Los jóvenes asexuales están hartos de que la sociedad quiera curarles

Hablamos con tres jóvenes asexuales que nos explican como se sienten en un mundo que no está pensado para asexuales.

Cuando Clara Morató empezó a salir con un chico a los 16 años, se dio cuenta de que no sentía lo mismo que sus amigas con sus ligues. Mientras ellas hablaban de lo mucho que les gustaba tener relaciones sexuales, Clara ni siquiera se excitaba al darle un beso. Con el tiempo dejó de sentirse cómoda y acabó rompiendo con él sin saber qué había fallado. No tenía ni idea de si el problema era él o si era lesbiana, aunque tampoco sentía nada al mirar mujeres por la calle. De lo único que podía estar segura era de que no encajaba en una sociedad que tiene al sexo como constante ni entre familiares y amigos que le preguntaban regularmente: “¿ya tienes novio? o ¿qué te parece este chico?”.

Se equivocó. No es que no hubiese lugar para ella, simplemente era asexual. Es decir, alguien “no siente atracción sexual hacia otros y que, por tanto, no necesita tener relaciones sexuales ni con personas del sexo contrario ni con las de su mismo sexo”, como define el Director Clínico del asexual, Héctor Galván. Una definición con la que Clara, que ahora tiene 20 años, se siente plenamente identificada desde hace un año, cuando lo descubrió. El instante en el que por fin se sintió desahogada y, lo más importante, se percató de que ella nunca había tenido ningún problema. “En ese momento sientes alivio porque por fin tienes una palabra, una teoría. Ya puedes enfrentarte mejor al mundo”, reconoce desde un bar de Barcelona mostrando la satisfacción de haber superado lo que años atrás era todo un mundo.

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El mundo a través de los ojos de un asexual

La incertidumbre que acompañó a Clara durante 19 años, es algo que han tenido y que aún tienen que soportar un incontable número de personas de todo el mundo. Al haber muy pocos estudios sobre el tema, la cifra de referencia para calcular aproximadamente cuántos asexuales hay por país es el 1,05% que el sexólogo ninglés Anthony Bogaert estimó en un estudio de 2004. Lo hizo a partir una muestra de 18.876 personas del Reino Unido y, ahora, este dato se puede extrapolar a países con una mentalidad similar, como España. Aquí no se escuchó hablar de asexualidad hasta hace pocos años y alcanzó mayor visibilidad cuando personas asexuales protagonizaron a principios de 2016 un anuncio de la marca Flex hablando de sus experiencias.

Uno de los que se atrevió a dar la cara por la asexualidad en ese anuncio fue Pablo Ortiz y, sentado al lado de Clara en el bar, explica que para llegar a ese punto tuvo que fracasar en varias relaciones porque nadie le entendía, ni siquiera él mismo. Reconoce que mientras sus parejas buscaban vivir momentos de intimidad, él no respondía como se esperaba, no se acercaba a ellas. Porque, al no sentir la necesidad de tener relaciones sexuales, no podía entender qué estaba pasando. Después de múltiples intentos frustrados de sus parejas, llegaba lo que ahora Pablo, a los 25 años, llama “desconexión”. “Se alejaban de mí porque se acababa construyendo una barrera. Me apartaban por no ser capaz de hablar el mismo lenguaje”.

Del mismo modo que no era consciente cuando su pareja quería intimar con él, tampoco entendía de qué se trataba el coqueteo. Una sensación común entre las personas del colectivo que hace intervenir a Clara al instante: “¡A mí tampoco me gusta nada!”. Aunque, gracias a que Pablo aprendió con el tiempo a detectar situaciones de flirteo, hoy ya no le resulta nada incómodo. De hecho, ha llegado a convertir lo que ayer era molesto en una diversión. “A veces juego a coquetear por diversión, pero no en plan toma, toma esta noche…”, dice con media sonrisa.

Los falsos tópicos de la asexualidad

El hecho de haberse reconocido asexual en 2016 no ha hecho que hoy Pablo deje de tener ocasionalmente relaciones sexuales por “curiosidad” y para desarrollar su sexualidad. Porque a diferencia de lo que muchas personas piensan, los asexuales sí que pueden tener libido. Aunque, en su caso, no va dirigido a nadie. “A nivel físico, la mayoría de asexuales pueden masturbarse o tener relaciones sexuales para sentir placer, por curiosidad, por querer experimentar…”, detalla Galván demostrando que lo único que siempre les ha ocurrido es que tienen una forma distinta de sentir. Y eso no es todo, el sexo también tiene cabida cuando hablan de amor. “Cuando una persona asexual está enamorada de otra, también puede que opte por darle sin necesidad de recibirlo, aun no sintiendo atracción sexual por ella”, añade el experto.

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Si las palabras de Galván hubiesen llegado antes a los oídos de todo el mundo, Pablo y Clara se habrían librado de una infinidad de comentarios inoportunos hechos por personas que no se habían informado lo suficiente. De preguntas indiscretas como “¿te masturbas?” o “¿nunca has tenido relaciones sexuales?”. “Se tiende a creer que si no te atraen sexualmente los demás no te masturbas. Porque si yo dijera que, por ejemplo, soy lesbiana no me lo preguntarían”, recuerda indignada. “Y para acostarte con alguien no es importante tener deseo sexual”, me cuenta mientras remueve en la taza la bolsita de té.

Una sociedad que no quiere comprender a la asexualidad

Las dos situaciones retratadas por Clara son solo la punta del iceberg de todo lo que ha tenido que soportar desde que mostró su verdad a su entorno. Lamentablemente, le llegaron comentarios desafortunados de conocidos que le decían que eso no existía y de compañeros de la facultad de psicología que le sugiriera masturbarse para no ser asexual o que lo qué le ocurría era fruto de un trauma, cuenta en medio del ruido de bar que no consigue acallar su indignación.

A diferencia de la opinión de algunos sexólogos, para Clara no hay ninguna relación entre ser asexual y tener un trauma y el hecho de que en 2013 el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-5 por sus siglas en inglés eliminó la asexualidad de la lista de patologías, prueba que la ciencia está de su parte. “No trata sobre tener bajo deseo sexual, ni sobre la pérdida de interés por las relaciones sexuales tras haber sufrido algún trauma, abuso o trastorno relacionado con el sexo”, detalla Galván.

Por mucho que expertos como Galván miren a la asexualidad con buenos ojos, hay otros que se empeñan en considerarla una patología. Y la peor parte la sufren los asexuales que se encuentran con psicólogos que pretenden "curarles". Pablo recuerda casos como el de una mujer a la que le dijeron que debía ser “picarona” con su pareja diciéndole cosas como “hoy no llevo bragas” o un sexólogo que sugirió a su paciente que se “acostara con lo primero que viera por la calle”. Sin embargo el experto asegura que “eso solo les provocará más daño, sentimientos de incomprensión, tristeza y ansiedad”.

Un colectivo aún invisible

El hecho de que los asexuales sean un colectivo con muy poca visibilidad, hace que los estereotipos y estigmas proliferen a sus anchas. Uno de los más escandalosos que se han visto en España salió en un capítulo de La que se avecina, donde aparecieron presuntos asexuales que eran muy tímidos y acomplejados y que, al final del capítulo, acaban liándose entre ellos. Una escena que condena al otro lado del teléfono Rafa C., otro joven asexual de 28 años de Madrid, porque no hacen más que promover falsos estereotipos y dejar entrever que su sexualidad es una mentira. “Da rabia porque la gente que tiene tanta audiencia tendría que tener responsabilidad porque tienen mucha más voz”, subraya.

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Los asexuales consideran que su situación es la de los homosexuales hace varias décadas: con mucho desconocimiento, mucho prejuicio y poca visibilidad. “Es una realidad material y por mucho que se niegue o que se catalogue de desviación, está ahí y no dejará de existir. Solo por ética la gente tendría que respetar a las personas como se definan”, sentencia el experto.

A pesar de todo lo que Pablo, Clara, Rafa y toda la comunidad asexual tienen que soportar, Clara deja muy claro que no van a dejar de sentir como sienten por mucho que la sociedad se empeñe en negarlo: “Cuando una amiga me dijo: ‘¿Cómo quieres tener una pareja si no tienes sexo? Un tío de nuestra edad no aceptará una pareja sin sexo’, yo le contesté: pues entonces tenemos que replantearnos nuestro concepto de pareja. Si tengo que aceptar eso, no querré que me quieran así”.