La poeta que denunció el “mujercidio” y quiso liberar a las mujeres españolas

Una mujer que se consideraba hedonista y que hizo grandes aportaciones al feminismo cuando casi ninguna mujer se atrevía a nada

Hay incontables mujeres que hicieron mucho por el feminismo cuando era muy difícil ser mujer, y una de ellas es la escritora, poeta o periodista gallega de quien se ha celebrado recientemente el centenario de su muerte: Emilia Pardo Bazán. A finales del siglo XIX y principios del XX, cuando ni siquiera existía la palabra patriarcado, se atrevió a alzar la voz contra la violencia que sufren las mujeres, reivindicar que el tabaco y el sexo también era para ellas, llevar pantalones, acudir a cabarés y más cosas que siempre debería haber podido hacer todo el mundo independientemente de su género.

Estas hazañas las contó al diario El Español la académica de la Real Academia Gallega y experta en Pardo Bazán, Marliar Aleixandre, en una entrevista sobre las grandes aportaciones al feminismo de la escritora, autora de Los pazos de Ulloa La cuestión palpitante. Una de ellas es que se acuñó el concepto “mujericidio” para hablar de una injusta verdad muy invisibilizada entonces: la violencia machista. O, lo que es lo mismo, los asesinatos cometidos por hombres contra mujeres que, lamentablemente, hoy siguen destrozando demasiadas vidas.

Otra de las aportaciones de Pardo Bazán fue su capacidad de atreverse a oponerse al orden establecido, que la llevó a cuestionar un sistema que trataba a las mujeres como objetos cuando casi ninguna mujer cuestionaba nada. “Ella señaló que los hombres, por el hecho de ser hombres, creen que tienen derecho de vida y muerte sobre la mujer”, dijo Aleixandre al mismo rotativo sobre una actitud más que luchadora que también le hizo criticar como se convierte a las víctimas de acoso o violación en culpables de su desgracia. Un ejemplo de ello es un artículo de la época que tachaba de “no muy honrada” a una superviviente de abuso. Ante aquello, la escritora supo que debía recordar, como añadió Aleixandre, que “qué más da cómo fuese una mujer, que nada era excusa para que los hombres intentaran violarla”, que no valía esa pésima justificación a lo “se lo ha ‘buscado’”.

Del mismo modo que no dudó en señalar la inseguridad que acechaba a la mitad de la población española, tampoco lo hizo al indicar que tenían todo el derecho a disfrutar de su propia sexualidad y que, por tanto, no estaba bien ver al hombre mujeriego como un machote, mientras ellas eran juzgadas a la mínima. Ellas también podían ligar sin comprometerse, y eso lo quiso plasmar en su obra Insolación: “donde una mujer viuda tiene una relación ‘escandalosa’ con un hombre con el que no está casada todavía”, apuntó Aleixandre al hablar de una falta de libertad que hacía que el género femenino fuese visto con malos ojos por hacer cosas que sí podía hacer el masculino, como fumar: otra de las injusticias que Pardo Bazán no pudo evitar poner sobre la mesa.

Ella tenía muy claro que podía hacer lo que quisiera, e hizo gala de ello en su paso por París acudiendo a cabarés, baños turcos y restaurantes con amigos que no eran su pareja, algo que estaba prohibido en España. Una realidad que nos recuerda lo necesario que era entonces conseguir algo de independencia, una especie de mundo propio, para poco a poco estar más cerca de algo parecido a la libertad. Así lo expuso la experta Aleixandre: “Pardo Bazán defendía que las mujeres estudiasen por su propia vocación, no para ser mejores madres y educar mejor a sus hijos”, sino para vivir la vida que en verdad querían.