Aprendí a ser drag queen y ahora soy sexy y poderosa

El auge del reality televisivo RuPaul’s Drag Race ha hecho que muchos jóvenes se interesen por el mundo del drag queen

La primera vez que vi a Ferrán en persona me quedé boquiabierta. Me encontré con un rostro masculino de facciones fuertes, ojos penetrantes y barba de unos días que nada tenían que ver con la feminidad y la sensualidad que expresaban sus selfies en Instagram. Solo cuando este joven barcelonés de 21 años se transformó en Hasky, la drag queen de peluca radiante de tonos rojizos y pestañas frondosas que siempre llevó en su interior, su 'otro yo' interno pudo dar rienda suelta a la mujer en la que todos podemos convertirnos si nos adentramos en este mundo del transformismo. 

En busca de las bases que despierten el lado drag

Plataformas, vestidos, pelucas y un maquillaje de escándalo que le cambiaba por completo las facciones de la cara, Ferrán Guijarro inició el camino para ser drag queen. Aunque siempre tuvo un especial interés por este mundo, ese interés permaneció inactivo en algún lugar de su mente hasta que el reality televisivo RuPaul’s Drag Race le abrió los ojos y el corazón de par en par. “Empecé a verlo y no pude parar hasta ver todos los capítulos de todas las temporadas. Fue una obsesión, descubrí un mundo artístico súper completo que incluye un aspecto que me interesa desde siempre como es la performance y otro punto que desconocía pero que también me llamaba la atención como la moda y el maquillaje, lo que está más relacionado con la belleza”, reconoce.

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Después de estudiar danza y teatro durante casi toda su vida llegó a sus oídos la creación de un curso de unos meses que adentraba a los estudiantes en el mundo del drag dándoles las herramientas para ello: “Hace cuatro años empecé a hacer teatro musical en una escuela de Barcelona que tiene canto, baile y teatro. Una chica de allí junto a otro hombre que es drag queen profesional y dos compañeras de él decidieron hacer este curso porque vieron que el mundo del transformismo había tenido un auge en su momento y ahora estaba decaído, buscaban revivirlo”.

En este sentido, Ferrán explica que a pesar de que gracias a redes sociales como YouTube o Instagram la gente joven ha podido tener acceso a lo que es la parte estética del drag queen, para la parte escénica de baile o teatro hacen falta unas pautas que se adquieren mejor en persona. En el caso de Ferrán todo lo que se pueda aprender en directo, mucho mejor: “Soy una persona muy poco autodidacta y necesito a una figura que me guíe, un profesor o alguien que sepa y que me de las bases para poder ir avanzando a partir de ahí. Después ya puedo seguir por mi cuenta pero necesito ese punto de inicio”.

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La escuela de artes escénicas Aules de Barcelona ha sido la encargada de darle lugar al curso en el Ferrán y otros seis alumnos más han obtenido las herramientas para dar vida a ese drag que llevaban dentro. Porque es así, el drag queen es algo que podría formar parte de uno mismo y que cualquier persona tiene la posibilidad de sacar de dentro. escuela de artes escénicas Aules porque el drag queen ya no es un hombre que se viste de mujer: “Para mí el drag es un arte que lo puede hacer cualquier persona, seas del género que seas o pienses como pienses. Además, puedes hacer muchas formas de drag ya que existen varios tipos”, relata Ferrán. 

“Mi drag se llama Hasky y es sexy y poderosa”

Al final del curso que duró algunos meses, el equipo preparó un show para mostrar lo aprendido: “Lo mejor es que todos somos muy distintos y el espectáculo que queda al final es muy diverso, creo que eso es uno de los puntos más ricos en el mundo del drag. Potencia las diferencias de forma positiva”, cuenta mientras le hacen las fotos de su transformación. Cada personaje tiene un nombre y una forma de ser: “El primer día que conocimos al profesor me dijo 'tienes una mirada de Husky' y a partir de aquí todos me empezaron a llamar así. Me lo quedé para mi personaje. Le cambié una letra para que no fuera igual. Siendo drag soy Hasky y me defino por ser sexy, poderosa, con personalidad, sencilla pero potente”.

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El drag, si eres hombre, te ayuda —normalmente— a sacar tu lado femenino o a aprender a empoderar esa parte de ti. Pero Ferrán ya estaba familiarizado: “El drag me ha ayudado a llevar mi lado femenino más allá. En otros compañeros que no habían explorado esta parte de sí mismos sí que he visto un cambio enorme, han sacado un potencial, un poder, una energía y una presencia que ni ellos sabían que tenían. Me ha asombrado ver el cambio. Cuando yo me transformo me siento con mayor potencial porque todos los elementos que llevas maquillaje, peluca, zapatos… te ayudan a crecer”.

“Considero que tengo un cuerpo muy femenino y el tema con esto es que durante mucho tiempo estuve bastante acomplejado con él porque veía un cuerpo de mujer: no tenía mucha espalda, no tenía mucho brazo... Dentro del drag no solo me va bien para mi personaje sino que es una ventaja. He podido aceptar mucho más mi cuerpo, he aprendido a apreciar sus ventajas y, en definitiva, a quererlo porque he visto que tiene unas formas que ahora me gustan y las veo bonitas de otra manera”, recalca Ferrán. Adoptando este personaje se refuerzan muchas personalidades, se saltan las barreras de género y se rompen las etiquetas.

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Un presente peleón y un futuro incierto

Entrar en el mundo del drag puede ser algo que incomode al entorno, se trata de abrir una parte de ti que no todos saben que existe y que no todos están preparados para conocer: “Mis padres no lo han aceptado del todo. Ellos han crecido en un entorno católico, blanco y heterosexual, en definitiva, un entorno muy homogéneo. Son buenas personas que tienen valores cristianos muy positivos pero con una mirada más cerrada porque no han tenido la oportunidad de ver otro tipo de cosas. Es porque no están acostumbrados. Mi papel en esto es el de compartir con ellos este trabajo como algo positivo. Pienso que esto es mejor que aislarme y no contarles nada”.

El joven ha estado documentando con fotografías y vídeos todo el proceso en una cuenta de Instagram no solo para tenerlo como recuerdo sino también para ver la evolución del aprendizaje obtenido, sobre todo en aspectos que jamás había tocado con anterioridad como el maquillaje. Este tipo de espacios hacen que la imagen de drag queen se normalice y que se abra la puerta a generar futuros vínculos tanto para representaciones como para proyectos audiovisuales de cualquier tipo: “Pienso que mi drag ya está empezado, después de aquí solo puedo mejorar, ir creciendo y ampliando. Pero la base: maquillaje, vestuario, peluca, cómo caminar, cómo moverme y ese tipo de aspectos, aunque sea a nivel básico, ya está. Ahora ya tengo la elección de, si un día me apetece, ponerme a hacer drag. Ahora mismo prefiero descansar de este recorrido intenso. Nunca se sabe qué pasará en el futuro, no me cierro a nada”.

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Tanto con pechos postizos, culos de mentira como sin nada, con el propio cuerpo, tal y como es. Tanto si eres hombre, mujer o no te identificas con ninguno de los dos. Tanto si eres de izquierdas, de centro o de derechas. Homosexual, bisexual, asexual o heterosexual. Seas como seas, pienses como pienses, sientas lo que sientas, si tu deseo es adentrarte en el mundo del drag queen, puedes hacerlo. En cada uno de nosotr@s está la posibilidad de calzarnos unas plataformas, maquillarnos el rostro y tomar con fuerza el camino del empoderamiento personal. En esta vía artística no hay barreras. El drag es por y para todos.