica que "es la persona la que lo interpreta como algo placentero o no, en base a sus preferencias y fantasías sexuales".

Probar o no probar, esa es la cuestión

Mientras le relataba a mi compañera de piso sobre qué iba a tratar este artículo su cara iba transformándose desde la incredulidad hasta la sorpresa y el desagrado: “¿No lo irás a practicar en primera persona, no?”, sentenció. “No, no”, le dije convenciéndome todavía más de no bajar a Mercadona a comprar jengibre extra después de ver su cara de espanto. La búsqueda de alguien de mi entorno que quisiera practicarlo para contarme su experiencia no tuvo resultado pero entonces llegué a las profundidades oscuras de Internet. Sí, Forocoches.

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“Suelo masturbarme bastante a menudo, muy pocas veces juego con mi culo al hacerlo pero a veces sí. Decidí que si probaba esto lo haría cuando ya estuviera muy excitado por si el efecto no me convencía al menos poder correrme”, explica en un hilo Qwert, un usuario anónimo. Mientras veía porno y descubría que estaba a punto de correrse Qwert pasó a la acción: “Humedecí un poco mi culo con saliva e introduje el trozo de jengibre que había preparado con anterioridad”.

“Al principio nada, pero de repente empecé a sentir un calor bastante intenso, muy soportable y agradable, nada que hubiera sentido antes, cada vez iba a más y me daba miedo que ya no hubiera vuelta atrás. El calor hacía que tuviera más y más ganas de correrme. Lo disfruté mucho. No descarto repetirlo algún día”, concluye el usuario de Forocoches que decidió resumir su historia con: “Me metí un trozo de jengibre por el culo y me gustó”. Ole tú, Qwert.

De forma de tortura a placer voluntario

Lo que probablemente no sabía este intrépido pajillero era que el figging era un método de castigo que los romanos utilizaban como forma de disciplina sobre las esclavas en la antigua Grecia. El ardor tan fuerte se debía a la irritación provocada por el contacto del jengibre con las mucosas de la vagina o la sensible piel de las paredes del ano. Dicho picor tenía el fin de restringir la movilidad de los reclusos o reclusas.

Sin embargo, figging es un derivado de la palabra feaguing, una práctica que consistía en introducir un irritante como el jengibre, la cebolla o la pimienta en el ano o la vagina de un caballo para que llevaran la cola levantada y se movieran de forma animada.

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Resulta cuanto menos curioso observar que lo que antiguamente estaba considerado como un castigo, hoy día hay personas que lo practican por placer. En esta misma línea, Carme Sánchez apunta que “todo tipo de relaciones que estén dentro del BDSM deben realizarse con alguien que esté formado, ya que una cosa es lo que se ve en 50 sombras de Grey y otra la realidad”. Es por ello que para la sexóloga “toda práctica que se salga de la norma debe ser consensuada y segura”.

Si finalmente deseas llevar a cabo el figging —por supuesto con todas las precauciones que introducir un objeto extraño por tu ano merecen— y no tienes jengibre a mano, también pueden usarse cebollas, pimienta o guindillas por lo que todo dependerá de lo que tengas en la cocina de tu casa cuando te de un calentón. Y, si finalmente todo esto supera tu idea de sexo sin límites y esta práctica no entra dentro de tus fantasías eróticas, guarda el jengibre que va muy bien para el constipado y en el sushi.