El planchado de senos, la tortura femenina invisibilizada que sufren millones de adolescentes

Los pechos están sexualizados. Por eso, en regiones de África, se hace el planchado de senos, para que no crezcan y las mujeres no sean violadas

Lo hacen las madres, tías o abuelas. Calientan una plancha de piedra con la que masajean los pechos para “romper tejidos” y parar su crecimiento. Lo practican semanalmente, según marca la tradición, que nace para proteger a sus hijas del acoso sexual y la violación. Es el “planchado de senos” una tortura de menores con mucha menos visibilidad mediática que la mutilación genital femenina, la prostitución infantil, el tráfico de menores o el matrimonio forzoso, pero que se sigue perpetuando.

Las Naciones Unidas la catalogan como una tortura de género invisibilizada, y la describen como “la práctica dolorosa de masajear o golpear los pechos de las niñas con objetos calientes para suprimir o revertir el crecimiento de estos”. Se practica en Camerún y otros países del África Occidental, como denuncia la periodista Lola Hierro en un reportaje de El País. Sin embargo, también sucede en Europa. Según en un reportaje de El País, solo en Reino Unido podían registrarse más de 1000 casos de niñas que habían sufrido el planchado “por su bien”.

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“Cogí la piedra, la calenté y la masajeé. Me dijo que la piedra estaba caliente, cada vez más, hasta que gritó que se quemaba. Acabó con heridas”, recuerda una mujer anónima al diario británico. Por supuesto, el planchado tiene secuelas físicas: además de heridas y quemaduras, puede provocar infecciones, cáncer de mama, traumas psicológicos y la imposibilidad de generar leche durante la lactancia de los hijos.

La piedra es el método más común, pero no el único. También se hace con palos de madera, espátulas de metal, telas y cinturones para atarlos. “Mi madre fue a buscar un bastón y me explicó que tenía que golpearme todas las mañanas, al amanecer. Me pareció un poco raro, no lo entendía. Cuando los pechos empiezan a crecer, duele. Así que cuando te golpean, es peor...”, explica una víctima.

Aun así, debido a su invisibilidad, no se sabe el impacto real de esta práctica. 3,8 millones de adolescentes en África lo podrían haber sufrido, según la ONU. Sin embargo, no hay estudios ni documentación oficial, solo este recuento estimado, que también determinó que había provincias en que más del 50% de niñas habían sido sometidas al planchado.

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Hierro, autora del reportaje de El País, ha hablado con Bettina Codjie, una bloguera africana que lo sufrió y que ahora se dedica a denunciarlo en las redes. “La gente tiene dificultades para hablar de ello porque es como una cosa oculta que no deberíamos divulgar”, explica. Se hace en la intimidad del hogar, como una forma más de la relación entre las hijas y las mujeres mayores de la familia. Y, claro, todo lo hacen “por su bien”, las someten a esta tortura para “protegerlas” de violaciones evitando que tengan unos pechos adultos porque están sexualizados. Es decir, una forma más de responsabilizar a las mujeres de la violencia sexual que podrían sufrir. 

Como cabe esperar, científicamente no se sostiene. El planchado no retrasa el inicio de la vida sexual de las chicas ni los embarazos deseados. Codjie añade que esta práctica es absurda y que si se hace para corregir la epidemia del embarazo de menores en Camerún, el 30% de las menores se ha quedado embarazada, se debería apostar por los anticoceptivos, aunque están profundamente estigmatizados.

“Te preguntan si es que te vas a acostar con un tío... Todavía hay una cierta moral de que no debes tener relaciones sexuales. Para pedir las píldoras anticonceptivas aún necesitas mucho coraje, y las chicas al final se quedan embarazadas”, denuncia Codjie. Hoy en día solo el 13% de las mujeres entre 15 y 49 años utiliza métodos anticonceptivos, ya sea por falta de educación sexual o por estigma. Y parece que la visibilidad de estas estadísticas es demasiado lenta como para suponer un cambio social y legal real.